Opinión
Raúl De La Rosa
Hace unas 7 décadas llegó a México un ritmo cubano (de dónde más podía ser), el Cha-Cha-Chá, y una melodía de ese ritmo decía: _"los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando Cha-Cha-Chá...";_ y hoy podríamos hacer una parodia diciendo: _"la Inteligencia Artificial (IA) llegó ya, y llegó arrasando en la medicina y en sus practicantes..."_
La Inteligencia Artificial (IA) puede utilizarse, como ya se está haciendo en algunos países ricos, para mejorar la velocidad y la precisión del diagnóstico y la detección de enfermedades; facilitar la atención clínica; reforzar la investigación en el ámbito de la salud y el desarrollo de medicamentos, y apoyar diversas intervenciones de salud pública, como la vigilancia de la morbilidad, la respuesta a los brotes y la gestión de los sistemas de salud. La IA también podría permitir que los pacientes tuvieran un mayor control de su propia atención de salud y comprendieran mejor la evolución de sus necesidades. Además, podría facilitar el acceso a los servicios de salud en los países con escasos recursos y las comunidades rurales, donde los pacientes a menudo tienen dificultades para acceder a los agentes de salud o al personal médico.
Pero como toda invensión humana, especialmente en las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial ofrece grandes posibilidades, sí, para mejorar la salud de millones de personas en todo el mundo; perooooo... como toda tecnología, también puede utilizarse indebidamente y causar daño. Y eso ya se ha venido investigando, legislando y supervisando en diversos países de la OCDE después del informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), denominado _"Ética y Gobernanza de la Inteligencia Artificial en el Ámbito de la Salud 2021"_ (Ethics and Governance of Artificial Intelligence for Health 2021), que inició en el año 2019, concluyendo y publicándose en el año 202. Éste informe proporciona a los países de la OMS una valiosa guía sobre la manera de aumentar al máximo los beneficios de la IA, al tiempo que, según los creadores del informe (un grupo de expertos internacionales nombrados por la OMS), se minimizan sus riesgos y se evitan sus trampas. Por lo tanto, las nuevas orientaciones de la OMS nos indican que la Inteligencia Artificial (IA) ofrece grandes expectativas para mejorar la prestación de atención de salud y la medicina en todo el mundo, siempre y cuando la Ética y los Derechos Humanos ocupen un lugar central en su concepción, despliegue y utilización.
La IA también podría permitir que los pacientes tuvieran un mayor control de su propia atención de salud y comprendieran mejor la evolución de sus necesidades. Además de que podría facilitarles el acceso a los servicios de salud en los países pobres, como México o aún más, sobre todo a las comunidades rurales, donde los pacientes tienen dificultades para acceder a los servicios médicos. Pero las oportunidades conllevan desafíos y riesgos, como la recopilación y utilización poco éticas de los datos sobre salud; los sesgos codificados en los algoritmos, y los riesgos que presenta la IA para la seguridad del paciente, la ciberseguridad y el medio ambiente... En decir, la IA también puede ser selectiva y elitista, depredadora y altamente contaminante.
Finalmente, todo está en quién, cómo, dónde, cuándo y para qué se utiliza la IA en los sistemas de salud de toda sociedad. O lo que es lo mismo, cuando los remedios caseros y todos los santos se vuelven tecnológicamente viables.
