Opinión

Hablemos de estados fallidos III

Hablemos de estados fallidos III
Periodismo
Junio 07, 2017 21:55 hrs.
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Sergio Enrique Castro Peña › guerrerohabla.com

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En las dos entregas anteriores, ’Hablemos de Estados Fallidos I y II,’ se expuso que si bien en el desempeño de un estado no existen estratos que dividan tajantemente un estadio de otro y que su representación es más bien un entrelazado de esos estadios, sí podemos inferir, de acuerdo que tan lejano o cercano esta uno de los otros, a donde éste corresponde. Nuestra situación como país sigue padeciendo del acotamiento político y económico de potencias más fuertes y grupos internos que se han opuesto a que logremos una independencia e identidad en lo económico, político, religioso y por lo tanto en nuestra cultura. Sin embargo, hasta ese momento no habían sido superados completamente esos escollos y de manera señalada el cumplimiento del principio de que construyamos un estado laico. Situación, que poco a poco ha cambiado siguiendo un proceso, hasta ahora poco claro, pero, esperamos, irreversible.
Nietzsche, expuso que una sociedad que ’prefería los arboles -frutos- a las semillas’, tiene muy pocas oportunidades de realizarse así, misma. Si bien es cierto, que Nietzsche se refería al mito del paraíso, -del Edén-, y la condición de Dios de no tocar el fruto del árbol que estaba en medio del jardín, de respetar el árbol del bien y el mal –el conocimiento- y, con ello obedecer, sin cuestionamientos, a Dios, en cuyo caso, el hombre podía permanecer en el Edén y obtener los siguientes beneficios: primero, viviría eternamente y segundo no tendría que trabajar o esforzarse para obtener su sustento. De no hacerlo, desobedecer, sería expulsado del paraíso y perdería dichos beneficios. Sin embargo, por otro lado, obtendría el conocimiento del bien y el mal: la facultad de cuestionar, de investigar, de explorar, pero, eso sí dentro del pecado. Con ello nacieron las iglesias institucionalizadas y el progreso se constituyó en tabú, en pecado.
Lo anterior, nos lleva a considerar, que sí nuestra sociedad se encuentra en un momento en donde las expectativas de mejorar nuestro contexto actual se caracterizan por la frustración, así como síntomas muy acentuados de resignación o aceptación, pero muy alejados, sin ser desechada, de una respuesta violenta. Una situación, que al no encontrar el país una respuesta por parte de una sociedad civil o un sistema civil, acabará por voltear sus ojos y buscara respuestas, o algo parecido a ellas, en cualquier lado en donde se las ofrezcan, no importando si son posibles, veraces o no. De ahí, que las estrategias políticas, de ataque o propositivas, se alejen cada día más y más del ámbito laico y sean presentadas con matices cada vez mayores de contenidos morales, no éticos, clericales, mesiánicos y fundamentalistas.
Ya no se enfatiza sobre si se violan o no en los derechos legales y/o civiles de la sociedad, de una población o de un individuo. Lo de ahora es circunscribirse al respeto de los poco definidos y limitados derechos humanos, el cual es un término que pareciera no cargar nada más allá de su acepción. Sin embargo, detrás de todos los esfuerzos por priorizar el uso de este vocablo hay toda una secuencia de acciones que no corresponden totalmente, al ámbito de un estado de derecho civil, a la obligación de vigilar el cumplimiento de las leyes, su aplicación y la sanción, cuando lo amerite, establecida mediante los instrumentos que esas leyes contemplan para tal fin. Primordialmente en países acotados o frustrados, subdesarrollados, existe una exigencia por parte de organizaciones, nacionales e internacionales, con objetivos poco claros, para que, dichos países, realicen una reconversión de su badaje legal. El objetivo es hacer que los fundamentos legales tengan, cada vez más, elementos de moral religiosa y paulatinamente se alejen de las posiciones civiles, liberales, y republicanas. Ante esto, vale hacer un recuerdo de las luchas y acciones que en nuestro país se emprendieron para consolidar una sociedad laica, hoy inmersa en un proceso de regresión.
En nuestro país, se presentaron leves momentos en donde las aspiraciones de independencia, de reconocimiento de nosotros mismos se hizo presente. La primera de esas acciones la encontramos en la Reforma liderada por Don Benito Juárez, en la actualidad ya le quitaron el ’Don’. Este tema ha sido ampliamente analizado por nuestro amigo el Dr. Rodolfo Villareal Ríos, de los pocos, ¿será el único?, historiadores quien sin ambages se declara Juarista-Elíascallista. El segundo momento, y más reciente, se presentó al finalizar la Revolución Mexicana en donde se liberaron la fuerzas contenidas en la naciente clase media mexicana. Liberación que tendría sus efectos no solamente en nuestro país sino que su influencia traspasó nuestras fronteras y contribuyó a la formación de la cultura Latinoamericana. Una de las más notables de nuestra identidad en los campos de las artes.
