Opinión

Eventos allá por el pueblo a finales del siglo XIX

Eventos allá por el pueblo a finales del siglo XIX
Periodismo
Junio 25, 2021 20:32 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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De cuando en cuando a este escribidor provinciano le da por darse una vuelta por el pasado de su pueblo, Piedras Negras, Coahuila. Lo hacemos como simples aficionados y no como aspirantes a historiadores de esa localidad, jamás intentaríamos asumirnos como tales. Estamos conscientes que no nos basta con tener los grados académicos para abrogarnos tal título. Para eso, además, es necesario haber investigado de manera sería y meticulosa el tema. De hacerlo incurriríamos en falta grave y podríamos exponernos a que algunos apilaran la leña verde por andarnos entrometiendo en asuntos que, de facto, se han adjudicado les pertenece a ellos quienes, asumimos, poseen ambas condicionantes y de ahí que sean guardianes tan celosos para que nadie intente incursionar en esos terrenos. Ya tenemos un antecedente familiar con lo acontecido a don Rafael Villarreal Martínez cuando ’osó,’ sin nunca asumirse como historiador, obsequiar a sus coterráneos con la autoría de un par de libros en los cuales narró lo que vivió, vio y escuchó a lo largo de más de ocho décadas en esa localidad. Hasta estos días, los señalados arriba, buscan reducir al olvido lo ahí plasmado. Cuidadosos de no caer en falta, hace unos días, revisábamos nuestros archivos y nos encontramos algunos documentos en los cuales se relatan episodios de eventos ocurridos en el pueblo durante el ultimo cuarto del siglo XIX, periodo en que los primeros de nuestros ancestros arribaron por aquellos lares. Partamos hacia la revisión de algunos acontecimientos que resaltaban por aquellos días en el pueblo.
Es bien conocido que los ingresos generados por la aduana de Piedras Negras fue el motivo que suscitó las disputas entre el estadista Benito Pablo Juárez García y el gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri Valdés durante los tiempos de la Guerra Civil estadounidense. Cualquiera con conocimientos mínimos de los eventos conoce que por esa frontera cruzaba la mayor parte del algodón que los sureños enviaban a Europa y que de regreso por ahí pasaban los pertrechos militares que ayudaban a los rebeldes separatistas. En ese contexto, se sabe que la fortuna de Evaristo Madero Elizondo, el abuelo del prócer, y de Patricio Milmo O’ Dowd, yerno de Vidaurri y ancestro del magnate televisivo, tuvo sus orígenes y consolidación en base a las actividades de comercio exterior que realizaron por aquel rumbo en plena guerra de secesión hasta que esta finalizó en abril de 1865. También, es conocido que por aquellos tiempos un problema prevaleciente eran las incursiones que grupos de indígenas realizaban, en ambos sentidos de la frontera, para realizar tropelías. Uno de esos eventos acaeció a finales de mayo de 1877 cuando un grupo de indígenas lipanes incursionó en territorio estadounidense.
Dado que no era la primera ocasión en que eso ocurría, ya varias veces los estadounidenses habían conferenciado con las autoridades mexicanas al respecto, habiéndose comprometido estas a tomar cartas en el asunto, sin que se vieran resultados. Ante ello, el 1 de junio de 1877, el secretario de guerra, George Washington McCrary, envió un comunicado al general en jefe del ejercito de los EUA, William Tecumseh Sherman, aquel quien obtuviera las victorias decisivas para las fuerzas de la Unión, indicándole que el presidente Rutherford Birchard Hayes (1877-1881) deseaba reprimir esas incursiones y por lo tanto era necesario proveer con refuerzos a las tropas estacionadas en Texas. Para ello, era requerido que el comandante del departamento de Texas, el general Edward Otho Cresap Ord, se coordinara con las autoridades mexicanas para que, conjuntamente, tomaran acciones para detener a esos malhechores. Aquí cabe un paréntesis para indicar que mas tarde en 1882, la hija de Ord de nombre Roberta habría de casarse con el general José Jerónimo de los Dolores Treviño Leal, pero volvamos a los hechos de 1877.
