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Voz del pueblo ¿voz de Dios?

Voz del pueblo ¿voz de Dios?
Periodismo
Febrero 12, 2020 19:55 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

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Cultivé amistad con el licenciado Carlos Madrazo. No en su época de presidente del PRI, Dios guarde la hora, sino cuando lo expulsaron ’del seno del partido’ por haber intentado moverlo algunos milímetros hacia la democracia. Teníamos relaciones mutuas: el inolvidable médico saltillense don Eduardo Dávila Garza; Roberto Chávez, tamaulipeco; otro doctor igualmente querido, el monclovense Bartolomé Bosque Ballesteros. Ellos se encargaron de acercarme a él. Nació de esa manera una amistad que duró hasta la trágica –y sospechosa- muerte de don Carlos.

En el tiempo en que pretendió fundar un nuevo partido político le organicé una conferencia en Saltillo, lo cual provocó la ira de los mezquinos y los inmorales. Tuve el gusto de ver que el solo anuncio de que Madrazo hablaría hizo que se llenara hasta los topes el vasto gimnasio de la Sociedad Manuel Acuña. Vívido recuerdo: cuando Madrazo entró en el recinto los asistentes que lo abarrotaban se pusieron en pie y le tributaron una ovación interminable. Conmovido, me tomó del brazo y me dijo por lo bajo:
-Armando: no me esperaba esto.

-Licenciado -le respondí-: está usted en Saltillo.

Tuvimos muchos encuentros. Gustaba él de visitar Monterrey, ciudad donde tenía amigos muy queridos. Con ellos íbamos al restorán que está en las alturas de Chipinque, sitio discreto y apartado, y ahí él hablaba y nosotros oíamos. ¡Porque vaya si hablaba el señor Carlos Madrazo! La más fuerte tormenta tropical era un ligero chipichipi comparado con su modo de hablar. Mil, un millón de ideas le bullían en el cerebro, y apenas acertaba a dar salida a algunas en aquellos prolongados monólogos que eran como genial discurso, como cátedra improvisada, como provocadora conferencia.

Una vez, sólo una vez porque las osadías de la ignorancia no deben repetirse, me atreví a disentir de él en una de aquéllas que a duras penas se pueden llamar conversaciones. Hablaba Madrazo de la voluntad del pueblo, a la que daba igual importancia que hoy le da López Obrador. En un momento dado dijo con exaltación una frase que ignoro si es de él o la tomó de alguno.

-Señores -declaró-. Si a mediodía el pueblo dice que es de noche, hay que encender los faroles.

En ese punto me atreví a decirle que en labios de un demagogo esa frase podía sonar bien, pero no dicha por un verdadero político como él. Me recordó Madrazo aquello de ’Vox populi, vox Dei’. La incipiente discusión, que ni siquiera alcanzó a tomar camino, se esfumó cuando en uno de los tantísimos vericuetos del discurso apareció el nombre de José Juan Tablada. Entonces Madrazo nos recitó bellamente los poemas ’Quinta Avenida’, ’Ónix’ y otros del celebrado vate.

Con perdón del espíritu de don Carlos yo creo aún que si a mediodía el pueblo –aunque sea bueno y sabio- dice que es de noche es porque sufre de ceguera o es mentecato. Se debe entonces abrirle los ojos, sacarlo del error en vez de acompañarlo en él. O de acompañar en él a su Presidente. Digo.

PRESENTE LO TENGO YO

‘Catón’ Cronista de la Ciudad

ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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