En la pintura, quizás, fue donde la cultura emanada de la Revolución Mexicana tuvo una mayor influencia cuya expresión se vio reflejada, en una forma pictórica inédita: el muralismo cuyos representantes máximos fueron José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera.
En la música que podemos identificar como clásica tenemos a Julián Carrillo, Carlos Chávez, Blas Galindo y Silvestre Revueltas y en la música popular se destacan Agustín Lara, Consuelito Velázquez y José Alfredo Jiménez.
El campo de la literatura México ha sido prolifero, quizás nuestra herencia española y católica contribuyo a que los talentos se desviaran a la literatura entre los que destacan Alfonzo Reyes, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Elena Garro y Octavio Paz, único ganador del premio Nobel.
Con respecto al cine, con su ’época de oro’ tenemos a Emilio ’el indio’ Fernández, María Félix, Dolores del Río, Pedro Armendáriz, Jorge Negrete, Pedro Infante, Joaquín Pardavé, Mario Moreno,Cantinflas, Germán Valdez, Tin Tan , y Adalberto Martínez, Resortes.
El florecimiento de las artes y la literatura fue producto de nuestra sociedad acientífica. Esto, se explica a partir de que no existía un campo para el desarrollo de la investigación, la invención, la tecnología y la ciencia. Ante ello, él talento mexicano, que indudablemente siempre han existido, al no tener cabida, ni interés por parte de los grupos gobernantes, al contrario, en su afán de centralismo ocasiono que los intentos tibios, limitados presupuestalmente, en las instituciones de educación superior en las entidades federativas tuvieran un desarrollo escaso. La excusa para no distribuir los recursos proporcionalmente fue que eran escasos y ante ello era mejor concentrarlos. En ese contexto, las participaciones gubernamentales para el desarrollo científico fueran desviadas a la UNAM y el IPN. El resultado fue muy poco afortunado, los ’investigadores ’o ’científicos’ que ahí laboraban acabaron convertidos en simples mezcladores, maquiladores y/o reproductores de artículos extranjeros y en viajeros frecuentes. Por otra parte, el descuido y desinterés de la política gubernamental en la investigación y la ciencia sólo nos ha conducido a justificar la miope política gubernamental en dichos campos.
Por otra parte, el poco interés del sector de hombres de negocios de constituirse, con su demanda, en motor de la innovación y la invención prefirieron, como siempre, de que es mejor importar tecnología, bienes, servicios y, un poquito de ciencia en detrimento de la incipiente industria local. Por desgracia, entre estos sectores abandonados tenemos la producción alimentaria y con ello la seguridad en este ramo. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, hay que señalar que existieron excepciones.
En el campo tecnológico e industrial lo fueron los empresarios e ingenieros, Eugenio Garza Sada y Alejo Peralta Díaz Ceballos; en la arquitectura, Pedro Ramírez Vázquez, Luís Barragán Morfín y Juan O’ Gorman; y, en la ingeniería, Heberto Castillo Martínez, sin olvidar la aportación al desarrollo tecnológico de los medios de comunicación que efectuó Guillermo González Camarena.
Vivimos en un ambiente social, en donde podemos aceptar que las políticas de acotamiento de los países más desarrollados es algo que constituye nuestra cotidianidad desde el inicio de México como país independiente. Lo mismo podemos decir del comportamiento de nuestro sector privado, cuya mentalidad de tendero, no ha sido superada y su contante evasión de sus responsabilidades y la exigua solidaridad con el país que tanto han explotado, ’saqueado’ como lo expreso un ex-presidente lo cual le valió ser ridiculizado, criticado, vapuleado hasta el cansancio, pero nunca desmentido. Con un sistema político: partidos, organizaciones, agrupaciones y ONG´s, incapaces de crecer y determinar una ideología que los identifique, -lo que sí han hecho, es producir una ley electoral, la cual obliga al gobierno a financiar todas las actividades de esos partidos, o cualquier forma de competencia electoral, haciendo inoperante e invalidando los objetivos primarios, procurar al elector una gama de alternativas ideológicas y sus programas de gobierno.
Al entrar a la globalización, dejamos atrás, ese México que vivió un destello de ser él mismo, por el supuesto de que teníamos que dejar atrás ese ramplón, que maliciosamente, se le confundió con el vivido en Alemania y del cual siempre ha sido un gran adorador nuestra clase ’intelectual’ y empresarial, que supuestamente se oponía a la apertura, cuando ellos fueron los principales instigadores para que no se realizara. Pero eso sí, que volviéramos nuestra atención hacia culturas de otros lares, modernos, siempre y cuando fueran de la añorada Francia, quizás por remembranzas a épocas imperiales.
