Opinión

Agustín declaró la Independencia solicitando al monarca español viniera a gobernarnos. ¿debemos de celebrarla?

Agustín declaró la Independencia solicitando al monarca español viniera a gobernarnos. ¿debemos de celebrarla?
Periodismo
Octubre 03, 2020 00:12 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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Mientras terminan con las labores de limpia y aplanado del terreno para que el año próximo Agustín Cosme Damián, el criollo quien un día se sintió noble, termine convertido en un ser impoluto gracias a que logró fuéramos independientes de España. Ya nos imaginamos las peroratas que escucharemos de los revisionistas y adherentes: ’Iturbide fue el faro que nos iluminó aquel camino oscuro en el que nos metimos por culpa de ese par de revoltosos que eran Hidalgo y Morelos.’ O bien podrán decir: ’Gracias a él, [quien se pasó once años exterminando a quienes luchaban al lado de los dos mencionados], se alcanzó la independencia a bajo costo.’ Y así hasta el infinito sumidos en la desmemoria y el manipuleo para celebrar los dos siglos de que obtuvimos ’la independencia’. Ante el alud de miel iturbidista que amenaza cubrir a la nación, este escribidor, formado en las escuelas de la Revolución Mexicana, la cristiada y las del imperio, le dio por revisar documentos que todos mencionamos, pero se reproducen muy poco hasta ser simplemente enunciativos en discursos políticos, festivales escolares y demás. Ellos son la ’Acta de Independencia del Imperio Mexicano’ y otros dos que en ella se mencionan como soporte de tal libertad, ’El Plan de Iguala ’y los ’Tratados de Córdoba.’ Partamos a repasar estas proclamas.
Empezaremos por el final refiriéndonos al texto de la Acta mencionada arriba en la cual se lee: ’La nación mexicana, que por trescientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y esta consumada la empresa, eternamente memorable, que un genio superior a toda admiración y elogio, amor y gloria de su patria, principió en Iguala, prosiguió y llevo al cabo arrollando obstáculos casi insuperables.’ Por supuesto que ese ’genio superior’ es el de Agustín, pero sigamos. ’Restituida, pues, esta parte del Septentrión al ejercicio de cuantos derechos le concedió el Autor de la naturaleza, y reconocen por innegables y sagrados las naciones cultas de la tierra, su libertad de constituirse del modo que más convenga a su felicidad, y con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios, comienza a hacer uso de tan preciosos dones, y declara solemnemente, por medio de la Junta suprema del Imperio, que es nación soberana e independiente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha en los términos que prescribieren los tratados; que entablara relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando respecto de ellas cuantos actos pueden y están en posesión de ejecutar las otras naciones soberanas; que va a constituirse con arreglo a las bases que en el Plan de Iguala y Tratado de Córdoba estableció sabiamente [nuevamente el autoelogio del criollo] el primer jefe del ejército imperial de las Tres Garantías; y, en fin, que sostendrá a todo trance y con el sacrificio de los haberes y vidas de sus individuos (si fuera necesario) esta solemne declaración, hecha en la capital del Imperio, a 28 de Septiembre del año de 1821, primero de la independencia mexicana.’ El documento está firmado por Agustín de Iturbide, el obispo de Puebla, José Antonio Joaquín Pérez Martínez y Robles, Juan O-Donojú y treinta y tres personas más, ninguna de ellas de nombre de Vicente Ramón Guerrero Saldaña. Esto último confirma que el ’Abrazo de Acatempan,’ el Ejército de la Trigarante y todo lo demás fueron elementos cosméticos que permitieron al oportunista proclamarse como el primer salvador de la patria, el segundo vendría después, y ¿habrá un tercero? Asimismo, por lo que concierne a que con España nada más amistad, eso era retórica ya que se apuntaba que todo sería conforme a lo establecido en el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, cuyo contenido revisaremos a continuación. Antes de proceder, señalaremos que el texto que tomamos de ambos es el publicado en ’La Historia de México. Tomo V., escrita, en 1852, por el ideólogo de López de Santa Anna, Lucas Alamán.
