Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Este 5 de febrero, la Presidenta Sheinbaum celebró el 108 aniversario de nuestra Constitución, en donde resaltó aspectos de la llegada a la Presidencia de su maestro don Amlo, como si se tratara de la aparición del mesías, por sus inocultables dones de redentor y salvador de México. El único país del mundo que tuvo la suerte de verlo nacer en sus tierras del sureste, acondicionadas exclusivamente para esperar este magno acontecimiento.
Su discurso tiene verdades, pero todas expresadas para magnificar el advenimiento de una nueva era en la que los mexicanos serán testigos de su propia ascensión a sitios privilegiados, en donde al fin podrán disfrutar la ansiada felicidad sobre cualquiera otro ser humano sobre la faz de la tierra. Todo, porque fueron tocados por la palabra divina de quien hoy se esconde temeroso de ser localizado y castigado por la verdadera justicia terrenal.
Habló de un México bueno, pero para ella y los lacayos sin vergüenza de adherirse a Morena, porque no existe cuando se trata de conservar el poder al precio que sea. O para alcanzarlo, como en su caso. Dijo que la llegada de López Obrador en el 2018 representó el inicio de ’un nuevo rumbo’, ’construido con base en la verdad y la democracia’. En esencia prevaleció la mentira despiadada.
Los acontecimientos que mencionó como triunfos, son en la realidad el conjunto de actos destructores que operaron en contra de instituciones que, si bien ofrecían fallas, porque no existe nada perfecto sobre la faz de la tierra, operaban con aciertos y en todo caso, lo único que necesitaban era un ajuste o una reforma, para que continuaran al servicio de los mexicanos.
Quien le haya coordinado las palabras que usó, obviamente tuvo cuidado de no mencionar su denodado trabajo demoledor de la paz, que transformó en un auténtico infierno, seguramente semejante a su verdadero lugar de procedencia, para vivir a tono con él. Y fue precisamente rodeado de inmediato por todos sus compinches, que coadyuvaron llenos de placer a convertir a todo el país en ese averno, que hoy mantiene en jaque a la gobernanta (para hablar como le gusta), frente al gobierno de Estados Unidos.
La señora mencionó que ’hace justamente un año, el entonces presidente envió al Congreso diversas iniciativas de reformas constitucionales, para recuperar y ampliar el sentido social y nacionalista de la Constitución de 1917″ y para que fueran aprobadas sin quitarles una coma.
También se refirió a la más grande conveniencia personal, al citar al nuevo congreso constituyente, ’quizá una de las más importantes y profundas reformas que se enviaron y que hoy es parte de la constitución, que todos honramos en respetar. Se refirió a la reforma al Poder Judicial, sin la cual, sin ningún lugar a dudas, ella misma no podría gobernar, dada su evidente falta de capacidad en todos los sentidos. Le dejó pues, la mesa puesta.
A los periodistas les dijo que no había invitado a la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte, ’por razones obvias’. ¿Cuáles son esas razones obvias para ella? Para mí, que siempre actuó como contrapeso contra el Ejecutivo, en un momento en que nadie. Absolutamente nadie podía hacer eso con el poderoso, cuasi dictador y perverso Presidente de México.
Pero, además, esta decisión la benefició profundamente. Le quitó de enfrente un poder que hubiera podido obstaculizar cualquier decisión disparatada que pudiera tomar. La misma presidenta de la Corte le dio la idea cuando reveló que estaba dispuesta a mantener el Poder Judicial como un organismo al servicio de México. Igualmente, con fallas que pudieron corregirse sin abusos.
La conmemoración fue pues una mera fiesta de amigos en torno a la Primera Mandataria, que acudieron a escuchar su propia versión de los acontecimientos recientemente ocurridos que, por cierto, hoy la mantienen en vilo frente al gobierno de Estados Unidos. Arrogante. Dispersa. Sin argumentos de peso y complaciente. La Constitución es lo de menos.
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