Al enterarse el gobierno mexicano de dichas instrucciones, las asumió como un salvoconducto para que Ord, bajo el pretexto de reprimir a los indígenas lipanes, se metiera en nuestro territorio sin permiso alguno. Ante eso, el embajador de los EUA en México, John Watson Foster, hubo de aclararle al secretario de relaciones exteriores de México, Ignacio Luis Vallarta Ogazón, que no era así. Sin embargo, también, le reclamaba que no obstante las promesas mexicanas de apoyar a la pacificación de esos nativos, nada habían hecho y por lo tanto las protestas emitidas por el ministro de guerra, Pedro Luis Ogazón Rubio, eran infundadas. Ogazón reclamaba que lo indicado a Ord iba en contra de lo establecido en los tratados entre ambas naciones, en contra del derecho internacional y con la practica de las naciones civilizadas. El gobierno de México llegó a afirmar que detrás de eso estaba el apoyo estadounidense al expresidente en el exilio, Sebastián Lerdo De Tejada y Corral quien planeaba retomar el poder. Pero los intercambios de quejas-justificaciones-quejas no hicieron mella en los indígenas lipanes, ni tampoco impidieron que las fuerzas estadounidenses buscaran castigarlos aun cuando tuvieran que cruzar la frontera mexicana.
Conforme a lo encontrado en el documento, ’Memoria que en cumplimiento del precepto constitucional presentó al Congreso de la Unión en el Primer Periodo de sus sesiones el C. Ignacio L. Vallarta, ’(1878), se halla el comunicado que Ogazón envió a Vallarta mencionándole que el general José Francisco Naranjo de la Garza le remitió un telegrama, recibido el 11 de octubre de 1877, en el cual se lee: ’el general [Anacleto R.] Falcón comunica de Piedras Negras, que el 29 de septiembre fuerza americana pasó a territorio de México y atacó un campamento de indios lipanes, y adjunta copia del parte del coronel [Inocente] Rodríguez que da pormenores del suceso.’ Asimismo, alababa la actitud de Rodríguez y enfatizaba dar órdenes ’al general Falcon para que obre de acuerdo y en los términos que me indica en correspondencia particular, que siga sosteniendo la dignidad nacional.’ Pero seguramente usted, lector amable, se preguntará cual fue el parte que rindió el coronel Rodríguez y no lo vamos a dejar con la duda.
Desde Zaragoza, Coahuila, Rodríguez, el sábado 29 de septiembre, reportaba a Falcón que: ’En este momento que son las cuatro de la tarde, he tenido noticia por un vaquero, de que una partida de negros ha pasado á un cuarto de legua por el rancho de los Patiños, a las once de la mañana, sin duda en persecución de algunos indios, puesto que llegaron al campo que éstos tenían últimamente y rotaron una caja de parque. según estoy informado, no son negros, pues hay algunos indios del Gato. Oportunamente salgo con fuerza a fin de investigar la verdad de los hechos y batirlos si fuese necesario.’ Este era simplemente un preámbulo en la narrativa de como se dio la persecución de las tropas estadounidenses que, bajo el pretexto de castigar indígenas invasores, se olvidaban de respetar los límites entre ambas naciones.
El 2 de octubre de 1877, una vez que Rodríguez había concluido sus labores de persecución, se dio espacio para redactar un informe mas detallado acerca de lo acontecido. Indicaba que ’a las cinco de la tarde del día 29 de septiembre último, me dio parte verbal el ciudadano presidente municipal de esta ciudad [Piedras Negras, Coahuila], que una partida de soldados americanos había invadido nuestro territorio, al parecer con el objeto de perseguir a los indios lipanes, que se hallan por casualidad acampados á legua y media del rancho de los Patiños, rumbo al desierto, y distante cuatro leguas de esta ciudad. Inmediatamente dispuse marchar con una partida de cien caballos del cuerpo de mi mando, acompañado de los CC. Vicente Garza, Espiridión Meza, Vicente Hernández y dos ciudadanos más, quienes se me ofrecieron voluntariamente a ayudarme en la expedición y servirme de guías en caso necesario. Al salir de esta población tomé el rumbo de la Congregación del Remolino, y en el intermedio de una y otra población recibí un correo del juez auxiliar de aquella Congregación, en el que me participaba que habían pasado las mediaciones de aquel pueblo después de haber asaltado la ranchería de los lipanes, incendiándoles las habitaciones provisionales que tenían, y llevándose cinco indias viejas que aprehendieron en el asalto, y bastante caballada.’ Lo de la caballada lo entendemos, lo de las indias viejas resulta difícil de encontrarle una explicación, pero vaya usted a saber las costumbres de los invasores.
Respecto a los robos de los equinos, Rodríguez aseguraba ’que según informes que ahora he recibido, no solo pertenecen á los indios, sino también a varios ciudadanos que tienen sus ranchos cerca de aquel lugar, donde aquellos estaban acampados. A las doce y media de la noche llegué al Remolino, donde se me reunieron también seis hombres voluntarios, en el acto desprendí una avanzada compuesta de 20 hombres de mi cuerpo y diez vecinos conocedores del terreno, al mando del capitán C. Aurelio Campos, para que tomando la huella de la fuerza americana la siguiera hasta poderla reconocer y observar sus movimientos, mientras el resto de mi tropa daba pienso a la caballada, y seguir después el movimiento.’ Eso acontecería hasta que el sol hiciera su aparición.
