Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Es obvio que cuando se insiste vivir en el abuso de poder, harta con el paso del tiempo, aunque haya empeño en conservar esa actitud con regalos abundantes y caros, mientras se consolida el propósito real. Que nada puede permanecer oculto siempre y menos con base en la mentira cotidiana, malsana y abusiva y que la insistencia en las actitudes llenas de odio, de confrontación y descalificación caen por su propio peso y se vuelven contra el emisor.
El Presidente, que desde el inicio de su administración pensó en un mecanismo para mantener viva su voz y permanecer siempre en el ánimo de los mexicanos, está llegando a su fin en medio de un rechazo cada vez mayor y calificado por el pueblo como un auténtico enajenado, siempre agresivo y malhumorado. Con una razón que ofrece menos confianza. Armado con una sonrisa perversa y ridícula que le es imposible borrar. Con respuestas siempre fuera de lugar, sin cordura, cuando es cuestionado seriamente.
Ha necesitado aduladores que alimenten su ego y le ha costado muchos miles de millones la estrategia. Porque enfermos de esta naturaleza necesitan como respirar, preguntar al espejo comparsa y amaestrado, quién es el más bello e inteligente del país. Disipa miles de millones en dádivas disfrazadas de programas sociales para conservar su popularidad. A los periodistas incondicionales también los llena de dinero con el mismo propósito.
Y mientras sus amigos y sus familiares son descubiertos inmersos en las prácticas más corruptas en el amasamiento de dinero fácil porque se usa el aparato del Estado para obtenerlo, él las niega investido de esa enfermedad que no le permite ofrecer una mueca de vergüenza, para deslindarlos de toda culpa con la frase de quien se siente el más poderoso de México: ’yo confío en él’. No somos iguales’ y otras parecidas, como un mensaje a las autoridades, de que nadie puede meterse con ellos. La venganza sería implacable.
La renuncia reciente de Alejandro Rojas Díaz Durán a Morena, dice lo mismo que quien esto escribe, aunque con diferentes palabras, llenas de hartazgo por la simulación que ha representado el hombre de Macuspana, dedicado todos los días a hacer señalamientos agrios y sin contenido. De esos que les gustan a los seguidores enceguecidos por la ignorancia.
Las redes sociales se han llenado de preocupación por el inmenso temor que ha despertado la constitución ideada por el mismo mandatario y que pondría en práctica la sucesora sin sesos, incapaz de idear una propia y que se refiere a la imposición de un nuevo gobierno sin contrapesos para hacer lo que le venga en gana, como disponer de la propiedad privada a placer o despojar de sus bienes a los ciudadanos.
Díaz Durán, con amplia trayectoria en las lides políticas desde su juventud rebasada hoy por las canas, acaba de publicar un video en el que habla de su renuncia a Morena debido a que el tabasqueño y su candidata ’insisten en seguir desviando los principios, los compromisos y las promesas contenidas en el proyecto de nación que juramos cumplirle al pueblo de México en las elecciones de 2018’.
Dice que hoy el pueblo se siente traicionado, decepcionado y engañado, porque la Cuarta Transformación lleva a México hacia un régimen autoritario, antidemocrático y militarista. Hoy, es la Cuarta Traición al pueblo de México. Yo digo que es el fantasma que recorre el país en pos de la ignorancia dispuesta a ofrecer su apoyo sin condiciones, a cambio de conservar las mismas prebendas que la mantienen en el corral de la domesticidad.
Millones y millones de mexicanos votamos en el 2018 para edificar un presidencialismo democrático, no uno absolutista que hoy pretende desaparecer la división de poderes y aniquilar cualquier contrapeso constitucional para dominar el país e instaurar un Maximato político extendido ahora en la persona de la señora Claudia Sheinbaum.
Alejandro Díaz manifestó mucho más. Lo que muchos mexicanos hemos advertido paulatinamente desde el inicio de esta administración llena de rencores, de traumas y de complejos añadidos sin cansancio a las aburridoras desmañanadas, productos de una mente desquiciada desde la cuna familiar, al decir de sicólogos conocedores de la materia.
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