Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
A una mayoría de mexicanos —principalmente si estamos convencidos de un fraude electoral en las elecciones, como lo aseguran ya varias voces con pruebas—, no entusiasmó para nada el discurso de toma de posesión de Claudia Sheinbaum, porque no ofreció nada nuevo, sino exactamente lo mismo que su antecesor, quien parece haberle pisado la sombra como tal vez nadie más lo hubiera hecho o quien parece de plano haberle robado la personalidad.
Lo anterior evidencia que, si el macuspano demostró tener algunas cualidades, principalmente para mantener embobado a todo un pueblo de varios millones de mexicanos y que también igual que él, piensa poco y como él es ignorante, la señora que heredó el cargo lo es doblemente. Poco importan sus credenciales de alumna en escuelas superiores.
Ofreció a todos los habitantes de este país más de lo mismo. Exactamente como si eso fuera lo mejor. Cuando todo mundo condenó, inclusive algunos admiradores, la abominable toxicidad con que inundó el espacio que compartía las aburridas mañanas en sus conferencias llenas de odio para los periodistas, para los políticos del pasado, para algunos empresarios, principalmente.
El tabasqueño pasó muchos trabajos para terminar una carrera universitaria. La señora hizo inclusive un doctorado y se dice científica. Desgraciadamente, estos galardones sólo motivan para llamarla doctora a secas. Pero por nada del mundo representan el destello que ampara una inteligencia brillante. Su sometimiento a ultranza es más que una prueba.
Durante su discurso de toma de posesión lo llamó muchas veces Presidente, cuando ya había dejado de serlo. La traicionó el subconsciente o ese sentimiento de pertenencia tan agudo que padece, tal vez a fuerzas de
permanecer en ese estado muchos años. Más de 20 que fue presentada con él para aceptar un cargo en el Gobierno de la Ciudad de México, para ya no separarse jamás y en donde se convirtió en indispensable confidente.
El discurso fue aplaudido sólo por las copiosas palmas de Morena, que atiborraron el Congreso. Pero desmenuzado mucho más allá de las paredes de la Cámara de Diputados. Desconsoló escuchar que todo continuará igual. Las mañaneras que se encargarán de reflejar todas las pifias en que incurra y las respuestas anodinas que acostumbra emitir.
Continuará igual el interesantísimo programa de los miércoles, Quién es Quién en las Mentiras, a cargo de la flamantísima, culta y ágil periodista Elizabeth García Vilchis, convertida más que nada en detractora de los periodistas serios, a quienes desmiente siempre sin razón y a quienes bien haría en pedirles consejo.
Todo se redujo a promesas, pero de lo que ya hay. Si acaso, habló un poco de atiborrar la mega farmacia. Tal vez para que México no sea ya como Dinamarca, sino el mejor del mundo en esa materia, lugar en el que lo dejó el ex Presidente, aunque surta más medicinas una botica de la Montaña de Guerrero, mi estado, en donde la gente muere hasta por un piquete de mosco.
Muchos mexicanos sintieron como una daga en el pecho, cuando afirmó que, en materia de seguridad continuará la misma política. Que se atenderán las causas. Todo mundo entendió que continuarán los abrazos cálidos a la delincuencia, porque este es el mejor remedio jamás ideado por persona alguna, que, de acuerdo con las aseveraciones de la ex secretaria de Seguridad Ciudadana y gracias a sus oficios, México quedó mejor que Singapur y que Dubai.
Así pues, los mexicanos continuaremos inmersos en la violencia que infunde un miedo inmenso a las sorpresas de balaceras en los pueblos. Que arrasan con vidas humanas debido a tantas balas perdidas. A los robos del automóvil apuntados por un Cuerno de Chivo. A la obligación de firmar la enajenación de un bien que costó mucho construir y a mucho más de eso.
Muchos pensaron que la señora podría dar luz con un acto de rebeldía para deshacerse de la tutela. Desgraciadamente, esa luz brilla por su ausencia.
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