El traslado de Bermúdez

Hay preguntas demasiado inquietantes en la población: ¿Quién ordenará investigar a fondo a personajes del mismo gobierno señalados como creadores de bandas delictivas dedicadas a la comisión de los delitos más espeluznantes?

¿Quién ordenará sus detenciones y quién los juzgará, si los integrantes del nuevo Poder Judicial ganaron una posición de privilegio gracias a una elección de caricatura, en la que participó menos de 10 por ciento de la población que vota?
Podrán decir que ya se trabaja en todo.

Pero la verdad es que los realmente señalados gozan de cabal salud y, a pesar de que los indicios los apuntan directamente, reciben el perdón anticipado de la máxima autoridad que hoy dirige el destino de los mexicanos y los exime de culpas sólo con la fuerza de su palabra, que nada tiene que ver con los elementos de un juicio real.

El aniquilamiento de la Corte fue ideado por los políticos que tienen una marca bastante clara de culpabilidad en esa madeja delictiva.
Aparecieron en el sexenio anterior, de la mano con el ideólogo del delito en grande o del ex Presidente.
De igual forma, el moderno aparato judicial compuesto por escogidos de varias maneras, para que sirvan hasta de rodillas a sus benefactores.
Todo fue calculado por el hombre siniestro, diseñado para la comisión de ilícitos de inmenso calado, con la aseveración constante de perseguirlos para acabar con la corrupción, mientras era el mismo que los cometía. De esa forma logró aumentar la admiración de sus seguidores, quienes cegados por el espejismo lo libran de cualquier culpa y quienes jamás creyeron ni creen que su dios es el gran jefe de ese cártel creado por él en las mismas entrañas de su gobierno.
Repetía que perseguía la corrupción mientras la fomentaba. Felicitaba a la vista de todos a sus ayudantes o a las organizaciones criminales, como parte del pago por sus servicios, mientras presumía ser el mejor gobernante del mundo. Pudo ser cierto si hubiera completado la frase: ’el mejor, pero del mundo criminal.’
Tan bien organizó todo, que hoy permanece escondido, pero sin dejar las riendas del poder que ideó desde hace mucho tiempo, durante el cual descubrió y moldeó a la sucesora.
Una persona que contaminó con sus planes aviesos y que también se dejó contaminar, a la que hizo aliada y partícipe, al grado de tenerla hoy en la mano, de tal suerte que no puede actuar en contra porque es cómplice.
Apenas unos hilos de la inmensa maraña acaban de asomar con la captura de Hernán Bermúdez Requena, secretario de seguridad del querido hermano Adán Augusto López Hernández, cuando gobernaba Tabasco y hoy abrumado senador de la República.
Entonces convirtieron la entidad en la más peligrosa del mundo.
Una soga de espeso grosor se vio en días pasados, con el descubrimiento de marinos inmersos en el descomunal delito de huachicol o trasiego de gasolinas que no pagan impuestos, con ganancias jamás vistas de cientos de miles de millones de pesos, a cuyos presuntos constructores, desde el jefe del Ejecutivo hacia abajo, pretenden exonerar con la disculpa presidencial.
Bermúdez Requena representa un gran peligro para la tranquilidad del ex Presidente y de su hermano, Adán Augusto. Su traslado a México desde Paraguay no cuadra ni con el juicio menos racional.
El avión en que fue transportado se desvió a Colombia, gobernada por un ex guerrillero y amigo de nuestro ex mandatario y después volvió a desviarse hacia Chiapas, lugar en donde está el rancho del expresidente López. Ninguno de esos lugares estaba en la ruta.

Pero el avión era tripulado por personal de la Fiscalía General de la Nación, al servicio de los presidentes, anterior y actual.
La sospecha de muchos analistas habla de que, en ambos lugares, el ex funcionario y delincuente fue aleccionado e inclusive amenazado, también con la probable promesa de sacarlo del apuro, con el concurso de los nuevos jueces que habrán de tener que ver con el caso.

El tema es poner a salvo todo el andamiaje creado específicamente para violar las leyes con los delitos más novedosos y exagerados de que se tenga memoria, quizá en todo el vastísimo planeta. Esa amenaza ya está en México.
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