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Los adolescentes

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Abril 24, 2018 18:26 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

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A la doctora, escritora, poeta y médico Rosa Chávez Cárdenas, la UNIVA (Universidad del Valle de Atemajac, Zapopan) donde estudió Psicología, en el 2006, le dieron el premio Ocelote. Lo otorgan después de 5 años de egresado y por logros obtenidos.
El reconocimiento fue también por el’ Mérito al Humanismo a la labor social’.
Además la institución adquirirá, para la biblioteca de sus diez universidades: Vallarta, Zamora, León Gto. Querétaro, Tepic, Lagos de Moreno, Guadalajara, La Piedad Mich. Uruapan, Colima, cien libros. Veinte por cada uno de sus cinco libros que ha publicado: Discapacidad…encontrarle sentido al Dolor (Tercera Edición) obra, en el que ofrece una visión del dolor que invade a la familia cuando la discapacidad se apodera de uno de sus integrantes. Ciencia y Filosofía de la Homeopatía, sus raíces y su futuro. Los Padres Malabaristas. Recupera el Sentido de tu vida; evita trastornos Psicoemocionales. Democracia, semillas a cultivar desde la familia. Acompañados de su semblanza académica, muy vasta. Ella, Rosa Chávez Cárdenas también maestra, habla de un negativismo desafiante. Se refiere a los adolescentes en México. Y los describe puntual.
En México, nos dice, se percibe un ambiente hostil, de resentimiento, rebeldía, con todas las características propias de los adolescentes que están en lucha consigo mismos y contra lo establecido.
Culpan de todo a las figuras de autoridad, a sus padres, maestros, a los policías y a todo lo que tiene que ver con las reglas sociales.
En los tiempos modernos, con la globalización, se perdió el modelo de autoridad en el que fuimos educados los que ahora somos abuelos. En ese entonces la autoridad era una figura de respeto que ejercía el poder, el miedo y el chantaje.
La obediencia uno de los valores principales y la consciencia moral eran un guardián del principio del placer: ’Dios te está viendo’.
Crecimos con el sentimiento de culpa que surgía cuando trasgredíamos las reglas tan estrictas y las muchas creencias, sobre todo las impuestas a las mujeres.
No todo estaba bien, también sufrimos abusos de autoridad, pero, el sistema mantuvo el orden y nos dio una formación. Luego se rompió el modelo de gobernar y nos fuimos al extremo opuesto.
Estamos inmersos en una cultura consumista y permisiva en la que todo se vale. Vivimos el principio del placer sin medir consecuencias. En nuestro país está muy definida la falta de respeto a la autoridad. Domina la cultura de la ilegalidad. Observamos conductas propias del Trastorno Oposicionista Desafiante Rebeldía ante cualquier figura de autoridad: padres, maestros, jefes laborales, policías, incluso a las creencias religiosas.
En la población detectamos comportamientos propios de la adolescencia: irresponsabilidad, falta de empatía, indiferencia, narcisismo, incapacidad para lidiar con la ira.
No controlan los impulsos, están a la defensiva, presumen independencia para esconder la dependencia, juegan con los dos roles a comodidad. Adultos cuando les conviene y niños para recibir beneficios. Reniegan de su país y desean vivir en el extranjero, así como el hijo pródigo.
En estos tiempos en que la consciencia moral se ha vuelto laxa y se busca el placer a costa de lo que sea, resulta complicado distinguir entre el bien y el mal. Los modelos a imitar son los que ostentan más lujos: artistas, deportistas, narcos, políticos que presumen sus bienes materiales, bien o mal ganado.
Ser pobre es sinónimo de bruto.
El ambiente familiar y social es el caldo de cultivo para el comportamiento agresivo y violento en el que estamos inmersos.
Las reglas del Estado están infiltradas por la corrupción.
Un manejo familiar disfuncional y antisocial favorece el acometimiento de actos delictivos desde el hogar cuando encontramos un ambiente muy primitivo, en el cual se permite el robo desde temprana edad, el alcohol desde muy jóvenes, el sexo sin protección.
Son hogares marcados por la violencia de padres a hijos y entre hermanos, y relaciones de pareja donde los hijos están triangulados en sus disputas.
Otras son familias desintegradas en las cuales la madre, al ser el único proveedor tiene que dejar a sus hijos para buscar el sustento. Eso impulsa a los hijos a salir para buscar compañía y suplir el abandono.
Esos jóvenes carentes de límites y seguridad en ellos mismos quedan atrapados en otro ambiente desfavorable: la adicción a las drogas que los lleva a la delincuencia en un círculo del cual ya no podrán salir. El negativismo desafiante se vuelve patología y adoptan conductas impulsivas, agresivas y autodestructivas dañándose a sí mismos.
La partidocracia se volvió una anarquía, todos quieren el poder. Sin embargo los políticos no inspiran respeto, de manera que, gane el que gane las elecciones, el nuevo Presidente no tendrá vida fácil.
Necesitamos figuras que infundan respeto y autoridad, capaces de convertirse en modelos de honestidad, tolerancia, inclusión. En consideración de lo que vivimos, no pareciera un anhelo que pueda alcanzarse en un futuro cercano.
La política, sostiene doña Rosa, no va a cambiar la cultura del mexicano. El cambio tiene que venir de ambos espacios: la sociedad y la política.
Por supuesto coincidimos con la sicóloga que tenemos que mejorar el nivel de consciencia. Lo peor es no hacer nada para cambiar este ambiente tan desfavorable.
craveloygalindo@gmail.com

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