Bombardean colegios y hospitales en la Guta este, a las afueras de Damasco.


"La comunidad internacional debe adoptar sus responsabilidades. Detener este río de sangre y la hambruna. Son crímenes de guerra", rogó Abu Bashir. "El acceso a ayuda humanitaria debe abrirse inmediatamente, la comida y las medicinas deben ser traídas y los bombardeos deben detenerse", insistió

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Bombardean colegios y hospitales en la  Guta este, a las afueras de Damasco.

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Febrero 21, 2018 12:48 hrs.
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Un rugido ensordecedor que da paso a un golpe seco, contundente y letal. Así son los días y las noches en el distrito opositor de Guta Este, a las afueras de Damasco. Así lo escuchó EL MUNDO en una grabación que Abu Bashir, un médico residente en la zona cero, le envió ayer durante una entrevista. Cientos de personas han muerto o sufrido heridas alrededor del facultativo desde el domingo, en una de las mayores matanzas de la sangrienta guerra en Siria. Una situación que muchos asemejan a la de Alepo a finales de 2016.



"Puede que estemos en el mismo escenario de Alepo. Es un asalto en el que se están matando simples civiles. Se está destruyendo todo, incluidos mercados, hospitales y escuelas", denuncia Abu Bashir desde el barrio de Saqba, uno de los más golpeados estos días en la que varios testigos han definido como la fase más mortífera en siete años de guerra. "Las organizaciones internacionales son débiles. Son incapaces de ponerse en nuestro lugar", critica el doctor, mientras, añade, dos cazabombarderos sobrevuelan su hogar.

El 22 de diciembre de 2016, los últimos combatientes opositores y civiles que lo desearon abandonaron el pedazo de Alepo que les quedaba, tras meses de un asedio atroz que incluyó el bombardeo intensivo de infraestructuras civiles y el bloqueo de ayuda humanitaria. Abusando de una táctica militar vieja como las guerras, el Gobierno de Bashar Asad y sus aliados trataron de quebrar la reticencia de los grupos armados opositores a rendirse matando a docenas de civiles por tierra y aire. La historia se repite en Guta Este.

Los proyectiles llevan semanas lloviendo copiosamente sobre Guta, hogar de al menos 350,000 asediados. Más de 700 personas han muerto en los últimos tres meses, según recuentos locales. Desde el domingo pasado hasta ayer, entre rumores de un asalto inminente de fuerzas leales a Asad, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización pro opositora que informa en base a una red de activistas sobre el terreno, elevó a 194 el número de fallecidos y a más de quinientos el de heridos.

Sin recursos médicos para los heridos

"Mis hijos, de tres y dos años, me preguntan por qué nos atacan así. Cuando oyen el ruido de los cohetes se quedan silenciosos, en shock, y vienen corriendo a mis brazos", dice Abu Bashir, lamentando que el trabajo frenético atendiendo a las víctimas de los bombardeos no le permite apenas estar con su familia. Su labor médica puede costarle la vida. La Organización Médica Sirio Americana (SAMS), informó ayer de ataques a siete instalaciones sanitarias de Guta. La de Mary, donde murió un médico, quedó impracticable.

Abu Bashir comparte con este periódico imágenes impublicables, de cuartos convertidos en quirófanos improvisados, sin profilaxis ni apenas equipamiento médico, donde cuerpos desgarrados por las bombas aguardan una última clemencia. "No tenemos sérum anestésico, morfina o antiinflamatorios", alerta él, "los doctores están teniendo que operar con instrumentos reutilizados, y empleando medicamentos caducados". Tal escenario, asevera el médico, "es el del Día del Juicio Final".

Igual de horrorizados están los responsables de UNICEF, tras noticias como el relato de un colaborador de la agencia France Presse en Guta, en el que explicaba cómo tenían que llegar a guardarse los cadáveres de los pequeños muertos en neveras. Tanto que la agencia de la ONU para la infancia emitió ayer un comunicado en blanco, con una serie de entrecomillados vacíos, dando a entender que faltaba texto, culminados por una explicación: "Ya no tenemos palabras para describir el sufrimiento de los niños y nuestra indignación".


"La comunidad internacional debe adoptar sus responsabilidades. Detener este río de sangre y la hambruna. Son crímenes de guerra", rogó Abu Bashir. "El acceso a ayuda humanitaria debe abrirse inmediatamente, la comida y las medicinas deben ser traídas y los bombardeos deben detenerse", insistió. Pero al otro lado sigue el silencio. La guerra siria, convertida en conflicto de intereses extranjeros, se ha retorcido tanto que hasta sus mesas de resolución han degenerado en meras plataformas proselitistas, incapaces de pararla.

Desde la caída de Alepo, Bashar Asad y sus principales soportes, Rusia -clave en los bombardeos aéreos y en la rehabilitación internacional de la figura del presidente Asad- e Irán -que ha proporcionado financiación y combatientes a un aliado crucial en la región- se han erigido como vencedores. Pero, principalmente en una franja sureña, en la provincia de Idlib y en Guta, una amalgama de opositores de todo tipo, entre ellos algunas brigadas radicales e incluso fieles a Al Qaeda, han mantenido sus posiciones.

Según las autoridades sirias, el asedio salvaje a Guta -donde mataron a 1,300 personas con un ataque de gas sarín en 2013- responde a la necesidad de acabar con los "terroristas" apostados allí, quienes, según la agencia SANA, mataron ayer a un civil e hirieron a nueve con sus proyectiles de mortero sobre zona oficialista. Los civiles, cuyo apoyo a unos y otros es desigual y responde primariamente a un interés de preservar su vida y sus posesiones, siguen siendo los grandes damnificados del averno sirio.

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