El 24 de febrero de 1821, en Iguala, De Iturbide y Arámbula reunió a sus tropas para darles a conocer lo que todos conocemos como el Plan de Iguala el cual empezaba apuntando: ’¡Americanos! bajo cuyo nombre comprendo no solo a los nacidos en América, sino a los europeos, africanos y asiáticos que en ella residen: tened la bondad de oírme. Las naciones que se llaman grandes en la extensión del globo fueron dominadas por otras; y hasta que sus luces no les permitieron fijar su propia, no se emanciparon. Las europeas que llegaron a la mayor ilustración y policía, fueron esclavos de la romana, y este imperio, el mayor que reconoce la historia, asemeja al padre de familia, que en su ancianidad mira separarse de su casa a los hijos y los nietos por estar ya en edad de formar otras, y fijarse por sí, conservándole todo el respeto, veneración y amor, como a su primitivo origen.’ Nótese como Agustincito evitó mencionar los indígenas englobándolos en ’los nacidos en América.’ Eso del padre de familia fue para edulcorar la relación entre nuestros ancestros ibéricos y aborígenes, misma que distó de ser miel sobre hojuelas. Acerca de ella, sin embargo, el nativo de Valladolid nos proveía su versión idílica. [Aquí, estimo, puede realizarse la liga con la página electrónica]
’Trescientos años hace, la América Septentrional, que está bajo de la tutela de la nación más católica y piadosa, heroica y magnánima. La España la educada y engrandecida formando esas ciudades opulentas, esos pueblos hermosos, esas provincias y reinos dilatados que en la historia del universo van a ocupar lugar muy distinguido. Aumentadas las poblaciones y las luces, conocidos todos los ramos de la natural opulencia del suelo, su riqueza metálica, las ventajas de su situación topográfica, los daños que originan la distancia del centro de su unidad y que ya la rama es igual al tronco, la opinión publica y la general de todos los pueblos es la de la independencia absoluta de la España y de toda otra nación. Así piensa el europeo, así los americanos de todo origen.’ Vaya perorata tan enternecedora, como para surtirse de una buena cantidad de pañuelos faciales porque eso era apenas el principio.
Para mostrar su imparcialidad anotó: ’Esta misma voz que resonó en el pueblo de los Dolores el año de 1810, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias por el desorden, el abandono y otra multitud de vicios, fijó también la opinión publica de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas es la única base sólida en que pueda descansar nuestra común felicidad. ¿quién pondrá dudar en que después de la experiencia horrorosa de tan tos desastres no haya siquiera quien deje de prestarse a la unión para conseguir tanto bien?’ O sea, Hidalgo y los suyos empezaron el desorden en el paraíso porque había novohispanos de primera, segunda, tercera y hasta de cuarta. Sin embargo, de acuerdo con Iturbide, aunque la revuelta fue negativa porque quienes la iniciaron, esto había permitido darse cuenta de que era necesario la unión que él se proponía lograr. Por ello, ’…Españoles europeos, vuestra patria es la América, porque en ella vivís, en ella tenéis a vuestras amadas mujeres, a vuestros tiernos hijos, vuestras haciendas, comercio y bienes. ¿americanos, quien de vosotros puede decir que no desciende de español? Ved la cadena dulcísima que nos une; añadid los otros lazos de la amistad, la dependencia de intereses, Ia educación e idioma y la conformidad de sentimientos, y veréis son tan estrechos y tan poderosos, que la felicidad común del reino es necesario la hagan todos reunidos en una sola opinión y en una sola voz. Es llegado el momento en que manifestó la uniformidad de sentimientos, y que nuestra unión sea la mano poderosa que emancipe a la América sin necesidad de auxilios extraños. AI frente de un ejército valiente y resuelto he proclamado la independencia de la América Septentrional.’ En otras palabras, si ustedes, los ibéricos. me apoyan, ya verán que en nada se afectarán sus bienes y personas, ahora aquí nos arreglaremos ustedes y yo quien soy el salvador de la patria y jefe del ejército. Para que no les quedaran dudas, les decía a continuación que ’es ya libre, es ya señora de sí misma, [la América] ya no reconoce ni depende de la España ni de otra nación alguna; saludadla todos como independientes, y sean vuestros corazones bizarros los que sostengan esta dulce voz, unidos con las tropas que han resuelto morir antes que separarse de tan heroica empresa. No le anima otro deseo al ejercito que el conservar pura Ia santa religión que profesamos y hacer la felicidad general. Oíd, escuchad las bases sólidas en que funda su resolución.’ Ante esta perorata a quien no se le blandecía el corazón, todo cambiaría para seguir igual y si alguna duda pudiera caber, repasemos los veintitrés puntos del Plan de Iguala.
