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El nombre de Dios

El nombre de Dios
Política
Abril 22, 2025 23:01 hrs.
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Armando Ríos Ruiz › tabloiderevista.com

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El mundo católico entero está de luto. Luego de enfrentar una larga enfermedad que se transformó en agonía, el Papa Francisco al fin fue doblegado por la muerte, no sin antes pelear contra ella de manera denodada y valiente, hasta su último aliento. Apenas horas antes había oficiado una misa como si el mismo Dios le hubiera prolongado la vida para cumplirle ese deseo.
Cerró la Semana Santa para iniciar la de Pascua más allá de la vida terrenal o al lado del Creador, en un ciclo de 88 años, la mayoría de los cuales dedicó al servicio de las cosas divinas y ungido a la postre como el más alto representante de la iglesia católica y el primero oriundo de América Latina, cumplido con altísima responsabilidad y como digno heredero de Pedro.
Luego de su deceso, dignatarios de diversas partes del mundo se apresuraron a anunciar su asistencia a la ceremonia fúnebre, como Donald Trump, de Estados Unidos, Bolodímir Selenski, de Ukrania, los reyes de España y muchos más. Nuestra Presidenta no asistirá. En su lugar viajará la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez.
Nuestra Mandataria ocupó el diálogo mañanero con el recuerdo de su campaña política, del momento en que acudió al Vaticano a platicar con el Vicario de Cristo, pero para decir que a ella la recibió en la parte de arriba, mientras a su contrincante, la verdadera ganadera de las elecciones, víctima del fraude, Xóchitl Gálvez, la recibió abajo.
Parecía que celebraba, más no que pretendía decir a los mexicanos que estaba afligida por la partida de Francisco. Sonreía de buena gana sin reparar para nada en la gran aflicción que envuelve a un país que tiene el segundo lugar en el mundo en número de católicos, sólo superado por Brasil. Aun así, se atrevió a decir que sentía su partida, como cuando dice que siente profundamente cuando los narcos matan a decenas de mexicanos.
Tal vez quiso presumir que recibió a una judía que no cree en el catolicismo, porque el Santo Padre la consideró más importante. Recordamos que también portó en una ocasión un mandil con la imagen de la Virgen de Guadalupe, en la que tampoco cree, pero para atraer la atención de los votantes. Eran tiempos de campaña política de su propia candidatura.
Las últimas palabras del Papa, las que dijo con palabras lentas. Agobiado por la neumonía doble, fueron como siempre, de consuelo. De esperanza para este mundo acicateado por conflictos bélicos y económicos. Desesperanza y desigualdad. Un llamado a no rendirse ante el miedo o a la indiferencia. A cuidar la vida y a trabajar por la paz.
Palabras como: ’Hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de corazón a corazón, y su canto hace llorar de alegría al pueblo de Dios en todo el mundo. Desde el sepulcro vacío de Jerusalén llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jesús, el Crucificado, «no está́ aquí́, ha resucitado» (Lc 24,6). No está en la tumba, ¡es el viviente!" llenaron los corazones, las vidas, las esperanzas de los oyentes.
Desde el principio de su papado anunció que no lo dedicaría únicamente a cuestiones relacionadas con el aborto. Al uso de métodos anticonceptivos. Al matrimonio homosexual. También se pronunció contra la pena de muerte inadmisible y la posesión de armas nucleares inmoral. Contra las desigualdades mundiales e imploró a países ricos que hicieran un esfuerzo extra para atajar la crisis climática, en la que por cierto muchos no creen.
Por cierto, en una ocasión se afirmó que había enviado un mensaje directo al expresidente tabasqueño, en el que le pedía que no utilizara su nombre de manera política o para adquirir admiradores. No hubo tal. Si hubo un discurso de él en la sede de las Naciones Unidas en 2015, que fue alterado con un doblaje de voz para pedir no utilizar su nombre para atraer votantes.
El Papa Francisco, surgió a la vida en la Argentina de la segunda mitad del siglo pasado. Pertenecía a otra dimensión. A los que están hechos con un material de vida pura. Construidos de una pieza sólida. De las que jamás se tuercen en el camino. Constituida con tales elementos, que la naturaleza, irguiéndose, puede gritar al mundo entero: ¡este es el hombre de Dios! Ese era el gran pastor, emulo de San Francisco de Asís.
ariosruiz@gmail.,com

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