Primera de tres partes
Raúl De La Rosa
Es imposible no opinar sobre la reciente aprobación de la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (HCTI) por la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, a propuesta del Ejecutivo federal. Fue presentada desde Diciembre del año 2022.
¿Cómo estaba el Sistema Nacional de Investigadores, SNI, al 2022?
Al año 2020 el SNI tenía siete áreas del conocimiento:
I. Matemáticas, Física y Ciencias de la Tierra;
II. Biología y Química;
III. Medicina y Ciencias de la Salud;
IV. Humanidades y Ciencias de la Conducta;
V. Ciencias Sociales;
VI. Biotecnología y Ciencias Agropecuarias, y
VII. Ingenierías― y cada una de ellas tiene criterios específicos que cumplir, por lo que vienen las preguntas ¿todas las áreas son homólogas? ¿la distribución de los niveles es igual por área? Para contestarlas se hace necesario recurrir a la estadística. Y entramos de forma somera a ella.
De acuerdo con el padrón de beneficiarios del CONACYT (al 2020), 33,165 investigadores eran reconocidos por el SNI, de los cuales 8,727 eran candidatos a investigador nacional (26.31%), 17,091 investigadores nacionales nivel I (51.53%), 4,793 nivel II (14.36%) y 2,584 nivel III y eméritos (7.79%).
Y si hacemos un análisis estadístico se nos muestran diferencias estadísticas significativas, lo que se traduce que más allá de errores aleatorios la tendencia de las áreas no tiene una distribución de sus niveles de manera similar, es decir, cada área puede tener un número de investigadores distinto a las otras, más aún, variar en cada nivel del SNI, por lo que encontramos que cada nivel es un escenario desigual. En éste sentido, se puede ver que mientras que el área I muestra un mayor número de miembros en los niveles II y III ―de acuerdo con el tamaño del área―, las áreas VI y VII muestran un número menor en éstos niveles, lo que se traduce que no es lo mismo llegar a éstos niveles en las diferentes áreas.
Por otro lado, las áreas II y III, descuidaban a sus futuros candidatos o candidatas, a pesar de que supuestamente es un nivel ideado básicamente para las jóvenes promesas recién egresadas de sus estudios de posgrado, lo cual predice un desaliento a seguir dentro de la investigación. Si bien en el área IV hay un menor número de niveles III y eméritos y en la V donde hay menor número de niveles I y en ambas hay muchos más candidatos de lo esperado, son las áreas que, de acuerdo con el análisis estadístico, presentaron las menores desviaciones con respecto a tener la distribución del número total de miembros.
Éste análisis nos hace ver que el área importa cuando conocemos investigadores de cierto nivel en el SNI, porque no en todas ellas son las mismas carreras académicas dentro de la investigación para ir avanzando dentro del SNI, es decir, hay favoritismo y no precisamente como producto de una realidad en las vocaciones científicas y tecnológicas del país, ya que los criterios son muy diferentes para cada área y, sin demeritar méritos académicos de quien llega al SNI, sí es claro que había y hay "investigadores" que su producción es, por decir lo menos, famélica, lo cual ya había detonado un inconformidad creciente dentro del mismo SNI, que año con año espera que con algún nuevo reglamento se haga un esfuerzo por equilibrar las áreas y los criterios específicos para poder tener un sistema más justo de evaluación para el acceso y permanencia en el SNI. Y ésto también hace ver que las visiones de las diferentes áreas del conocimiento también pueden generar un sesgo importante en las evaluaciones académicas dentro de las Instituciones de Educación Superior (IES). Por eso, la conciencia de que según el tipo de programas y de evaluaciones académicas determina qué SNI queremos y si a ello le sumanos que sospechosamente son hechas por pares del área del conocimiento, para que se pueda generar una evaluación más objetiva y empática que otros pares de áreas diferentes, pero que también puede darse una ’casta divina’.
Por ello, las polémicas sobre quién merece ser reconocido(a) como investigador(a) nacional ―al menos como candidato(a) a serlo― siguie presente. Aunque la evaluación que se hace hasta el año 2022 ―según las y los integrantes de las comisiones evaluadoras― es objetiva e imparcial, a pesar de que los criterios de evaluación sean diferenciales y hasta hoy parezcan favorecer ciertas áreas. Y ello cuenta mucho porque es del conocimiento público que ser miembro del SNI es un honor para un(a) investigador(a) nacional y se supone es producto de sus aportaciones a la ciencia, tecnología e innovación de México, sin importar si ésta se hace en instituciones públicas o privadas. Pero hay muchos elementos que no encajan en éstos conceptos discursivos.
Si bien la investigación, sin importar el área, debe ser reconocida no solo por los gobiernos sino por la sociedad mexicana en general, ésta sólo será valorada cuando las y los investigador creen y difundan ciencia y tecnología que haga de manera expedita una mejora sensible en la producción agrícola, ganadera, industrial, comercial y de servicios a nivel nacional. Ser reconocido por tus pares nos da muchas satisfacciones personales, pero qué pasa cuando ese reconocimiento sólo es endogámico y no se observa fuera del país. Es decir, utilizando al fútbol como símil, ¿qué pasa cuando Laines no triunfa en Europa y los Tigres le hacen un contrato fabuloso?