Empezaba por establecer que el catolicismo continuaría ejerciendo el monopolio. El país sería absolutamente independiente con un ’gobierno monárquico templado por una Constitución análoga.’ Esto nada tenia que ver con lo que buscaban Hidalgo y Morelos quienes planteaban un gobierno republicano con división de poderes. Por el contrario, Agustín trazaba que fuéramos independientes de España con un gobierno en el que ’Fernando VII, y en sus casos los de su dinastía de otra reinante, serán los emperadores, para hallarnos con un monarca ya hecho y precaver los atentados funestos de la ambición.’ Vaya forma de lograr la libertad, misma que deberá cumplir un proceso en donde ’habrá una Junta ínterin se reúnen Cortes que hagan efectivo este plan… Esta se nombrará gubernativa, y se compondrá de los vocales ya propuestos al señor Virrey… Gobernará en virtud del juramento que tiene prestado al Rey, ínterin este se presenta en México y lo presta, y hasta entonces se suspenderán todas ulteriores órdenes.’ Pero, también había que prepararse para lo peor en caso de que ’…Fernando VII no se resolviera a venir a México, la Junta de la Regencia mandará a nombre de la nación, mientras se resuelve la testa que debe coronarse.’ Seguramente en la mente de Agustín apareció una cabeza coronada, la suya. Pero no había que adelantarse, todo a su tiempo, por lo pronto ’…ser[í]a sostenido este Gobierno por el ejército de las Tres Garantías.’ Hasta que ’...las Cortes resolv[ieran] si ha de continuar esta Junta o sustituirse una Regencia mientras llega el emperador.’ Mientras tanto ’…trabajaran, luego que se unan, la Constitución del imperio mexicano.’ El objetivo estaba trazado, solamente era cuestión de darle forma jurídica. En tanto eso llegaba, prometía que nadie quedaría fuera del alcance de los beneficios que su proyecto traería ya que ’…todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo.’ Nunca especificó quienes los escogerían y como evaluarían dichas características. Eso sí, la gente decente y la curia nada deberían de preocuparse, ya que ’…sus personas y propiedades serán respetadas y protegidas.’ Mientras que ’el clero secular y regular, [conservaría] en todos sus fueros y propiedades.’ Como muestra de que a nadie olvidaba indicaba que ’…todos los ramos del Estado y empleados públicos subsistirán como en el día, y solo serán removidos los que se opongan a este plan, y sustituidos por los que más se distingan en su adhesión, virtud y mérito.’ Para que vayan entendiendo porqué el criollito, antes maldito, anda ahora en los linderos de la heroicidad. Dejemos elucubraciones y retornemos a cuando eran necesarias las fuerzas armadas para consolidar el proyecto.
