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El fantasma de Jeffrey Epstein no deja dormir a Donald Trump

El fantasma de Jeffrey Epstein no deja dormir a Donald Trump
Política
Noviembre 19, 2025 00:38 hrs.
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Luis Manuel Arce Isaac › tabloiderevista.com

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El fantasma de Jeffrey Epstein no deja dormir a Donald Trump
Por Luis Manuel arce Isaac

Quizás tarde tiempo en descubrirse si es acertada la teoría de la conspiración en la muerte del pederasta y facineroso empresario Jeffrey Epstein, la cual reza que no se suicidó como certificaron autoridades carcelarias y forense aquel 10 de agosto de 2019 en el Metropolitan Correctional Center, Nueva York, donde guardaba prisión, sino que fue asesinado por orden de sus cómplices en los numerosos delitos de pederastía y otros sexuales por los que fue sancionado.
Lo real, por supuesto, es que murió, y fue enterrado, pero su fantasma vaga ahora por la Casa Blanca y Mar-a-Lago, en Palm Beach, y en cualquier otra propiedad del magnate porque Epstein se ha convertido en su sombra, y ni en la cama lo deja solo.
Es su calvario ahora, cuando antes fue su creador de disfrutes, en especial en su período de oro con las mujeres bonitas y jovencitas como dueño Miss Universo a cuyas concursantes y ganadoras hizo sufrir tanto por sus vicios sexuales y atroz misoginia.
Cuando su ex amigo y uno de los grandes financistas de su segunda campaña electoral, Elon Musk, se encabritó y le recordó públicamente que su nombre figuraba en los documentos privados de Epstein y sus colecciones de fotos y videos en el apogeo del tráfico sexual de adolescentes, Trump debe haberse estremecido pues el ataque lo tomó desprevenido y sin alguna arma elaborada para defenderse.
No solamente por la gravedad del sustrato de la revelación hecha, sino además porque la hacía un tipo creíble que había puesto muchos millones de dólares a su servicio, y un aliado que fue capaz de parodiar el saludo de Hitler en pleno Congreso en su toma de posesión y sentarse casi a su lado entre los más privilegiados sin ser legislador ni nada semejante, que le diera ese derecho. Nadie se atrevería a desmentir a Musk, y eso lo sabía Trump.
Desde ese mismo momento se vio obligado a recomponer su estrategia, no solo de imagen, sino política, para intentar borrar aquella maldita revelación, que nadie sacara de su tumba a Epstein, y hubiera sacrificado hasta el dedo gordo de sus pies con tal de que aquello no tomara cuerpo en las redes sociales ni en ninguna parte del tinglado político.
Buscó montones de forma de desviar la atención y seguramente puso a trabajar a su ejército de asesores de imagen y publicidad las 24 horas del día. Para muchos analistas políticos, de esa situación salieron sus famosas aventuras militares y amenazas fuera y dentro de las fronteras de EEUU, su terrible persecución inhumana de los migrantes, la ocupación policial de varios estados, descabelladas ideas de guerras multipropósitos, monetarias, financieras, comerciales, y de tensión máxima, extrema, en las relaciones internacionales con el fin de convertirlas en factores de política interna, doméstica.
Presionó a todo el entramado republicano para que bloquearan cualquier intento de publicar los archivos de Epstein, y maldijo mil veces a su benefactor Musk a quien le jugó feo y este se las cobraba, y movió todos los peones a su alcance para que sus aventuras con el asqueroso Epstein -como lo calificaron algunos representes- no fueran conocidas y mucho menos divulgadas.
Se sentía entre la espada y la pared, y no ocultaba su enfado y engreimiento al denostar contra cualquiera, fuera un jefe de Estado o un mendigo, y calificarlos en un lenguaje impropio de un supuesto estadista. Sus mentiras de toda laya sumaron guarismos a escala peligrosa.
Y para sorpresa hasta de los mismos republicanos, al sentirse tan demasiado cerca del fuego que podía quemarse, los asesores parece que lo convencieron de que, ante de tan abrumadora posibilidad de que el congreso aprobara la publicación de los archivos, que mostrara hidalguía y diera un paso valiente, como hacen los incorruptibles, los héroes de Hollywood, y pidiera de la forma más elegante y positiva posible, publicar los archivos ’pues no tenía nada a qué temer’.
Y entonces sobrevino la gran y simple pregunta que llena todos los espacios de la prensa estadounidense y mundial ’¿Por qué lo hizo?’.
Sobre todo, por qué cuando ya no es posible evadir evidencia, desmentir hechos y cuando la gran pradera de América del Sur está rociada de gasolina tras un despliegue súper exagerado en el Caribe, y él tiene en sus manos un mechero encendido que, si lo suelta, el incendio podría llegar hasta los bosques de América del Norte.
Cada medio maneja sus tesis al respecto, y hasta la inteligencia artificial, que no tiene corazón ni sentimientos, coincide en asegurar que se quedó sin opciones para desmentir lo que hasta su esposa conoce muy bien y probablemente también sus hijos, y los empresarios aliados, los generales del complejo militar industrial que reciben montañas de dólares, los vendepatrias como Milei en Argentina, el infeliz que barre las calles y lava platos en un restaurante de Washington: ¡miedo!, mucho miedo, algo increíble para el artífice de esa brutal y estúpida teoría.
Enlistan muchos otros motivos: presión interna de su partido, votación negativa para él irreversible en la Cámara de Representantes como realmente sucedió, fractura en la unidad de su entorno, temor a exhibir una imagen de un líder debilitado, imposibilidad de negar y tergiversar las evidencias y desmentir a las testigos, aumento de las ya muy adversas cifras de aceptación de su mandato, rechazo a su apoyo a asesinos como Netanyahu, y a lo que hace contra Venezuela y Cuba, o las fracasadas presiones a México para doblegar a la presidenta Claudia Sheinbaum.
Las víctimas sobrevivientes de Epstein, y por extensión de Trump y de muchos encumbrados como ellos, fueron muy claras en su lacónica carta a los legisladores estadounidenses instándolos a publicar esos archivos y es posible que las escucharan y eso ayudara a que la votación fuera casi unánime y pasaran la pelota a los senadores donde Trump tiene una ventaja de 52 escaños contra 47, pues hay un pupitre vacío. Pero es de suponer que algunos republicanos, como casi todos en la cámara baja, reaccionen ante la verdad inexcusable, y también la aprueben en esa cámara.
Las mujeres dijeron a los representantes y repiten a los senadores: "Aquí no hay términos medios. No hay lugar para esconderse detrás de la afiliación partidaria". Y, aunque no lo dijeron, hay otro motivo más que se añade a los muchos que arrastra para merecer y sin postergar mucho, un juicio político o impeachment que lo saque de la Casa Blanca, lo desahucie como político, y lo mande a proceso judicial penal inmediatamente que pierda su inmunidad porque sus crímenes son de delincuencia común.
Ojalá que al igual que el pueblo que votó por él ahora lo rechaza y le retira su simpatía en masa, los senadores y jueces lo entiendan y se entiendan y se respeten ellos a sí mismos.

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