Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene

’ No tengáis miedo

’ No tengáis miedo
Religión
Enero 08, 2021 21:16 hrs.
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La Palabra de Dios


Sábado 09 de enero, 2021

Primera Lectura
1 Jn 5, 14-21
Queridos hijos: La confianza que tenemos en Dios consiste en que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos escucha. Si estamos seguros de que escucha nuestras peticiones, también lo estamos de poseer ya lo que le pedimos.

Si alguno ve que su hermano comete un pecado de los que no llevan a la muerte, que pida por él y le obtendrá la vida. Esto vale para los que cometen pecados que no llevan a la muerte, porque hay un pecado que sí lleva a la muerte (por ése no digo que se pida). Toda mala acción es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.

Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y no lo toca el demonio. Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo entero yace en poder del demonio. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido ya y que nos ha dado inteligencia para conocer al Dios verdadero. Nosotros permanecemos fieles al único verdadero, porque permanecemos en su Hijo Jesucristo. Él es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijos míos, no adoren a los ídolos.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
149, 1-2. 3-4. 5 y 6a y 9b
R. (4a) El Señor es amigo de su pueblo.
Entonen al Señor un canto nuevo,

en la reunión litúrgica proclámenlo.
En su creador y rey, en el Señor,
alégrese Israel, su pueblo santo. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.

En honor de su nombre, que haya danzas,
alábenlo con arpa y tamboriles.
El Señor es amigo de su pueblo
y otorga la victoria a los humildes. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.
Que se alegren los fieles en el triunfo,
que inunde el regocijo sus hogares,
que alaben al Señor con sus palabras,
porque en esto su pueblo se complace. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 4, 16
R. Aleluya, aleluya.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz.
Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 3, 22-30
En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos, bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque ahí había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba, pues Juan no había sido encarcelado todavía.

Surgió entonces una disputa entre algunos de los discípulos de Juan y unos judíos, acerca de la purificación. Los discípulos fueron a decirle a Juan: ’Mira, maestro, aquel que estaba contigo en la otra orilla del Jordán y del que tú diste testimonio, está ahora bautizando y todos acuden a él’.

Contestó Juan: ’Nadie puede apropiarse nada, si no le ha sido dado del cielo. Ustedes mismos son testigos de que yo dije: ‘Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido enviado delante de él’. En una boda, el que tiene a la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que lo acompaña y lo oye hablar, se alegra mucho de oír su voz. Así también yo me lleno ahora de alegría. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene
«Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene.» Este creer en el Amor de Dios es lo que nos define a los cristianos y lo que constituye el núcleo más íntimo de nuestra experiencia cristiana. Merece la pena ponerlo de relieve precisamente hoy, en un momento en que el cristianismo aparece a los ojos de algunas personas como una pura doctrina moral o una mera visión del mundo entre otras muchas opciones.

Somos conscientes de que no conocimos el amor de Dios hasta que Dios nos lo mostró en la cruz, cuando Cristo murió por nosotros. Y Dios hace real este Amor en nosotros, por medio del Espíritu Santo que mora en cada uno de sus hijos.

Supremo ejemplo del amor de Dios que nos compromete porque: «si Dios nos ha amado de esta manera, también debemos amarnos unos a otros.» Y la ’manera’ con que Jesús nos mostró su Amor fue muriendo en la Cruz, pero antes había pedido a su Padre:«perdónalos porque no saben lo que hacen.»

La naturaleza de Dios es AMOR, es lo que nos acaba de decir San Juan, al tener esto en cuenta es cuando apreciamos que Dios define el Amor, pues distinguimos muy bien que el texto no dice que el amor es Dios, sino que dice: «DIOS ES AMOR.»

La cruz es la manifestación más grande del amor de Dios pues, Jesucristo, en ella, pagó el precio de nuestra salvación, por medio del derramamiento de su sangre preciosa. Esto sí que es amor.

Dios no es un principio abstracto, ni un producto de nuestro pensamiento o de nuestra orientación política. Pues la llamada que Dios nos hace es, sobre todo, una llamada al amor, y ser cristiano es una respuesta, responsable y consciente, a Su amor.

Esta clase de amor es difícil de comprender pues significa que yo también debo dar mi vida en bien de mis hermanos ya que nos hemos identificado con Él, con Su vida, con su Muerte y con su Resurrección.

Nosotros participamos de su vida aquí, en la tierra, aunque Él está en el cielo a la derecha de Dios, esperándonos, preparándonos una morada. Estamos unidos a Cristo porque hemos sido aceptados plenamente por Él.

No tengáis miedo
En el Evangelio de hoy Jesús se nos revela como Dios todopoderoso que actúa fuera de los límites de la naturaleza, pues camina hacia los discípulos andando sobre las aguas del lago.

Da la impresión de que el Señor quiere que los discípulos se den cuenta de que Él, siendo Dios, se abre camino por encima del agua a pesar del vendaval.

Jesús nos invita a sus seguidores a creer y a esperar en Él. Sin embargo, muchas veces nuestra actitud es similar a la de los apóstoles: tenemos miedo. Lo que nos ocurre es que no siempre vemos en los acontecimientos la ’mano’ amorosa de Dios. Hay muchas, puede que demasiadas, tormentas en nuestra vida.

Pero el evangelio de hoy nos muestra que Dios siempre está con nosotros, que «viendo nuestros esfuerzos» por alcanzar la orilla, se pone en camino para rescatarnos y llevarnos a puerto seguro. Por eso, una y otra vez, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro para que podamos seguir remando. Y lo hace cuando escuchamos su Palabra, cuando recibimos los sacramentos, cuando oramos, cuando le reconocemos en la persona de nuestros hermanos, etc. Lo único que tenemos que hacer es abrir nuestro corazón para que Él lo ocupe y veamos los acontecimientos como Él los ve.

Es de notar que Jesús está solo en tierra, mientras que los discípulos están en el lago, remando con gran esfuerzo pero sin lograr avanzar porque el viento les es contrario. Mientras, Jesús ora, y en su oración, ve cómo se esfuerzan por ir hacia adelante a pesar del viento en contra. Esta percepción es lo que le hace ir a su encuentro, caminado sobre las aguas.

Dicho de otra manera: también es de notar que los apóstoles están en el lago remando a contra viento, pero el Señor está ’junto al Padre,’ orando. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está ’junto al Padre’, no está ausente de lo que sucede a su alrededor, sino que, muy al contrario, está cercano a los suyos, por eso, durante su oración, ve en el apuro en que están y acude en su ayuda.

Los discípulos de Jesús, de todos los tiempos pasamos también por momentos de oscuridad, de viento contrario, de perder el control, etc. Por eso nos viene bien volver a escuchar al Señor que nos dice: «no tengáis miedo.» La presencia del Señor en nuestro corazón calma y redimensiona nuestras dificultades, desde el horizonte que da la eternidad desde la que Él nos habla, acoge y alienta.

En medio de nuestra vida agitada estamos invitados a buscar, como el Maestro, nuestros espacios de soledad donde parar la vida y ponernos, junto a Él, ante el Padre, por medio del Espíritu, para decirle con sus palabras: «hágase tu voluntad» o, en el silencio de cualquier ’noche,’ recibir el aliento que sólo su presencia puede darnos en medio de cualquier tempestad.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)

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