Opinión

El penúltimo grito

El penúltimo grito
Periodismo
Septiembre 17, 2021 23:04 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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Era el miércoles 15 de septiembre, el hombre estaba a punto de llegar al cenit, pero no se percataba de ello. Desde su perspectiva aquello iba a ser eterno, más cuando en el año siguiente habría de mostrar lo que había alcanzado a lo largo de su gobierno. En su mente no había duda de que, por ello, su pueblo lo aclamaría. Todo eso sucedía cuando el país festejaba el aniversario número 99 de que a un cura de pueblo apellidado Hidalgo y Costilla Gallaga se le ocurrió encabezar una revuelta que supo como iniciaba, pero nunca se enteraría de como terminó. Asimismo, en un dia como ese, veinte años más tarde, había hecho su arribo a este mundo quien en el futuro sería el líder de aquel país liberado. Por esos días, los de su gloria, todos lo lisonjeaban. Ya vendrían los tiempos en que advirtieran el cumulo de defectos que acarreaba. Era José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, el militar mas distinguido de la guerra de intervención, el héroe de la paz, el caudillo, el señor presidente…el dictador. Pero mientras esto último se convertía en el epíteto más frecuente para identificarlo, repasemos como reportaba la prensa aquel penúltimo grito de independencia que daría y como se festejaba en las ciudades más importantes del país.
Antes que otra cosa, vale apuntar como eso de las plumas obsequiosas es un asunto intemporal. Un ejemplo de ello se plasmaba en El Debate. Este era un diario que en junio de ese año había hecho su aparición bajo la dirección de un porfirista convencido, Guillermo Pous Llinas, cuyo jefe de redacción era Luis del Toro y como secretario de redacción actuaba Nemesio García Naranjo, al tiempo que entre sus plumas destacaban Francisco González Mena, José María Lozano, así como Miguel y Ramon Lanz Duret, entre otros. En su numero del 15 de septiembre de 1909, en su página principal presentaba una fotografía de Diaz, debajo de la cual, entre otras cosas, se leía: ’Hoy es un dia de gloria para la republica entera. Los mexicanos sienten inefable alegría al advertir que el héroe que los gobierna tiene una ancianidad como la de Priamo [en la mitología griega, el rey de Troya quien encabezara la resistencia ante los ataques de los griegos], como la de [William Ewart] Gladstone [el político liberal británico cuya carrera de sesenta años incluyó haber servido doce de ellos como primer ministro], como la [Junker Otto Eduard Leopold von] Bismark [el estadista, diplomático y escritor teutón quien logró la unificación-creación de Alemania en 1871 y la sirvió como su canciller hasta 1891]. Para los arboles de la región tropical nada significan las duras rachas invernales. Lo mismo acontece con los geniso: el señor general Díaz ha llegado a la vejez en plena primavera.’ Tanto derramamiento de miel requiere una pausa antes de ahogarse en ella ya que aun faltaba un poco más de lisonjería cuando se leía: ’Quiso retirarse del poder; más una sola indicación de su parte bastó para que la patria entera le ratificara su amor y su confianza. Nadie en efecto pude concebir al estad sin él, o a ‘el sin el estado. Los mexicanos no permitirán que se aparte del gobierno sino cuando la patria le abra las puertas de la inmortalidad.’ Esta ultimas 59 palabras lucen como si hubieran sido escritas ayer por la mañana. Pero dejemos de coincidencias y vayamos a aquel miércoles 15 de septiembre por la noche.
Acorde a la crónica de El Imparcial, la fiesta dio inicio desde la mañana cuando a Palacio Nacional llegaron miembros del Congreso, funcionarios del gobierno, integrantes del ejército, obreros y los componentes del cuerpo diplomático para expresarle parabienes al presidente por el aniversario de su nacimiento, a lo cual se agregó, vía telegráfica, la del presidente estadounidense William Howard Taft quien por cierto compartía fecha de natalicio con el líder mexicano, excepto que norteamericano llegó en 1857. Esa era la nota principal del diario, mas abajo con un encabezado de ’La ceremonia del Grito en la Capital,’ indicaba que ‘desde las nueve de la noche convergen a la plaza, de los cuatro rumbos, todas las clases sociales. Se forman grupos en torno a las vendedoras. Chilla la manteca en la sartén cuadrada de los buñuelos…’ Entonces esos asuntos del colesterol no preocupaban a nadie, pero dejemos preocupaciones inocuas del ayer y volvamos a las crónicas del grito en 1909.