Sin embargo, esta suplantación en lugar de representar un avance y un impulso del producido en la época posrevolucionaria y, como ocurrió con los bienes y servicios a lo largo de nuestra historia, fue cubierto por su importación. Nuestra tradicional hospitalidad, originó que le abriéramos las puertas a los refugiados españoles y en menor cuantía, producto de la instauración de gobiernos dictatoriales de corte derechista-católico. Con ello, es indudable, se vieron enriquecidas, principalmente los campos de la filosofía, literatura y la pintura, así como, indirectamente la política. Pero, a pesar de esa influencia benéfica, se produjeron dos efectos contrarios. Uno, los refugiados en cuestión se avecindaron en la Cd. de México y seleccionaron a la UNAM y al Colegio de México como sitio de trabajo, lo cual se fortaleció el centralismo ya existente. Otro, al producirse el relevo generacional, este se está dando dentro del mismo grupo, sin que hayan contribuido a la formación de nuevos profesionistas en el campo de la docencia superior.
Con respecto, a los campos del entretenimiento: el cine, el teatro y la televisión. El impacto ha sido mucho más acentuado, dado que, no solamente se modificaron las técnicas, sino también los estereotipos vigentes, las nuevas formas, los ojos y caras eran de color claro, delgados y de estatura mayor, amén de un tono de voz diferente al nuestro. De igual manera en los deportes, el futbol, supuestamente nuestro emblema nacional, poco a poco fueron invadidos desplazando a los nacionales, todo ello por necesidades técnicas y de incrementar el espectáculo, las ganancias. Con esta nueva situación difícilmente nos podemos identificar y, esta falta de identificación es sustituida por un bombardeo mediático para que aceptemos resignadamente esta situación. El ideal de nosotros mismos ya no somos nosotros, son los de otras partes. Ellos son emigrantes que solo vienen a utilizar al país como un trampolín para sus carreras, nosotros perdimos el liderazgo en la producción y difusión de cultura y nos convirtieron en simples receptores.
Con lo anterior, no se pretende rechazar que emigren a nuestro país talentos de otras partes. En lo que no estamos de acuerdo es que un propósito de apertura, con el sólo fin de ser calificados como hospitalarios, de gran apertura, este se realice únicamente con la aspiración de ser clasificados, premiados como tales, o por la simple avaricia de obtener un mayor lucro, en detrimento de oportunidades y desarrollo de los nacionales. Perdimos una gran parte de nuestra identidad, ya nuestros grupos dirigentes e impulsores de desarrollo no buscan la supremacía perdida, ya no somos los generadores de cultura, únicamente merecemos el título de pobrecitos, de desvalidos. Pero, que al no encontrar las oportunidades dentro de nuestras fronteras, no solo como trabajadores del campo y lavaplatos, sino los campos de los negocios, como emprendedores, catedráticos, científicos e inventores, amén de no contar con una libertad de expresión, no porque el gobierno directamente los inhibe sino por los consorcios de comunicación escrita y electrónicos que determinan que se publica, a quien se publica y como se hace.
Lo anterior contribuye a una pérdida de lo que hemos sido, de lo que podemos ser, a una sensación de inseguridad a una pérdida de confianza de nosotros mismos, a una frustración. No somos, como un político que aspira a gobernar a México nos identifica, únicamente de ’pueblo’, eso en simplemente un retroceso, el pueblo que constituye México es una amalgama de fisonomías y cultura, no de oportunidades. Tenemos, eso sí, que superar la añeja composición y separación de criollos y mestizos, debemos realmente fomentar la igualdad de oportunidades, la creación y desconcentración y calidad de la educación en todos los niveles es un buen principio y, ante todo erradicar una discriminación que está latente y mal disfrazada en una actitud mustia.
El acotamiento exterior e interior nos lleva y, nos está conduciendo a la frustración, y de no revertir la tendencia prevaleciente, de no ampliar las oportunidades y el incremento de discriminación, en ocasiones poco disimulada, que avanza en todos los niveles, orillando, aunque no se reconoce, a muchos de esos talento no aprovechados a campos fuera de la ley, el crimen organizado, que en la actualidad está únicamente localizado en esos campos. Pero que puede, también, contribuir a que esos talentos decidan emigrar a otros países, por una creciente inseguridad y falta de estrategias, desconocimiento o indiferencia de las esferas de la política y de los grupos de poder, empresarial y clerical, para enfrentar los retos y problemas que un mundo en constante cambio producen y, con ello, dirigirnos a eso que tanto tememos, acabar convertidos en un ESTADO FALLIDO. sergiocastro6@yahooo.com.mx
Anexo: 1. En nuestra entrega de Octubre 21 de 2016 ’Hablemos de 2018: una prospectiva electoral’ señalamos las pocas probabilidades que tenía el PRI de ganar las contiendas electorales estatales, con la excepción del Estado de México y que tales elecciones serían un preámbulo del remoto, hoy no tanto, 2018, de igual manera se señalaron las diferencias y desavenencias entre los partidos y políticos a medida que estas elecciones se acercaran. Es conveniente apuntar lo anterior, por la prospectiva que este servidor realizó.

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