Opinión

Hablemos de restructuración o de cambio paradigmático /I

Hablemos de restructuración o de cambio paradigmático /I
Periodismo
Abril 29, 2020 20:26 hrs.
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Sergio Enrique Castro Peña › guerrerohabla.com

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El último cuarto del siglo XX fue sin duda un campo de lucha sobre las principales corrientes políticas y económicas. El término de la Segunda Guerra Mundial nos trajo lo que conocimos como la Guerra Fría. Esta dio como resultado que la Unión Soviética construyera un muro cuyo objetivo fue aislar a la población de Berlín Oriental del resto de Alemania que operaba bajo el sistema capitalista. Está división prevaleció hasta el nueve de noviembre de 1989 cuando se echó abajo dicho muro. Tas de ello, inició una etapa nueva de desarrollo en el mundo. Asimismo, comenzó una lucha entre las diferentes corrientes ideológicas-políticas buscando como sustituir la caída del Marxismo-Leninismo en Rusia y en los países europeos dominados por dicha ideología.
México no fue la excepción, máximo que todavía vivíamos con los resabios del movimiento estudiantil de 1968 y la matanza de Tlatelolco, de la cual se dice tuvo muchas víctimas de origen estudiantil pero no de ningún dirigente y, menos de ’ideólogos parisinos’ y, de supuestos intelectuales ávidos de incrementar sus ingresos gubernamentales. Se dice que estos últimos estaban muy cómodos en las calles de Paris, viviendo con un estilo muy alejado de sus prédicas.
Durante dicho período, también, se dieron las primeras grandes crisis producto de fenómenos económicos, primordialmente externos, los cuales a su vez originaron algunos de los mitos más longevos de nuestros ’políticos’, en especial de los de izquierda quienes, en su orfandad ideológica, recurren a ellos una y otra vez como si siguiéramos viviendo en ese pasado. De igual manera, los EU, en el afán de exportar su sistema económico-político y, por las presiones de las corporaciones producto de la Segunda Guerra Mundial, en las negociaciones que realizó con los países del tercer mundo de sus deudas contraídas con el BM (Banco Mundial) y el FMI (Fondo Monetario Internacional) para ’democratizar’ sus sistemas políticos, pluralismo político, por una parte y una economía de mercado libre, capitalismo, con una apertura comercial con el exterior, en lo económico.
Por lo que corresponde a nuestro país, en ese proceso de integración, el gobierno enfrentó una oposición fuerte del sector privado. Inicialmente, se presentó bajo cuestiones de carácter ideológico, pero la verdad era que no entendían la medida, ni el modelo que se avecinaba. Esto se evidenció desde los inicios de los setenta y principios de ochenta del siglo XX. En ese entorno, se dio un fenómeno, que toda sociedad en transformación padece, que expuso a la luz las diferencias entre y, en algunos casos una lucha entre los principales actores en la política: en este caso en lo político con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), en realidad un remanente de la Revolución Mexicana y la fuerza del sector empresarial, principalmente el Grupo Monterrey. Sin embargo, una vez que los hombres de negocios comprendieron la gama de oportunidades que les ofrecía la globalización, le entraron gustosos al mercadeo. Así, procedieron a vender sus marcas principales a los consorcios internacionales. Reconvirtieron sus actividades y pasaron de ser generadores de productos netamente mexicanos a grandes importadores, por aquello de los ’costos de oportunidad’. Los productos importados contaban con varias ventajas sobre los nacionales: venían del exterior y, por ende, de acuerdo con los consumidores, eran mejores; requerían una menor inversión, contaban con financiamiento del productor extranjero y, con todo el apoyo del gobierno que de esta manera hacía realidad su política de apertura.
Como es sabido las ideas ’no mueren, solo hibernan’, máximo si las nuevas atienden solamente una parte de la problemática y dejan de lado aspectos que son importantes, pero se cree serán solucionados durante el proceso de implementación de un nuevo paradigma. Esto viene a colación porque los arquitectos o sostenedores de la globalización consideraron que los problemas políticos o de distribución del ingreso, la parte de la población que quedo fuera de los beneficios de la globalización, serían como un corolario del libre comercio. La realidad mostró que la falta de una intervención gubernamental que diera las directrices y facilitara la creación de esos dos sistemas: el distributivo político y el económico eran condiciones necesarias para la estabilidad de una sociedad en cambio como la nuestra.