Ahora, nos ocuparemos de lo que respecto a lo anterior reseñaban diarios cuyos intereses estaban más allá de México. Uno era El Correo Español, un diario consagrado a la defensa de los intereses de España y de la colonia española, fundado en 1889 por F.L. Juliet de Elizalde, que actuaba en consecuencia y daba cuenta del evento en una nota pequeña titulada Las fiestas mejicanas,’ indicaba, entre otras cosas, que ’la ceremonia del grito en nada se diferenció de lo acostumbrado en años anteriores. El mismo gentío en la Plaza de Armas, el mismo entusiasmo y la misma aclamación delirante cuando el Sr. presidente de la Republica apareció en el balcón central de palacio.’ Por su parte La Iberia, diario hispanoamericano de la mañana, a mitad de la pagina principal plantaba un dibujo con la imagen de Hidalgo a la cual acompañaba una nota laudatoria hacia sus actos. En la misma página, a la derecha, en las columnas quinta y sexta, el encabezado se leía: ’Las fiestas patrias’ señalando que ’a las nueve de la noche comenzó a ejecutarse el programa oficial, con la gran serenata que se tocó frente al Palacio y la elevación de los globos de papel. A las once, el señor presidente vitoreo a la independencia e hizo tañer la campana que recuerda la sublime rebeldía de Hidalgo y sus heroicos compañeros. A esa misma hora fueron iluminadas las fachadas del Palacio Nacional, el Portal de la Diputación y muchos edificios públicos y particulares ya engalanados con banderas y gallardetes. Multitud de cohetes atronaron el espacio y las bandas militares recorrieron las calles de la ciudad.’ Entendible la parquedad de la información sobre el evento, antes lo aludieron. Pero no eran todos los diarios con intereses en otros lados más allá de México.,
En lo concerniente a los diarios católicos, El Tiempo, dirigido por Victoriano Agüeros, mencionaba como al mediodía cayó una lluvia de ’esas que empapan,’ pero para la hora de la ceremonia ya era cosa del pasado y en el Zócalo, ’como vulgarmente se dice, no podía caber ni un alfiler, a eso de las once, en cuyo momento el Primer Magistrado de la Nación salió al balcón céntrico de Palacio, empuñando la Enseña Nacional, cuya presencia excitó aún más el entusiasmo popular que estalló en aplausos, vivas, silbidos (estos no faltan en México) y las bandas militares se dejaron oír entonando el Himno Nacional y después tocaron marchas marciales. Las fábricas abrieron las válvulas de sus calderas, y los silbatos atronaron los aires… mezclada al repique a vuelo de las campanas de los templos.’ El otro periódico católico, El País, de Trinidad Sánchez Santos, en las columnas 6 y 7 de la página principal titulaba la nota ’En el Palacio Nacional,’ en la cual daba cuenta de cómo habían circulado profusamente las invitaciones que para la ceremonia había enviado la esposa del presidente Carmen Romero Rubio Castelló, citando a los invitados, ’lo más granado de las familias de Méjico,’ para las nueve de la noche. Asimismo, daba una descripción de la forma en que habían sido arreglados los salones de Palacio y de como se fueron llenando ’hasta que el gran salón parecía una linda canastita en la que el color negro del traje de los caballeros, hacia resaltar los colores brillantes de las sedas y las joyas de las señoras y los ojos y las caras de infinidad de señoritas distinguidas mil veces mas hermosas que los brillantes y las sedas.’ La cursilería en todo su esplendor, eso sí, no podíamos acusar de que don Trinidad estuviera bajo la influencia de Baco ya que era el campeón católico del antialcoholismo. Y para recordar que hay de iguales a iguales, mencionaba que ’hasta el salón llegaban los rumores de la multitud que apiñada y compacta esperaba el momento solemne. El presidente salió al balcón, pasaron breves minutos… de pronto el reloj marcó las once y el señor presidente haciendo sonar la histórica campana da el grito ¡Viva Méjico! Que es coreado dentro y fuera del gran salón por millares de patriotas que repitan entusiasmados los vivas a Méjico.’ Pero eso de las perspectivas con interese foráneos no paraba ahí.
El diario The Mexican Herald, fundado en 1889 por el estadounidense Frederick J. Guernsey, no ocultaba sus simpatías por el presidente Díaz y el 16 de septiembre, en el titular en la plana primera se leía: ’Díaz, Independence and Peace Remembered.’ En la nota mencionaba que como nunca se había celebrado la ceremonia del grito. Se describe el entusiasmo que prevalecía entre la multitud que abarrotaba el Zócalo, el júbilo y la algarabía que produjo la simple aparición del presidente alcanzó niveles tales que hizo imposible escuchar el tañer de la campana y la arenga de Viva México, Viva la Independencia, Viva la Republica. Finalizaba la nota mencionando que, tras ello, las multitudes se retiraron mientras que, en los salones de Palacio, era servida una cena ligera para los invitado de doña Carmelita. Pero dejemos lo acontecido en la plaza y los salones de la ciudad de México y vayamos a dar una vuelta por lo sucedido en las principales ciudades de los estados.
