Concatenaciones
Fernando Irala Burgos
Del 16 al 19, la nación pasará de las celebraciones patrias a la conmemoración de las tragedias.
En efecto, si este martes 16 celebramos el cumplimiento de dos siglos y tres lustros del inicio de la lucha por la independencia de México, el viernes 19 tendremos una doble remembranza luctuosa, cuatro décadas del sismo de 1985 y ocho años de su reedición, en 2017, cuyas víctimas y daños aún están recientes y todavía hay numerosos pendientes que superar, sobre todo en materia de reconstrucción urbana y habitacional por parte de las autoridades locales y federales.
Pero no son las únicas fechas para el recuerdo. Septiembre es pródigo en fechas patrias, y también en las que tienen un sino trágico.
En la historia, destaca la gesta de los Niños Héroes, y por supuesto la consumación de la Independencia, momento relegado por una singular sicología nacional, que celebra los comienzos pero no las culminaciones, a lo que se suma el intento de hacer olvidar a Agustín de Iturbide, que junto con Vicente Guerrero le dieron soberanía la patria.
Ahora que la llamada izquierda gobierna y con ello se reivindican los antecedentes de lucha guerrillera en México, cabe recordar el asalto en 1965 al cuartel militar en Madera, Chihuahua, donde hubo bajas del Ejército y de los jóvenes rebeldes, de cuya memoria surgió en los años siguientes la Liga Comunista 23 de septiembre.
Tragedias civiles hay más. Ya mencionamos las referidas a los grandes sismos.
Este año se han sumado varias, entre ellas la volcadura y explosión de una pipa transportadora de gas en la entrada oriente de la ciudad de México, que ha recibido muy amplia cobertura de los medios.
Un par de días antes, en Atlacomulco un tren partió por la mitad a un autobús repleto de pasajeros que se le atravesó en el camino. En cada uno de los casos, hay más de una decena de fallecidos y varias decenas de lesionados de gravedad, a la mayoría de los cuales les quedarán, en caso de salvar la vida, secuelas perennes.
A propósito de todo lo anterior, viene a cuento recordar los versos del Credo, escrito en 1940 por el vate yucateco Ricardo López Méndez, en una de sus cuartetas, que dice:
Tú hueles a tragedia, tierra mía, y sin embargo ríes demasiado, acaso porque sabes que la risa es la envoltura de un dolor callado.
Y la parte final en que refiere: México, creo en ti, porque escribes tu nombre con la equis, que algo tiene de cruz y de calvario; porque el águila brava de tu escudo se divierte jugando a los volados con la vida y, a veces, con la muerte.