Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El decreto que clasifica al fentanilo ilícito y sus precursores químicos como armas de destrucción masiva, firmado por Trump, parece más una declaración para infundir miedo que para frenar su traslado, principalmente de México a Estados Unidos. Un tanto insidiosa y alarmista, cuyos efectos, seguramente mantendrán sin cuidado a quienes se dedican al trasiego del mismo.
La medida de sus declaraciones ha funcionado como desencanto, debido a que primero, proporcionan esperanza y luego decepción. Como cuando declaró terroristas a los narcos de toda Latino América y principalmente de México, por ser vecinos inmediatos, que permitirían a sus fuerzas armadas actuar en nuestro territorio y luego señaló que su intención no era precisamente ésta.
Millones de mexicanos pensaron que sus uniformados vendrían a perseguir a los criminales o a realizar exactamente el papel que aquí, la misma Presidenta se niega a ejercitar en beneficio de la población y en obediencia a nuestra Carta Magna porque, según ella, es contra le ley que el Estado se encargue de eliminar a quienes se dedican a asesinar y, en suma, a sembrar el terror todos los días.
Trump ha repetido siempre, que México está infestado de delincuentes que inclusive hacen daño a su propio país. México se llenó de esperanzas y se ha elucubrado, hasta la fecha, que ya no está lejano el día en que la solución a nuestros problemas vendrá de allá, del norte.
Pero ¿qué? No ha ocurrido absolutamente nada. México es conducido con seguridad inquebrantable a la dictadura, que muchos mexicanos apostaron, los gringos no permitirían.
En esta nueva declaratoria sobre el fentanilo, hasta los gringos dudan.
El ex fiscal federal especializado en asuntos de seguridad nacional, Dennis Fiztzpatrik, calificó la medida como un ejercicio político.
’Señaló que ya cuentan con estatutos probados, con los que fiscales y agentes están acostumbrados a trabajar, y son muy claros y logran los mismos objetivos’. Añadió que no hay ninguna razón práctica para etiquetar el fentanilo como arma de destrucción masiva. Es un ejercicio político’, sentenció.
Y la verdad es que, para que las autoridades mexicanas entiendan, son necesarias acciones contundentes. Inclusive por sobre los aranceles.
Actuar de esa manera es exponerse a que le tomen la medida y si los niños recién nacidos tienen esa misma facultad, de medir a sus padres y fingir malestares para llamar la atención y obtener lo que quieren, los mayores con mayor razón. La señora Sheinbaum podrá no ser inteligente ni científica. Pero es obvio que se da cuenta, porque esto no demanda ninguna ciencia, de que Trump amenaza para asustar y finalmente acepta las excusas.
Tampoco es una ciencia darse cuenta de que nuestro gobierno está emparentado hasta el tuétano con los cárteles de la droga, exactamente en la misma dimensión del sexenio anterior, en donde la fórmula del gobierno para decir que estaba a sus órdenes, consistía en la expresión de abrazos, no balazos y hoy, la constitución particular de la Presidenta contiene los artículos que impiden la persecución de los delincuentes, inclusive, de cualquier índole.
Nadie podría creer que, en Estados Unidos, sus gobernantes lo ignoren o no se den cuenta de lo que pasa aquí y les afecta.
Su secretario de Estado, Marco Rubio, lo ha señalado inclusive desde antes del arribo del Macuspano a la Primera magistratura. Sin embargo, hasta el momento sólo hemos sido testigos de conjeturas que nos hacen pensar en lo que quisiéramos que sucediera. Más no en hechos que nos inclinen a ver una realidad.
A Trump se le agotan los argumentos para asustar, si esa es su intención real, porque las amenazas de imponer aranceles, si dan para intimidar, sólo preocupan momentáneamente, mientras nuestra Mandataria encuentra la forma de salir del problema y hasta hoy, lo ha logrado sin recurrir inclusive a argucias inteligentes. Ahora, el vecino inventó declarar el fentanilo como arma de destrucción masiva, aunque al momento no ha dicho y nadie imagina para qué.
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