Toda sociedad que inicia un proceso de cambio integral de un paradigma a otro sabe o percibe que hay un campo minado al cual se debe de prestar atención especial, porque de lo contrario caerá bajo el peso de sus propias expectativas o producirá situaciones totalmente indeseables para sus objetivos iniciales. Una sociedad que entra en una etapa de cambio enfrenta peligros que pueden provenir del exterior principalmente cuando en las luchas entre las diferentes grandes naciones tienen en sus agendas la imposición de sus respectivos sistemas político-económicos. Por otra parte, se tienen las luchas internas que se dan entre los sistemas longevos y los de nuevo cuño o el resurgimiento de ideologías que se creían superadas. De igual forma, se pueden presentar luchas entre visiones antagónicas que han perdurado mucho tiempo y, en algunos casos, desde su fundación como país. Los contendientes de estas luchas no comprenden que si no existe una tregua o la contienda no es matizada pueden llegar a su propia extinción <la naturaleza nos da muchos ejemplos de este tipo de situaciones> y, la historia política reciente también.
Existe un período de tiempo en la transición de un paradigma a otro el cual, por su mismo carácter, es inestable e indefinido en sus resultados finales. Porque al estar cimentado en su infraestructura funcional, no estará en condiciones de conciliar los aspectos inacabados y, por otra parte, pueden darle espacio a ideas que pensábamos habían sido superadas por el simple hecho de estar en ese proceso de transición. De igual manera, cuando esa transición se da a una velocidad tal que las movilizaciones sociales y la creación de nuevos grupos políticos impiden que las instituciones vigentes reaccionen adecuadamente para enfrentar los desafíos que estos cambios demandan.
A lo largo del último cuarto del siglo XX, México estaba convencido que, para resolver los problemas de crecimiento, empleo, desarrollo y, distribución del ingreso solo requería incorporarse a la ola de la globalización. Su ruta era el Tratado de Libre Comercio con EU y Canadá. Desde la óptica de los números en cuanto al comercio entre los tres gobiernos eran incuestionables para medir la eficacia del tratado. Sin embargo, bajo la superficie estaba ese otro México que la globalización no había podido permear y fue dejando de lado del carro de la abundancia que estaba produciendo a otros sectores económicos, que curiosamente eran los mismos que en otra épocas se habían opuesto a dichas aperturas. Los gobiernos embriagados por los triunfos de intercambio comercial, no percibieron o no quisieron percibir los problemas de los sectores no beneficiados por el comercio y dejaron que el tiempo y los mecanismos del mercado de libre comercio, por si mismos, dieran las soluciones y la implementaran sin su intervención.
Una de las preocupaciones de los gobiernos, constituyen las etapas de cambio que se dan en el modelo económico-social-político que ponen a prueba las fricciones entre un paradigma que se niega a ser suplantado por otro, máximo si ese modelo así como el nuevo son producto de otras sociedades cuyos antecedentes culturales son diferentes y, por la ausencia de un ’grupo líder’ que impulsara y adecuara dichos modelos a la idiosincrasia local. Con lo anterior, no solamente se enfrenta a las resistencias normales, sino que se pierde el rumbo y los objetivos que tiene toda estrategia, máximo si implica un cambio que afectará las estructuras internas de esas sociedades. Las fricciones que se originan entre el espacio que separa a un paradigma inicial de otro que se espera sea mejor o por lo menos diferente, está caracterizado por fuerzas que chocan y, en algunas ocasiones, las menos dañinas, se producen en cambios fallidos y, por lo tanto, en sociedades a la deriva, sin objetivos bien definidos, ni estrategias claramente establecidos. Son sociedades en eterna dependencia.
