Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
¿Para qué sirven los legisladores? Se supone que son los representantes del pueblo ante el gobierno de la República, encargados de crear, modificar, adicionar y derogar leyes. Su función debería extenderse a escuchar y recoger las necesidades de los ciudadanos y trasladarlas a la parte del Congreso que corresponde, para tomar decisiones a su favor.
Pero en la práctica no ocurre nada de lo anterior cuando se trata de representantes populares pertenecientes al partido en el poder, como ocurre actualmente. No representan a quienes los eligieron. Acuden al Congreso a aprobar las leyes, de acuerdo con la orden que reciben del que ejerce el poder Ejecutivo y obediente siempre a sus deseos, sin que importe que sean para causar daño. Para esto no se necesita saber leer o lo que es lo mismo, ser profundamente ignorante.
Lo único que se requiere es levantar la mano.
Su coordinador está exactamente en esas condiciones. Es el encargado de transmitir las órdenes y de hacerlas acatar al pie de la letra. De amenazar drásticamente a quienes manifiesten el mínimo deseo de salirse del huacal y, además, de ofrecer dinero en cantidades millonarias a los miembros de otros partidos, en caso de necesitar sus votos.
Por eso todos los políticos desean ser representantes populares. Porque no se necesita ni ser inteligente ni letrado y la actividad deja tanto dinero como lo deja el crimen a los criminales, sin necesidad de exponerse a ninguna bala. Además, con el único esfuerzo de levantar la mano a favor de la señal que les da su coordinador de bancada. ¿Verdad que no suena difícil?
Esta es la razón por la que el actual Presidente de los mexicanos utilizó todas las trampas concebidas por su juicio enfermo, para tener una representación sobrada en el Congreso y así hacer posible la aprobación de las iniciativas más aberrantes, como la reforma que se discutirá y aprobará, para bien o para mal, el próximo miércoles en la Cámara de Senadores.
El Primer Mandatario, o el más empecinado en promoverla, dice que el Poder judicial es corrupto y que su deseo es acabar con ese mal, principal objetivo de la reforma. Para esto, es necesario que ministros, jueces y otros miembros del Poder judicial sean elegidos por voto popular, como si el pueblo supiera quién es capaz para ocupar un cargo tan delicado o no lo es.
Dice también que los estudiantes de Derecho pueden participar como aspirantes, recién egresados de la escuela y ha desoído las observaciones en el sentido de que un médico no puede operar a un paciente, de alguna enfermedad, recién egresado, porque el riesgo de matarlo es inmenso.
Durante su sexenio hemos tenido oportunidad de ver esas decisiones al vapor o la designación de funcionarios incapaces, que tienen a México en peligro, como la economía en el filo de precipicio por los gastos excesivos de las decisiones equivocadas del Ejecutivo, que se reflejarán muy pronto y que afectarán indiscutiblemente la vida de todo el país.
La reforma para acabar con la corrupción en ese organismo, es en realidad un prurito presidencial revanchista, que obedece a la rabia del mandatario, porque no pudo obtener favores al poder que él representa con sólo desearlo y con la presentación de peticiones que ni siquiera cumplían con los requerimientos legales.
En el México que hoy vivimos lo anterior no puede ser posible. La palabra del mandatario es algo así como la palabra de Dios y una orden suya no puede ser desacatada ni por otro poder paralelo.
Para evitarlo, hay que reformarlo y dejarlo a merced de los caprichos del Ejecutivo, o con ministros y jueces impuestos amañadamente, por el voto, pero con las trampas que ya se conocen, para dejar a quien mejor prometa un comportamiento servil.
Servirá además para llevar al país al pasado que diariamente critica, pero con la mirada en la dictadura, que permitirá elaborar leyes perniciosas sin necesidad de ordenar: ’¡sin cambiarles una coma!’. Servirá para convertir a los mexicanos en más pobres, porque ellos apoyan sus causas sin preguntar. Casi nunca saben si conviene o no. ’Son los mejores’, ha esbozado.
Servirá para muchos otros fines aviesos. Si no, al tiempo.
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