"Soy yo, no tengáis miedo"

’ ¿Quién es este, que hasta el mar y el viento le obedecen? ’

’ ¿Quién es este, que hasta el mar y el viento le obedecen? ’
Religión
Agosto 02, 2021 19:52 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 03 agosto 2021

Lectura I
Nm 12, 1-13
En aquellos días, María y Aarón criticaron a Moisés porque había tomado por esposa a una mujer extranjera. Decían: ’¿Acaso el Señor le ha hablado solamente a Moisés? ¿Acaso no nos ha hablado también a nosotros?’ Y el Señor los oyó. Moisés era el hombre más humilde de la tierra.

De repente, el Señor les dijo a Moisés, a Aarón y a María: ’Vayan los tres a la tienda de la reunión’. Y fueron los tres. Bajó el Señor en la columna de nube y se quedó en la puerta de la tienda. Llamó a Aarón y a María, y los dos se acercaron.

El Señor les dijo: ’Escuchen mis palabras. Cuando hay un profeta entre ustedes, yo me comunico con él por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, mi siervo, es muy distinto: él es el siervo más fiel de mi casa; yo hablo con él cara a cara, abiertamente y sin secretos, y él contempla cara a cara al Señor. ¿Por qué, pues, se han atrevido ustedes a criticar a mi siervo, Moisés?’

Y la ira del Señor se encendió contra ellos. Cuando él se fue y la nube se retiró de encima de la tienda, María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa.

Entonces Aarón le dijo a Moisés: ’Perdónanos, Señor nuestro, el pecado que neciamente hemos cometido. Que no sea María como quien nace muerta del seno de su madre; mira su carne ya medio consumida por la lepra’. Entonces Moisés clamó al Señor, diciendo: ’Señor, ¡cúrala por favor!’
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Del Salmo 50
R. (cf 3a) Misericordia, Señor, hemos pecado.
Por tu inmensa compasión y misericordia,
Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos
y purifícame de mis pecados.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas,
tengo siempre presentes mis pecados.
Contra ti solo pequé, Señor,
haciendo lo que a tus ojos era malo.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Es justa tu sentencia
y eres justo, Señor, al castigarme.
Nací en la iniquidad,
y pecador me concibió mi madre.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Crea en mí, Señor, un corazón puro,
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni retires de mí tu santo espíritu.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 1, 49
R. Aleluya, aleluya.
Maestro, tú eres el Hijo de Dios,
tú eres el rey de Israel.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 14, 22-36
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.

Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: ’¡Es un fantasma!’ Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: ’Tranquilícense y no teman. Soy yo’.

Entonces le dijo Pedro: ’Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua’. Jesús le contestó: ’Ven’. Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: ’¡Sálvame, Señor!’ Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: ’Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: ’Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios’.

Terminada la travesía, llegaron a Genesaret. Apenas lo reconocieron los habitantes de aquel lugar, pregonaron la noticia por toda la región y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y cuantos lo tocaron, quedaron curados.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

"Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo"
Desde siempre, desde el origen, la envidia ha sido, es y será la fuente de todos los desencuentros humanos. Empezó con Caín y Abel y continúa en nuestros días.

Aarón y María tienen una cierta envidia por la familiaridad con que el Señor habla a Moisés y hablan contra él, contra su propio hermano. ¿Nos suena la situación? Creo que sí. Es fácil oír voces contrarias a los líderes de cualquier tipo: La oposición, incluso el insulto, al opuesto es generalizada, y no hablo de política, que ya es el desiderátum, sino de la vida normal. Si mi hermano o el vecino tiene algo que yo no puedo tener, me voy a dedicar a denigrarlo, a mirarlo con desdén no porque necesite lo que él tenga, sino porque yo no lo tengo y el sí.

No son Aarón y María enemigos, ni siquiera adversarios, de Moisés, pero si tienen el gusano de la envidia que les hace torpes y el Dios del Antiguo Testamento castiga su falta. Moisés intercede ante Dios y logra el perdón y la salud para María. El Dios que conduce al pueblo de Israel castiga a quienes pecan contra él, pero es también el Dios de la misericordia que condena, perdona y salva. Moisés intercede por sus hermanos y María recuperará la salud siete días después. Ese es nuestro Dios: un Padre lleno de amor maternal por todas y cada una de sus criaturas.

La tensión entre Dios y su pueblo, es constante. La historia está llena de episodios de quebranto de la Ley por parte de Israel, -o de nosotros, nuevo Israel-, o de cualquier hombre o sociedad a través de la historia. A estos episodios de alejamiento, suele suceder un tiempo de conversión, y el Dios paciente que nos ama, perdona y empieza de nuevo.

"Soy yo, no tengáis miedo"
Es una constante en Jesús, reflejo puro de la mirada del Padre. A veces no entendemos lo que Dios hace con nosotros, no terminamos de entender que las manos de Dios no son como las nuestras y tenemos miedo. Ciertamente las olas hoy están encrespadas y la frágil barquilla que es la Iglesia sufre sus embates que amenazan hundirla. Asustados gritamos como hicieron en aquella ocasión ’¡Sálvanos, Señor, que perecemos!’. Parece como si Cristo se hubiera ido de nuestro lado y estuviéramos sin defensa a merced del furioso oleaje.

Nos falta fe para recordar que Jesús está con nosotros hasta la consumación de los siglos, que no está dormido, sino que está vigilante, respetando la libertad del hombre para acertar o equivocarse. Puede que queramos a un Jesús en pie, increpando al viento y las olas, y puede, también, que Jesús esté esperando a que nosotros hagamos nuestro trabajo. Seguimos pidiendo a Dios que quite el hambre del mundo; decimos muy convencidos de estar haciéndolo bien: ’¡Padre, escúchanos!’ Le traspasamos a Dios nuestra obligación, cuando ya nos ha dicho como quitar el hambre del mundo: ’¡Dadles vosotros de comer!’ Pedimos la paz del mundo y olvidamos hacer nosotros nuestra pequeña paz con el vecino. Olvidamos, porque no nos interesa recordar, que la paz del mundo no es otra cosa que la suma de nuestras pequeñas paces individuales.

Queremos creer que el que viene a nosotros andando sobre el ruido de la tormenta es un fantasma y nos da miedo. Sabemos que el está cubriéndonos las espaldas hasta el final de los días, pero se nos encoge el ánimo por nuestra inercia a seguir sin hacer nada o haciendo muy poco. Y cuando nos invita a caminar por las olas a cada uno de nosotros, saltamos de la barca alegremente, pero apenas hemos puesto los pies sobre el abismo, dejamos de estar seguros y comenzamos a hundirnos.

Encendamos la antorcha de la fe y salgamos al mundo firmes sobre las aguas que amenazan tragarnos, porque la mano de Jesús está entre las nuestras, solo falta que lo creamos y confiemos en él.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

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