Al favorecer la liberación de otras sustancias la oxitocina puede llegar a actuar como una droga para nuestro cerebro e incluso hacernos perder el norte debido a ese cóctel de sensaciones que nos genera. Pocas palabras representan algo tan intenso, puro y mágico a la vez biológico y emocional como la oxitocina.
Se la conoce como la hormona del amor, la molécula de los abrazos, la química de la felicidad y también de la crianza.
No podemos olvidar, por ejemplo, la importancia que tiene la oxitocina a la hora de dar a luz, de iniciar la lactancia o de construir ese vínculo de apego tan intenso entre madre e hijo que, sin duda, es clave en nosotros y en gran parte de los mamíferos.
Todo ello ha hecho que esta hormona producida en el hipotálamo y secretada por la glándula pituitaria posterior se alce como una de nuestras favoritas porque, en sí misma, es la esencia química del amor.