Ulises


Como Ulises, repito ¡Que seas viejo cuando alcances la isla!

Ulises
Cultura
Julio 22, 2017 21:01 hrs.
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Octavio Raziel › tabloiderevista.com

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La vida como es…

La riqueza está en el camino y no en la llegada. Aunque el viaje lo empezamos nada más nacer, suele ser en nuestra madurez cuando tenemos una mayor conciencia de la vida como proceso.
Como Ulises, repito ¡Que seas viejo cuando alcances la isla!
Ya no soy joven, aunque en ocasiones me pregunto: ¿Cuándo fui joven? La vida me arrastró en esa vorágine de aventuras que representa el periodismo. He sido un frío estratega que como un cartógrafo tracé mi propio futuro abandonando los lastres de la primera etapa de mi existencia.
Me ha tocado vivir con magníficos amigos y colegas, con adorables mujeres y uno que otro enemigo, que son indispensables. He sido un peregrino, al tiempo que un escriba.
Cuando hago el recuento me pregunto qué sentido tiene mi existencia si ya realicé casi todos mis deseos ¿Qué hay más que no sea una mera repetición? ¿Será ella, mi sueño imposible, sólo una respuesta al vacío que va quedando cuando ya, irónicamente, se ha colmado el sentido de la vida?
La inteligencia suprema es no tener ilusiones, escribía Jiddu Krishnamurti. ¿Será que mi mente se hizo experta en crear ilusiones o autoengaños? Debemos cerrar los ojos y experimentar poner el cerebro en cero, en nada, agregaba.
Para convertirnos en ‘nosotros mismos’ no tenemos que viajar de un lado a otro. Todo se encuentra ya en nuestro interior.
Mis vivencias son los espejos de mi propia interioridad.
Los hechos que han marcado mi vida me enredan, confunden, seducen y, en ocasiones, son fantasmas del miedo, la desesperanza y el olvido.
La vida me ha dado el coraje, la astucia, la amistad y el honor, desoyendo los cantos de sirenas que pretendían minar mi alma.
Si en ocasiones me ha dado por escribir cosas estrambóticas y escandalosas, también he aprendido que debo mostrarme humilde y generoso al juzgar las pasiones y los anhelos ajenos.
Y en el escaque que corresponde al amor me remito a Jorge Luis Borges en su cuento ’Aleph’ cuando escribe:
’Nuestra mente es porosa para el olvido. Yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de…’
Como en los actos de contrición yo también me reservo el nombre de ella.
Huérfano, vagabundee intentado encontrar un lugar en el mundo. Luché contra las adversidades e intenté encajar en los modelos sociales imperantes. Entré en conexión con el momento presente, el ahora y el aquí en toda su rotundidad.
Me convertí en un prestidigitador que hace aparecer su pluma como una varita mágica y es capaz de conmover a sus lectores evocando emociones. Las historias que escribo son como un tren en movimiento: no importa donde las abordes, tarde o temprano llegarás a su final.
Merlín decía que sólo los tontos mueren satisfechos y yo he pretendido transmutarme a cada instante. Como el mago me he considerado un alquimista, arquetipo de la transformación de mi vida misma.
Perdón por estas divagaciones que en ocasiones son catarsis, saetas lanzadas al mar, sin diana preconcebida.

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