’ A las siete de la mañana del día siguiente, me mandó aviso el mencionado capitán Campos, que había logrado alcanzar a la fuerza americana en la cabecera del Rio de San Diego, emprendiendo ya la marcha para el rumbo del Rio Bravo, después de haberse incorporado con otra fuerza que ha había estado allí acampada y doscientos hombres más que pasaron en el Palo-Blanco, arriba de la Villa de Jiménez, que habían pasado a protegerles la retirada a la fuerza que había venido a pegarles a los lipanes, y al avistar a la fuerza mexicana, salieron del campo que ocupaban, se posesionaron de una mota y formaron una línea de batalla que se compondría de quinientos caballos, quedando ambas fuerzas una al frente de la otra; y después de ejecutar algunos cambios de frente los soldados americanos, y los que ejecutaba al mismo tiempo la avanzada, quedando a la vez a una corta distancia y siempre retrocediendo los soldados americanos, quienes al avistar el resto de la fuerza que llevaba, emprendieron su movimiento rápido, con rumbo al paso conocido con el nombre de la Treinta y una, yendo la fuerza de Campos a una pequeña distancia de su retaguardia, y el que los siguió como cinco leguas [24.24 kilómetros] más allá de la referida cabecera de San Diego, de donde dispuse que se volviera por no serme ya posible darle alcance, en virtud de estar muy fatigada mi caballada, por haber hecho una jornada de más de treinta leguas [144.84 kilómetros], y haberme informado con los conocedores del terreno, que de allí en adelante no había agua hasta una distancia de más de quince leguas [72.42 kilómetros]; por cuyo motivo dispuse hacer un movimiento rumbo a San Vicente, en donde permanecí doce horas con el objeto de observar los movimientos que hiciera la fuerza americana, o impedir que retrocediera á. tomar los pasos : donde había pasado a nuestro territorio, y habiendo tenido noticia por mis exploradores, que habían tomado la dirección del expresado paso de la Treinta y una, dispuse volverme para dar de comer a la fuerza y descanso a la caballada, convencido de que ese mismo día pasaría la fuerza americana a su territorio.’ El hecho de que las tropas estadounidenses se retiraran no evitó que el gobierno mexicano permaneciera pasivo.
Ogazón instruyó a Naranjo para que le ratificara a Falcon de que en caso de suscitarse un evento similar actuara en consecuencia e hiciera uso de la fuerza militar para evitar repetir esa violación al territorio nacional. Asimismo, Vallarta instruyó al escritor, periodista, político y diplomático mexicano, José Tomas De Cuellar, quien fungía como encargado de negocios ad interim de México en los Estados-Unidos de América para protestar ante el gobierno de Washington.
El reclamo estaba sustentado en cinco puntos a saber: ’1° Se ha verificado estando pendientes las reclamaciones del Gobierno mexicano hechas en la nota de esta Secretaría de 18 de agosto próximo pasado, y la contestacion del Gobierno Norte-América no sobre este negocio, al que ha ofrecido dar la debida consideración. 2º . La misma invasión se ha hecho en virtud de instrucciones anteriores, como lo dice el teniente coronel Shafter en el parte oficial que sobre ella han publicado los periódicos de ese país, por lo que se comprende que no debe imputarse á mero abuso de jefes subalternos. 3º. Se ejecutó dicha invasión infringiendo aún las instrucciones dadas al General Ord en 1° de Junio último, pues el mismo Shafter confiesa que el teniente Bullis no fue en persecución de algunos indios o merodeadores, siguiendo su huella de cerca, sino atacaron campo de lipanes establecido de tiempo atrás en Remolino. 4º. Lejos de ponerse de acuerdo para obrar en combinación las tropas de ambos países, como la orden de 1º. de junio tomada, en el caso de persecución de indios ó merodeadores, el teniente coronel Shafter dice que ’siendo insignificante en número la fuerza mexicana, no se creyó autorizado á atacarla. 5º. Según el parte del coronel Rodríguez, la tropa del teniente Bullis Se llevó bastante caballada que pertenece no solo a los lipanes, sino también a varios ciudadanos que tienen sus ranchos cerca de donde los indios estaban acampados.’
