’Catón’
Armando Fuentes Aguirre
- 1 -
La fotografía cayó de aquel libro que tomó al azar. Mostraba a un joven que parecía sonreírle a todo el mundo.
Era él mismo, 30 años antes. Se sentó en el sillón y se puso a mirarse.
¿Qué había quedado en él de aquel muchacho? Desde luego no el pelo, ahora escaso y entrecano. Tampoco, naturalmente, la esbeltez juvenil: el firme abdomen de ayer era la fofa barriga de hoy. Tampoco tenía ya aquel brillo en los ojos y aquella sonrisa luminosa.
Se sintió triste. Pero no por haber perdido algo de pelo y bastante de postura. Al ver la imagen de aquél que había sido rememoró sus sueños de muchacho y se dio cuenta de que hacía mucho tiempo -¿cuánto? -los había perdido.
Volvió a poner la fotografía en el libro; puso luego el libro en su lugar. Y supo vagamente que algo muy triste nos sucede cuando ya no soñamos los sueños que alguna vez soñamos.
- 2 -
-Habló tu papá. Deberías ir a verlo; ya hace más de un mes que no lo visitas.
-¿Y quieres que vaya otra vez? Carajo, tú ves el trabajo que he tenido. No me queda tiempo para nada. ¿Le pasa algo a mi padre? ¿Está enfermo?
-No, parece que se ha sentido bien, pero dice que ni por teléfono ha podido hablar contigo; que en la oficina le dicen que no estás. ¿Por qué no le das una vuelta?
-Hoy no puedo. A ver si el próximo domingo, si es que no nos llaman los compadres. Si vuelve a hablar dile que uno de estos días le caemos. Y ahorita vengo.
-¿A dónde vas?
-A pasear al perro.
- 3 -
Son cuatro señores los señores. Uno es alto y delgado, otro es bajito y regordete; el tercero cojea un poco y el último usa todavía sombrero de fieltro.
Todas las tardes se juntan en una banca del parque. Las señoras y los muchachos que por ahí pasean saben que esa banca les pertenece a ellos, por eso no la ocupa nadie.
¿Y qué hacen los señores? Hablan. Hablan de todo, especialmente de sus tiempos. Son jubilados de la misma fábrica, y recordar es profesión de jubilados.
Si yo pudiera les haría a esos cuatro señores una estatua. Toda su vida trabajaron. A nadie hicieron daño. Formaron sus familias. Bebieron algunas veces sus cervezas, eso es cierto, pero nunca se presentaron borrachos en su trabajo ni en su casa. Fueron obreros, y ahora sus hijos son médicos, ingenieros, abogados...
Si yo pudiera les haría a los cuatro señores una estatua. Ellos son héroes más verdaderos que muchos héroes de mentiras que tienen estatua y calle con su nombre.