En ese sentido, se afirmaba que ’… Se formara un ejército protector, que se denominara de las Tres Garantías, y que se sacrificara del primero al último de sus individuos, antes que sufrir la más ligera infracción de ellas… Este ejercito observante a la letra la Ordenanza; y sus jefes y oficialidad continuaran en el pie en que están, con la expectativa, no obstante, a los empleos vacantes y a los que se estimen de necesidad o conveniencia…. Las tropas de que se componga se consideraran como de línea, y lo mismo las que abracen luego este plan, las que lo difieran y los paisanos que quieran alistarse, se miraran como milicia nacional, y el arreglo y forma de todas lo dictaran las Cortes… Los empleos se darán en virtud de informe de los respectivos jefes, y a nombre de la nación provisionalmente.’ Nada de desviaciones, aquello requería una lealtad a toda prueba.
Para que no hubiera duda de que ya éramos independientes, De Iturbide indicaba que ’… Ínterin se reúnan las Cortes, se procederá en los delitos con total arreglo a la Constitución española.’ Para quienes no terminaban de convencerse de la independencia y trataran de rebelarse en contra de su proclamador, claramente se establecía como delito ’… El de conspiración contra la independencia se procederá a prisión sin pasar a otra cosa hasta que las Cortes dicten la pena correspondiente, la mayor de los delitos, después de lesa majestad divina…Se vigilará sobre los que intenten sembrar la división, y se reputaran como conspiradores contra la independencia.’ Sin olvidar que todo debería realizarse conforme a derecho, a continuación, enunciaba que ’…Como las Cortes que se han de formar son Constituyentes, deben ser elegidos los diputados bajo este concepto. La Junta determinara las reglas y el tiempo necesario para el efecto.’
’Americanos: he aquí el establecimiento y la creación de un nuevo imperio. He aquí lo que ha jurado el ejército de las Tres Garantías, cuya voz lleva el que tiene el honor de dirigírosla. He aquí el objeto para cuya cooperación os invita. No os pide otra cosa que lo que vos otros mismos debéis pedir y apetecer: unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia y horror a cualquier movimiento turbulento. Estos guerreros no quieren otra cosa que la felicidad común. Uníos con su valor, para llevar adelante una empresa que por todos aspectos (si no es por la pequeña parte que en ella ha tenido) debo llamar heroica. No teniendo enemigos que batir, confiemos en el Dios de los ejércitos, que lo es también de la paz, que cuantos componemos este cuerpo de fuerzas combinadas de europeos y americanos, de disidentes y realistas, seremos unos meros protectores, unos simples espectadores de la obra grande que hoy he trazado, y que retocaran y perfeccionaran los padres de la patria.’ Egolatría pura disfrazada de patriotismo y amor a la libertad. En esa verborrea, de pronto la amnesia borró de la mente de Agustín las muertes innumerables que se suscitaron a lo largo de once años. Y planteó ’…Asombrad a las naciones de Ia culta Europa; vean que la América Septentrional se emancipó sin derramar una sola gota de sangre.’ ¿Habrá querido evitar la responsabilidad que le tocaba en esas vidas segadas? Pero eso que importaba, en el paroxismo arengaba: ’En el transporte de vuestro jubilo decid: |Viva la religión santa que profesamos! ¡Viva la América Septentrional, independiente de todas las naciones del globo! ¡[Viva la unión que hizo nuestra felicidad!’ El camino hacia su entronización daba inicio, solamente requería firmar un acuerdo con el gobierno español, algo que tardaría exactamente medio año.
El 24 de agosto de 1824, en Córdoba , Veracruz, se reuniría con Juan O-Donojú en su carácter y representación de capitán general y jefe superior político de este reino, nombrado por S. M, C. y el primer jefe del ejército imperial mexicano de las Tres Garantías, Agustín de Iturbide, primer jefe del ejército imperial mexicano de las Tres Garantías, quienes firmarían lo que conocemos como los Tratados de Córdoba, cuyo texto es conveniente revisar para ver sobre que bases nos convertimos en independientes, tal y como lo señala el Acta respectiva.