’Todas esas circunstancias concurren á hacer de la invasión mencionada un agravio contra México, aún más grave que los de qué habla la nota citada de18 de agosto último, constituyendo un acto de hostilidad que no puede sostenerse ni aún en los fundamentos en que se ha pretendido apoyar la orden del General Ord, de 1º. de Junio de este año. En virtud de las razones que constan en la nota referida de 18 de agosto, reagravadas muy considerablemente por las circunstancias de que se ha hecho mención, el presidente dispone que proteste vd. En nombre de la República contra esta nueva invasión de su territorio, manifestando al secretario de estado, al tiempo deshacer dicha protesta, que el Gobierno de México espera la contestacion de aquella nota y de la nueva reclamación que contiene la presenta, con tanta mayor razón, cuanto que ellas se deben tener como las representaciones pacíficas que hace el mismo gobierno en defensa de los derechos de la República y en cumplimiento de los tratados, según en nota separada se acredita.’ Esta protesta se realizó con todo comedimiento, por esas fechas el presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori andaba tratando de que el presidente Hayes le otorgar el reconocimiento estadounidense a su gobierno. Eso tardó aun varios meses, no fue sino hasta abril de 1878 cuando se materializó. Ello, sin embargo, no evitó que de cuando en cuando tropas de los EUA ingresaran a México. El 18 de julio de 1878, ’The New York Times’ reportaba que acorde a una nota aparecida en ’The San Antonio Daily Express’ se indicaba que tropas estadounidenses al mando del general Ranald Slidell Mackenzie estaban en Piedras Negras en donde la población indignada se organizaba para enfrentarlo. Pero no todo era tener invasiones frecuentes, de pronto en los sitios cercanos al pueblo se descubrieron importantes yacimientos de carbón y las cosas empezaron a pintar mejor.
En 1881, se le otorga una concesión a The Mexican International Railroad Company o la Compañía del Ferrocarril Internacional Mexicano para que construyera una vía férrea cuyo tramo primero (76 kilómetros), se finalizó en 1883. Al año siguiente, se construyó un ramal hacia las propiedades mineras de Collis Potter Huntington, quien también era dueño de la Southern Pacific Railroad. A finales de 1884, la empresa ferrocarrilera empezó a prestar el servicio de pasajeros y familias de diversos puntos de la republica empezaron a mudarse a ese lugar cuyo futuro lucio promisorio.
Convencidos de lo anterior, en 1886, una pareja de neoloneses con diecisiete años de casados decidió dejar Montemorelos e irse a echar raíces en la ciudad fronteriza. Él, José Rafael del Refugio Villarreal González de oficio agricultor con 42 años a cuestas, oriundo del Valle de la Mota. Ella, María Petra González Cantú de 34 años, ama de casa, nativa del mismo lugar, pero cuando ya se llamaba General Terán. Con ellos llevaban a sus hijos adolescentes, Leonarda (nombrada así en honor a su abuela materna), Manuel (el bisabuelo) y Antonio (homónimo total del revolucionario). Esa familia como muchas otras, entonces y después, decidieron asentarse en aquella localidad cuyo futuro lucía promisorio. Con épocas buenas y otras no tanto, pero el pueblo siempre ha logrado superar sus crisis y seguir adelante. Era entonces el Siglo XIX en sus finales, hoy en los albores del XXI vive tiempos promisorios. A la distancia, este escribidor nigropetrense, no especialista en la historia de Piedras Negras, Coahuila, se dio una zambullida en los archivos para recordar algunos episodios de aquellos tiempos muy lejanos cuando la defensa del territorio era asunto de todos los días. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (21.25.80) Estos añadidos son un indicador que nos permite obtener más información, acerca de nuestros escritos, de la que hubiéramos llegado a imaginarnos.
Añadido (21.25.81) ¿Cuál será el compromiso para que la derrota de Pablo E. Gó…mez provoque tales reacciones?
Añadido (21.25.82) Lejanos están los días en que los jóvenes mexicanos se entusiasmaban con ’las hazañas’ de los revolucionarios nicaragüenses, Pastora, los Ortega, Ramírez, Cardenal y demás, mientras entonaban las melodías de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina. Hoy, el ’revolucionario’ nicaragüense, como antes lo hizo el cubano, derivó en un dictador similar al que ayudó a derrocar. No falla, los redentores del pueblo siempre terminan convertidos en tiranos. Para tenerlo presente.
Añadido (21.25.83) Nuestros politólogos lo han obviado, pero es muy interesante revisar la victoria que obtuvo con más de 110 mil votos, el 56 por ciento de los sufragios, en el Distrito X de la CDMX, Margarita Ester Zavala Gómez del Campo. Un asunto que da para analizar más allá de filias y fobias políticas.



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