Catón
Armando Fuentes Aguirre
Este gato es tan bueno que hasta parece perro.
Su dueña, doña María, le puso un lindo nombre: ’Capullo’. Y es que el gato es blanco, sin mancha alguna, como capullo de algodón.
Doña María lo llama: ’¡Capullo!’, y el gato acude al punto ande donde ande. Doña María va y viene por la casa y Capullo viene y va con ella. Doña María se sienta por las tardes a tejer y se queda dormida en su sillón. Cuando el gato mira que su ama duerme se duerme él a sus pies.
Los gatos son tigres a los que se les olvidó crecer. A Capullo se le ha olvidado su fiereza; tiene la misma bondad y mansedumbre de doña María. Su blancura es la del alma de esta santa mujer que se irá al Cielo –dicen las gentes del Potrero- con todo y zapatos.
En la casa del buen Dios estará doña María.
Con ella estará Capullo.
Al Señor no le importará que Capullo sea gato.
Su misericordia es infinita.
¡Hasta mañana!...