Opinión

Un Pancho y varias Toñas

Un Pancho y varias Toñas
Periodismo
Julio 13, 2018 21:58 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

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Famoso borrachín era el tal Pancho.

Sus embriagueces no tenían fin. Sin embargo él afirmaba que una sola vez se había emborrachado, a los 18 años. Añadía que la borrachera que traía ahora, a los cuarenta, era la misma.

Cae que no cae iba Pancho todos los días desde el ’Lontananza’, en la calle de Victoria, al ’Cuauhtémoc’, por Allende, y luego al ’Jockey’, frente a la Plaza de Armas. Remataba su cotidiana peregrinación en ’Los Bajos’, famosa cantina que estaba en el sótano del Hotel ’Coahuila’, de donde no podía ya salir a causa de la escalera empinadísima, que a esas alturas -o bajuras- se le hacía a él más difícil de escalar que el Anapurna o el Everest.

Nunca traía dinero Pancho, pero bebía de todo.

Caía en gracia a unos; inspiraba lástima a otros; lo apreciaban bien todos. El caso es que no le faltaba nunca quien le invitara ’la otra’. En el peor de los casos, cuando no hallaba a nadie, los cantineros le obsequiaban ’las toñas’, infame bebistrajo que resultaba de vaciar en un recipiente lo que quedaba en las copas de toda la clientela. En ese inmundo pote se revolvían horriblemente sobras de tequila y de ron, de cerveza y de brandy, de aguardiente, ginebra y vil mezcal.

A un misionero norteamericano le dio por redimir al pobre Pancho. Se apesadumbraba el buen predicador de verlo ir por las calles ’midiendo paredes’, como solían decir los saltillenses que hacían los borrachos tambaleantes, pues en ellas se iban deteniendo para no caer, y parecía que las iban midiendo a brazadas. Le dolía al piadoso yanqui ver aquel hombre sin ventura perdido en los humos de su borrachera, inútil para todo lo que no fuera buscar las copas con que saciaba su irreprimible sed.

Una vez el americano se enteró de que Pancho,que hacía un rato le había pedido unas monedas ’para comida’, con la promesa firme de que no las gastaría en beber, se había ido en derechura a una cantina. No tuvo empacho el misionero en entrar a aquel lugar de vicio, pensando que ahí hallaría ocasión de ejercitar su ministerio. Halló a Pancho, en efecto, en compañía de otros briagos a quienes con júbilo había invitado con el dinero recibido. ’Una de cal por las que van de arena’, habría pensado.

-Pero hombre, Pancho- le dijo el misionero después de exhortarlo inútilmente a salir de la taberna-.

¿No saber ousté que el vino ser muy malo? Apenas ayer leer yo en ’Atalaya’ que cada año morir 50 mil americanos víctimas del alcohol.

-Pos eso allá los gringos -replicó Pancho-. ¡Yo soy puro mexicano!

Salió el misionero meneando tristemente la cabeza, y todavía al salir oyó que en la radiola comenzaban a sonar los acordes de la conocida canción ’Amor Perdido’. También escuchó un grito destemplado de borracho que proclamaba a voz en cuello:

-¡Viva México, cabrones!

Ciertamente la patriótica proclama no hacía juego con la canción.

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