Para empezar, se apuntaba que éramos ya una ’nación soberana independiente’ a la se identificaría como "Imperio mexicano, [cuyo] gobierno… será monárquico constitucional moderado.’ Y para que no existieran dudas de que cortábamos el cordón umbilical con la Península, se indicaba ’…Sera llamado a reinar en el Imperio mexicano, previo el juramento que designa el art. 4." del plan, en primer lugar el Sr. D. Fernando VII, rey católico de España, y por su renuncia de no admitir, su hermano el serenísimo señor infante D. Carlos; por su renuncia de no admisión, el serenísimo señor infante D. Francisco de Paula; por su renuncia de no admisión, el serenísimo señor D. Carlos Luis, infante de Espacia, antes heredero de Etruria, hoy de Luca, y por renuncia d no admisión’ de este, el que las Cortes del Imperio designen.’ Sin olvidar que ’…El Emperador fijará su corte en México, que será la capital del Imperio.’ O sea, tanto brinco para acabar colocando en suerte el trono a disposición del libertador. Pero antes había que cumplir con los formulismos por lo cual, ’…Se nombraran dos comisionados por el excelentísimo señor O-Donojú, los que pasaran a la corte de España a poner en las reales manos del Sr. D. Fernando VII copia de este tratado y exposición que le acompañara, para que sirva a S. M. de antecedente mientras las Cortes le ofrecen la corona con todas las formalidades y garantías que asuntos de tanta importancia exige, y suplican a S. M. que en el caso del art. 3.°se digne noticiarlo a lo serenísimos señores infantes llamados en el mismo artículo, por el orden que en él se nombran, interponiendo su benigno influjo para que sea una persona de las señaladas de su augusta casa la que venga a este imperio, por lo que se interesa en ello la prosperidad de ambas naciones y por la satisfacción que recibirán los mexicanos en añadir este vínculo a los demás de amistad con que podrán y quieren unirse a los españoles.’ Mientras allá decidían que hacer, aquí se daban otros pasos.
Uno era nombrar ’inmediatamente, conforme al espíritu del plan de Iguala, una Junta compuesta de los primeros hombres del Imperio, por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para que la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad y facultades que les concedan los artículos siguientes.’ Seria llamada ’… Junta provisional gubernativa, ’de la cual formara parte… Juan O-Donojú, en consideración a la conveniencia de que una persona de su clase tenga una parte activa e inmediata en el gobierno y de que es indispensable omitir algunas de las que estaban señaladas en el expresado plan en conformidad de su mismo espíritu.’ Por lo que respecta a su composición, ’…tendrá un presidente nombrado por ella misma, y cuya elección recaerá en uno de los individuos de su seno o fuera de él, que reúna la pluralidad absoluta de sufragios, lo que, si en la primera votación no se verificase, se procederá a segundo escrutinio, entrando a él los dos que hayan reunido más votos.’ Tras esto, se procedía a señalar que la Junta haría ’… un Manifiesto al público de su instalación y motivos que la reunieron, con las demás explicaciones que considere convenientes para ilustrar al pueblo sobre sus intereses y modo de proceder en la elección de diputados a Cortes…’ Asimismo, ’nombrara en seguida de la elección de su presidente una Regencia compuesta de tres personas de su seno o fuera de él, en quien reside el poder ejecutivo, y que gobierne en nombre del Monarca, hasta que este empuñe el cetro del Imperio.’ Dicho eso, se indicaba que ’, gobernara interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se oponga al plan de Iguala, y mientras las Cortes formen la Constitución del Estado.’ Por su parte, ’la Regencia… procederá a la convocación de Cortes conforme al método que determine la Junta provisional de gobierno, Io que es conforme al espíritu del art. 24 del citado plan.’ Era especificado que ’…El poder ejecutivo reside en la Regencia, el legislativo en las Cortes; pero como ha de mediar algún tiempo antes que estas se reúnan, para que ambos no recaigan en una misma autoridad, ejercerá la Junta el poder legislativo: primero, para los casos que puedan ocurrir y que no den lugar a esperar la reunión de las Cortes, y entonces procederá de acuerdo con la Regencia; segundo, para servir a la Regencia de cuerpo auxiliar y consultivo en sus determinaciones.’ Y tras de esto, deslindaba el trato a los leales y a los que no simpatizaban con Agustín y compañía.