Los únicos ejemplos que tenemos de gobiernos que pudieron salir de la trampa del cambio las tenemos en las ’Ciudades Estados’ del sureste asiático y las antiguas colonias de Inglaterra en China. Sin embargo, esos gobiernos, en sus inicios se percataron que los sistemas políticos, con pluralidad política, como pretendían los EU implantar en los países altamente endeudados y en vías de desarrollo no correspondía a la situación prevaleciente y a la efervescencia política-social que prevalecía. Por todo lo anterior, dichos gobiernos al dilucidar entre cual sería la estrategia inicial de privilegiar la política o la economía se decidieron por una estratega que consistía en un control férreo de la acción política que pudiera afectar el desarrollo de sus objetivos económicos. Por otra parte, se establecieron mecanismos de control para evitar la tradición, por cierto de muchos años, incluso de siglos, de corrupción tanto en el nivel gubernamental, inclusive a los más altos niveles burocráticos, incluyendo al sector privado, con castigos, que para nuestra sociedad semi-europea y cercana a la norteamericana, nos parecieron muy extremos, pero al final eficientes. A estos países se les identifica como ’Ciudades Estado’, haciendo referencia a la división política con que operaba Grecia.
Respecto a México, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, esa población, que en un principio solo era una cifra ignorada, tanto por los políticos de carrera como por los hacedores de política económica, fue paulatinamente a formar, primero desorganizadamente, para que poco a poco, después de un caminar por las diferentes organizaciones políticas, a ser aglutinadas en un solo frente que tuvo su clímax en los primeros años de 2000. Los orígenes, aunque no de forma física, los tenemos, en 1994, con un inicio tormentoso derivado de la irrupción del ’Ejercito Zapatista’, el cual por su misma característica local tanto ideológica como territorial y un ideal rural desconectado con el México urbano, ha permanecido encapsulado en su lugar de origen en el estado de Chiapas.
En la segunda mitad del siglo XX México trató de resolver sus problemas de crecimiento, desarrollo y distribución del ingreso mediante una estrategia de restructuración de su aparato productivo y distributivo. Esto, lo acompañó con políticas de bienestar económico que resultaron insuficientes. La razón, es que se mal entendieron las reformas en su estructura y dejaron sin control a esas ideas que siguieron ’hibernando’, mientras permitían que predominaran las ideas de democracia importadas, primordialmente de EU. En ese contexto, el gobierno tuvo que dedicar muchos esfuerzos para lograr una estabilidad, una coherencia, una distribución del ingreso que incorporara a las clases más desfavorecidas y, lo que es más importante, debido a nuestra cercanía con EU, un grado aceptable de autonomía. Al encontrarse México entre esos puntos de inflexión que se dan al pasar de un paradigma a otro y, máxime si su accionar no consistía en ser actor sino simple espectador en lo externo y, sin poder concretar un control político-social-económico real, en lo que el escritor peruano Mario Vargas Llosa llamó, al referirse al sistema y gobierno priísta, la ’dictablanda’, con ello quería poner sobre la mesa la ambigüedad el sistema político que había prevalecido en nuestro país.
Al no lograr los objetivos anteriormente, que tenían sus orígenes en los años sesenta y setenta, se abrieron las puertas para que movimientos de nuevos grupos se aglutinaran y tomaran la vida política del país. Como lo habíamos señalado anteriormente, las ideas ’no mueren, solo hibernan’ y, en los años posteriores al 2000, encontramos que esas doctrinas que suponían habían sido superadas por la modernización de la globalización, empezaron a despertar de su hibernación. Los grupos emergentes, sin embargo, en lugar de proponer una estrategia paulatina, evolutiva que poco a poco reestructurara el país, optaron por voltear al pasado y plantear un cambio radical, involutivo, de toda la infraestructura económica, política y social envuelto en aromas rancios que evocan los olores de corte socialista real >comunista>. Pero este será tema de nuestro siguiente trabajo.
Anexo (1) A principios del siglo XX la ciencia se identificaba como burguesa, ’capitalista’, ’judía’ y en la actualidad nuestra responsable de fomentarla la cataloga como ’neoliberal’. En ninguno de esos países ha progresado.
Anexo (2) Se pide a toda la población, (incluyendo a la burocracia, a la que primero se le disminuyó en número y ahora se le pretende reducir el sueldo y prestaciones de fin de año), que se sacrifique para lograr los objetivos de la 4T. Todos deben de colaborar, excepto el presidente. Él no puede, a pesar de la pandemia y la crisis económica que se avecina, renunciar a sus proyectos. Que todos se sacrifiquen, menos él. No se nos olvide: Él es el presidente.

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