Transparencia política
Erwin Macario
El próximo 7 de noviembre será el estreno de la segunda película Pedro Páramo, que tendrá más suerte que la primera versión cinematográfica (1967) de la obra universal de Juan Rulfo.
Pero no es de la novela, ni de los dos filmes, que hablaré esta vez, sino de los recuerdos que Rulfo provoca en el viaje de Juan Preciado a Comala, un pueblo —que en mi caso— no es imaginario como el de Pedro Páramo; ni el Macondo de los Buendía, que nos legó en su magia Gabo. O el Camelot del Rey Arturo, de John Steinbeck.
Con la película de Rodrigo Prieto, que en1967 tuvo el guion de Carlos Fuentes, viajo a mi Comala —estado de conciencia alterada— antes de hacerlo en el Tren Maya, que no lo ha revivido del todo después de la desaparición del Ferrocarril del Sureste, que le dio la vida.
San Pedro, a pesar de sus ’recién descubiertos’ manglares, su bello río que todavía tiene las obras hidráulicas mayas que evitaban sus salidas de cauce y su inexplorada zona arqueológica, no fue tomada como estación del Tren Maya.
Quizás físicamente lo encuentre —como el hijo de Pedro Páramo a Comala— un pueblo fantasma por el éxodo de la mayoría de sus habitantes.
Ya no estarán —lo sé— los viejos edificios de madera que albergaban las tiendas de don Candelario Macario González, fundador con Juan Aguilar, de ese pueblo maderero, al paso del tren; las de don Esteban Ricárdez, Esteban Sarmiento, Jorge Suárez, el señor Valenzuela, las de las hermanas Gamas y El Chelano. La de don Camilo Murillo, mi abuelastro, se incendió, con una eclosión de maíz, de su bodega, que llenó de pájaros varios meses las únicas casas vecinas, la nuestra y lo que era el hotel del pueblo, de mi tía Marcela Murillo Rodríguez.
Viajo astralmente, mientras lo hago por tren, como antes, que no había carretera, y añoro el boquete que represaba las aguas del río, frente al puente y creaba un arroyo que, como el río, se unen a una especie de laguna que unía, en nuestros sueños infantiles en su ribera, al cielo y sus aguas cristalinas que se llenaban de grandes trozos de árboles que bajaban desde los tumbaderos río arriba, y hasta de Guatemala.