Transparencia política
Erwin Macario Rodríguez
Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado. Gabriel García Márquez/ El amor en los tiempos del cólera
Amiga Lugui Osorio: te agradezco la oportunidad de que con los historiadores Héctor Valencia Reyes y Laura Díaz Rodríguez, bebamos nuevamente el elixir de la memoria colectiva, a 56 años de la más infame agresión a las libertades en México.
Se ha dicho que somos lo que recordamos.
Olvidar una acción del Poder contra la juventud sería beber las aguas del Leteo que, en la Grecia antigua, hacía olvidar su pasado a las almas revividas.
Recordamos hoy la Matanza de Tlatelolco, no únicamente para evitar nosotros la pérdida de la memoria histórica, sino para que no olviden las nuevas generaciones.
Recordar, un día como éste, aciago para la Patria, es no sólo revivir el dolor de aquellos días, para encontrar culpables de lo malo que ha sobrevivido, sino ocasión para analizar lo que ha acontecido bien y lo que se ha enmascarado en los postreros días de Tlatelolco.
Sobreviviente de los movimientos estudiantiles que en Tabasco iniciaron en 1967, encuentro que si, como dice el gran Gabo, con el corazón elimino parte de los malos recuerdos y magnifico los buenos, no es exigiendo al Ejército Mexicano que pida perdón por esos hechos, sino que el recuerdo de ellos avive el amor patrio y la humanidad de las Fuerzas Armadas para defender al pueblo antes que ensagrentarse las manos por servir al Poder.
En ese magnificar los buenos recuerdos —difícil para quienes amábamos la libertad de los Días de Mayo de Europa, las guerrillas del Che, el Libro Rojo de Mao y queríamos ir a la Universidad de Lumumba, para servir con el conocimiento científico y la estrategia bélica a nuestros pueblos—, el tiempo ha esclarecido algunos hechos y, por la política, oscurecidos otros.
Como un bálsamo, que el perdón sublimiza, muchos de los que sobrevivimos a esos movimientos entendemos el humanismo que, en Tabasco, mantuvo el gobernador Manuel R. Mora pese a la presión de violencia ejercida por Gustavo Díaz Ordaz, que llegó a mandar en abril de 1968 a un escuadrón de fusileros encabezados por el general para reprimir violentamente a los estudiantes.
Mora, ese es un baldón en su historia, no pudo evitar la represión criminal de quienes como funcionarios suyos defendían sus puestos en el Gobierno, más que el interés del pueblo que en gran aparte apoyaba el movimiento estudiantil.
La memoria colectiva ha sido rescatada en gran parte por la Universidad Autónoma de México en el libro 68 mexicano (en el centro y la periferia), en el que nos mantiene vivo el recuerdo nuestra amiga Lugarda Alicia Osorio Broca, con el texto La insumisión estudiantil y el 68 en Tabasco.
Dar la palabra a los recuerdos de esos tiempos será posible, hasta donde el corazón y el cerebro lo permitan, con sus preguntas, amigos.
Sí quiero, con Nietzsche, recordar que la posibilidad de continuar con la política descansa en la habilidad de la memoria, pero, principalmente, en el olvido
Sólo termino eso de los recuerdos agradables con Gabriel García Márquez: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Villahermosa, Tab, 2 octubre 2024 Frat: Erwin Macario Rodríguez