En Guadalajara, de acuerdo con lo publicado por El Imparcial, el gobernador de la entidad, Miguel Ahumada Sauceda, ’se presentó en el balcón central del Palacio, y con voz firme vitoreó a la Patria, a los héroes de la independencia, y al general Díaz, siendo secundado unánimemente por el pueblo que observa una actitud patriótica y digna de la cultura de Jalisco. Reina, pues, un orden completo, en medio de muestras generales de regocijo. El pueblo ha dado muestras de adhesión al presidente y al gobernador del estado.’
En Coahuila, en Torreón, el jefe político, José García De Letona ’al vitorear a la patria y a los poderes supremos, exhortó a los diez mil asistentes a la ceremonia, y al resto de la población, para que unidos íntimamente velaran por la solidaridad del gobierno general…La aclamación y desbordamiento de entusiasmo fueron tales, que nadie recuerda haya habido igual en esta región.’ Pero no en todos lados andaban tan quietos y felices
En Nuevo León, las cosas no sucedían con tanta paz. Por esos días, se daba el enfrentamiento entre el jefe de la zona militar, el general José Jerónimo de los Dolores Treviño Leal, y el gobernador de Nuevo León y aspirante a la presidencia de la república, Bernardo Doroteo Reyes Ogazón. Trevino había dispuesto varias medidas en los barrios en donde se focalizaban los partidarios de Reyes. Por pura coincidencia, momentos antes de que se efectuara la ceremonia del grito, Monterrey quedó a oscuras. En las calles, se alternaban los vivas a Treviño y a Reyes. Una vez reestablecido el servicio eléctrico, Reyes, desde la escalinata del palacio de gobierno dio el grito que concluyó diciendo: ’Viva la Independencia, Viva la Constitución, Viva México.’ A lo cual algunos de sus partidarios presentes respondieron ’Viva Reyes,’ Mientras tanto, en Linares, se apostaron tropas federales las cuales no impidieron que aparecieran las riñas causadas por quienes alternadamente lanzaban vivas a Treviño y a Reyes, sin que aquello pasara a mayores.
En Puebla, el gobernador, general l Mucio Praxedis Martínez González, dio el grito sin problemas mayores, mientras que la multitud que abarrotaba la plaza se conducía con orden admirable el cual mantuvo hasta el amanecer cuando concluyeron las festividades.
En ese ambiente, a nivel central y estatal, se realizó lo que sería el penúltimo grito de independencia del presidente Díaz Mori. La mayoría de los comentarios eran elogiosos hacia héroe de la paz quien se encaminaba fuerte a entrevistarse, en octubre, con el presidente Taft. Sin embargo, aun cuando en la superficie todo parecía tranquilo, en el subsuelo las pasiones estaban desatadas. La actitud del general Reyes no era sino, como dicen los estadounidenses, ’the tip of the iceberg.’ Pero, en ese casi otoño de 1909, el presidente Díaz Mori lucía inamovible en el cargo dispuesto a recibir el respaldo de su pueblo el año siguiente cuando habrían de celebrarse las fiestas del Centenario de la Independencia. Nadie podía negarle que había transformado al país, ahí estaban sus obras tangibles, las cuales permitían, aparentemente, opacar los pendientes por atender. Pudo llegar al siguiente grito en 1910 y en ese momento alcanzar la cúspide de su mandato. Para entonces, la situación de 1909, en donde todo parecía sonreír para siempre, era parte de la historia. Podríamos decir que fue el principio de un fin que se generó a lo largo de doce meses y al llegar estos comenzó el declinar. Si algunos aprendieran las lecciones de la historia no estarían tan seguros de que llegaron para quedarse, más cuando es poco lo que en materia de obras concretas se tiene por ofrecer. Pero eso son asuntos para otros, lo nuestro es la historia y en esta ocasión quisimos recordar lo que sucedió alrededor de aquel miércoles 15 de septiembre cuando el héroe del 2 de abril daba lo que al final de cuentas sería su penúltimo grito de la independencia el cual pocas veces se menciona pues todo eran felicitaciones y aplausos bajo la certeza de que nada cambiaria… al menos por un tiempo. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (21.37.128) Uno tras otro aparecen los traidores de todos los colores. No tarda en darse la equidad de género.
Añadido (21.37.129) Ahora que andan tan ocupados en desaparecer todo lo que les recuerde la llegada de los hispanos, surge una pregunta: ¿Irán, también, por los rumbos del norte de la CDMX y procederán en consecuencia con una imagen que asemeja otra de origen extremeño?
Añadido (21.37.130) Dado que con sus hechos han ninguneado la conmemoración, pues cada uno grita lo que se le ocurre, están a punto de convertirla en un acto de piquera.
Añadido (21.37.131) Para que vean como no se queda con ningún golpe. Si ustedes traen uno vestido de café, pues yo invito uno con atuendo de color rojo. Como dicen por ahí, ’tan malo el pinto como el colorado.’ Al final, ambos, son herederos políticos de un gallego.

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