Catón

El trabajo de no trabajar

El trabajo de no trabajar
Periodismo
Noviembre 11, 2019 18:38 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

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Aun cierto sujeto de un estado del sureste le tomaron una radiografía. El médico se desconcertó al ver la placa: en la espalda del individuo aparecían unas manchas simétricas que el facultativo jamás había visto. Convocó a junta de radiólogos y especialistas en diversas ramas de la ciencia médica, y ninguno acertó a relacionar aquellas extrañas señales con alguna enfermedad. La esposa del individuo vio la radiografía y dijo:

-Son las huellas que le ha dejado en el lomo la hamaca.
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En otra ocasión el mismo sujeto se hizo un análisis de laboratorio. La encargada le informó:

-Le salieron tres ácidos.

-¿Tres? -se alarmó el sujeto-. Yo sólo sé del ácido úrico. ¿Cuáles tres ácidos me salieron?

Enumeró la laboratorista:

-Ha sido tragón, ha sido borracho y ha sido güevón.

Borracho había sido, en efecto este hombre, y conservaba la afición. Con esta añadidura: jamás pagaba lo que se bebía. Un amigo se lo topó en una cantina y le dijo:

-Vamos al bar de mi colonia. Ahí las cervezas están a dos por una.

-Me quedo -replicó el tipo-. Aquí están a tres por cero.

Y es que estaba bebiendo a costa de otro, como de costumbre.

No es éste el único tipo holgazán que hay en la República. En todas partes abundan los huevones. Hace unas semanas viajé a cierta ciudad, y acudí a su café tradicional. Me extrañó verlo con pocos parroquianos, siendo que siempre está atestado.

-¿Qué sucede? -le pregunté al mesero-. ¿Por qué hay tan poca gente?

Respondió el camarero:

-Es que el Gobernador anunció que va a abrir 10 mil empleos, y muchos se quedaron en su casa por el temor de que les toque uno.

Pero vuelvo al protagonista de mi cuento, que no es cuento sino, como dije, verídica historia. La esposa del holgazán empezó a tener problemas de salud. Los doctores le encontraron una incipiente diabetes. Con inquietud la señora comentó el problema con una su vecina. Le dijo ésta:

-En Monterrey hay un doctor que por 10 mil pesos hace trabajar al páncreas.

Replicó la señora:

-Le doy 50 mil si hace trabajar a mi marido.

Al perezoso individuo de quien cuento todo esto se le ocurrió irse a los Estados Unidos en compañía del mismo tipo aquel de la cantina, holgazán también.

Llegaron los dos a la frontera, y ahí les marcó el alto un agente americano de migración.

-Ustedes no poder pasar -les dijo, terminante.

-¿Por qué no? -inquirió uno de los dos haraganes-. Nuestras visas están en orden.

-Sí -respondió el guardia-. Pero yo creer que ustedes venir a los Estados Unidos a trabajar.

-¡Uh, mister! -exclamó el sujeto-. ¡Precisamente de eso venimos huyendo!

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