’Catón’

Caras vemos, nombres no sabemos

Caras vemos, nombres no sabemos
Periodismo
Mayo 01, 2019 18:37 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

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-Perdone la pregunta: ¿cuál es el origen de su nombre?

Me habían presentado a aquel señor en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y me llamó la atención su nombre: Usnaví. Pensé que provendría de alguna de las etnias locales, que sería algún nombre indígena con peregrina significación.

-Ay, licenciado –me dijo con pesarosa voz–. Vergüenza me va dar explicarle por qué me llamo así.

Le respondí que nadie es responsable de su nombre: sólo de nuestras obras respondemos. La idea la saqué del Quijote, pero eso no se lo dije. Así tranquilizado el pobre señor me contó porque se llama Usnaví.

-Allá por los años cuarenta mi papá se fue de bracero a los Estados Unidos. En una terminal de autobuses vio a un marino muy bien plantado, vestido de uniforme, que llevaba en el pecho una pequeña placa con una palabra que mi papá pensó era su nombre. Le gustó el nombre, y años después me lo puso a mí, su primer hijo. Pero lo que el marino traía en el gafete no era su nombre, sino el de la corporación a la que pertenecía: US NAVY. Por eso me llamo Usnaví.

Los nombres tienen origen impensado, y nadie tiene la fortuna que tuvo el ya citado Alonso Quijano, de escoger o cambiarse el nombre a voluntad. Yo mismo no iba a llamarme como me llamo, Armando. Mi nombre iba a ser el mismo de mi padre: Mariano. Pero en vísperas de darme a luz mi mamá fue al Cinema Palacio y vio ’La Dama de las Camelias’, con Greta Garbo y Robert Taylor. Le gustó el nombre del protagonista de aquel romántico melodrama y me lo puso. En una familia de Pedros, Antonios, José Marías y Juanes aquel novelesco Armando sonó a inaudita novedad.

La región del país que tiene nombres más extraños es Tabasco. Ahí encuentra uno señores que se llaman Lucifer, Lábaro o Vishnú. Y es que Tomás Garrido Canabal, tremendo enemigo de los curas, veía con malos ojos los nombres sacados del santoral cristiano. Decía que no creía ni en santos ni en reyes. Los tabasqueños, temerosos de las iras del señor gobernador, exprimían la imaginación para encontrar nombres que no evocaran ni el altar ni el trono. Y por no caer a veces tropezaban, pues nombres como el de Lucifer traen consigo por fuerza evocaciones religiosas.

Aquí en Saltillo hubo una familia, Patrón Novelo, que dejó memoria muy grata. El señor Patrón debe haber sido librepensador, pues en vez de nombrar a sus hijos los numeró: Uno Patrón Novelo, Dos Patrón Novelo, etcétera. Yo me acuerdo de Cinco. Le decíamos Quico, porque eso de Cinco nos parecía muy raro.

Ya ni en los ranchos se usan ahora los nombres del calendario. Ahí se ve la tele, y los ejidatarios gustan de los nombres que salen en las telenovelas. A mi esposa y a mí nos pidieron que bautizáramos a una niña del Potrero. Nunca decimos que no a una invitación como ésa. Pero cuando supimos que la niña se iba a llamar Yajaira Elisema, algún arcaico atavismo hizo que nos negáramos a llevarla a la pila cargando el dicho nombre.

-¿Cómo se llama la mamá?

-Rosa María.

-Pues Rosa María le ponemos, y si no, no.

Pues no, dijeron los papás. Y ahí anda Yajaira Elisema muy oronda, y tan cristiana como si se llamara Rosita nada más.

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