’Toda persona que pertenece a una sociedad, alterado el sistema de gobierno, o pasando el país a poder de otro príncipe, queda en el estado de libertad natural para trasladarse con su fortuna adonde le convenga, sin que haya derecho para privarle de esta libertad, a menos que tenga contraída alguna deuda con la sociedad a que pertenecía, por delito, o de otro de los modos que conocen los publicistas: en este caso están los europeos avecindados en Nueva España y los americanos residentes en la Península; por consiguiente, serán árbitros a permanecer adoptando esta o aquella patria, o a pedir su pasaporte, que no podrá negárseles, para salir del Imperio en el tiempo que se prefije, llevando o trayendo sus familias y bienes, pero satisfaciendo a la salida por los últimos los derechos de exportación establecidos, d que se establecieren por quien pueda hacerlo.’ Sin embargo, para los rejegos, ’… No tendrá lugar la anterior alternativa respecto de los empleados públicos o militares que notoriamente son desafectos a la independencia mexicana, sino que estos, necesariamente, saldrán de este Imperio dentro del término que la Regencia prescriba, llevando sus intereses y pagando los derechos de que había el artículo anterior.’ Una vez resuelto esto, quedaba definir como entraría Agustín a la capital. Esto se determinó al mencionar que ’…Siendo un obstáculo a la realización de este tratado la ocupación de la capital por las tropas de la Península, se hace indispensable vencerlo; pero como el primer jefe del ejército imperial; uniendo sus sentimientos a los de la nación mexicana, desea no conseguirlo por la fuerza, para lo que le sobran recursos, sin embargo del valor y la constancia de dichas tropas peninsulares, por la falta de medios y arbitrios para sostenerse contra el sistema adoptado por la nación entera, D. Juan O-Donojú se ofrece a emplear su autoridad para que dichas tropas verifiquen su salida sin efusión de sangre y por una capitulación honrosa.’ De esta forma todo estaba listo para que fuéramos independientes.
Tras este recorrido por los tres documentos, nos permitimos hacerle un par de preguntas a usted lector amable: ¿Cree usted que el año próximo debamos de tirarnos a celebrar los dos siglos de una independencia sustentada en documentos que claramente indicaban que seriamos independientes de España bajo la tutela de Fernando VII o uno de su familia? ¿Acaso se puede llamar independencia a lo que proclamaban seguiría operando bajo la forma de un imperio a imagen y semejanza del que se decía nos liberábamos? Independientemente de su opinión respetable, nuestra respuesta es no. Aun cuando los revisionistas y adherentes tengan otra perspectiva, la nuestra es que debemos de continuar celebrando el inicio del movimiento independentista. Hidalgo y Morelos proponían la creación de una nación bajo un sistema federalista que nada tenia que ver con lo que prevaleció durante trescientos años mucho menos aspiraban a terminar imitando, en una ópera bufa, con lo que decían estaban extinguiendo. Empiezan, sin embargo, a circular versiones diversas acerca de lo que hay detrás de la intentona revisionista por reivindicar a Agustín Cosme Damián, nos negamos a creerlas, pero… podríamos estar equivocados. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Noventa y siete años serían este 5 de octubre. Siempre presente, doña Estela.
Añadido (2) El amo de la machincuepa y el saltimbanquismo durante el Siglo XX y el XXI, está a punto de deleitar al respetable con lo que pareciera ser el acto último de su carrera. Hay quienes dicen que, entre tanta oscuridad, es comprensible que su figura brille a pesar de que las piernas ya no respondan como antes. Al fondo, como preámbulo al acto, se escuchan los tambores redoblar.
Añadido (3) Para quienes se preguntaban por qué no aparecía en actos oficiales el Ministro Presidente, no fueran a calificarlo de subordinado !!!
Añadido (4) Nuevamente, surge el tema del separatismo de Chiapas. ¿Tendrán ya a su Lorenzo de Zavala?

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