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La literatura de prehispánica (dos y fin)

La literatura de prehispánica (dos y fin)
Entretenimiento
Octubre 11, 2017 21:50 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

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Sí, seguimos en charla con el doctor Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, quien nos confirma que al frente del gobierno inca estaba el emperador, al que también se le llamaba Inca. En el siglo XVII. No en el XVIII, como por error puso mi dedito, ayer. Éste gobernaba como monarca absoluto y hereditario dada la suposición de que era descendiente del dios Sol. En realidad, su sistema de vida era una forma de socialismo, ya que el Estado era el que tenía en propiedad los medios de producción y buen sistema de la división del trabajo. El imperio estaba conformado por alrededor de diez millones de personas, cuando en 1532, conducidos por Francisco Pizarro (pariente lejano de Hernán Cortés), los españoles llegaron a lo que hoy es Perú, y el oro de los incas avivó su codicia como siempre sucede. Después de invitar al emperador Atahualpa, Pizarro lo capturó y mató a 200 de sus seguidores. Atahualpa le ofreció por su rescate una habitación llena de oro y dos de plata. Pizarro se apoderó del fabuloso tesoro y, no obstante, lo ejecutó. Desde luego, la producción literaria prehispánica se basa en la transmisión oral, misma que los evangelizadores españoles trasladaron al castellano y a la imprenta; es gracias a esto que se conserva y conoce, aunque en realidad los orígenes de su literatura se desconocen, ya que son vagos e imprecisos. Ciertamente, las primeras épocas debieron ser poemas épicos versificados, aunque su distribución armónica de sonidos y pausas facilitaba su memorización y transmisión oral, a lo cual ayudaba que ésta fuera adornada con música y danza. Las dos fuentes principales fueron los códices y los cronistas. Los códices son manuscritos estampados que contienen datos históricos, mitológicos, científicos, sociales e ideológicos. Los códices se hacían con fibras vegetales de pita o ixtle, con telas de corteza de árbol como el amate, telas de algodón o pieles curtidas de animales. Los tintes provenían de animales, vegetales o minerales como, por ejemplo, rojo vivo de las semillas de achiote hervidas, el rojo de la cochinilla del nopal y el carmín de la piedra tiza. La intensidad del color variaba el significado: el tono desvaído apagado o pálido de una figura humana indicaba enfermedad o muerte. Como dato interesante hay que mencionar que la gran mayoría de los códices fueron copiados después de la Conquista, ya que el clero quemó los precortesianos cuando los virreyes o adelantados quisieron informar al soberano acerca de la cultura del pueblo gobernado. Los códices más importantes que se conservan son: el Códice Vaticano que abarca la creación de los cielos, la luna y los cuatro soles; la historia de Quetzalcóatl; la servidumbre mexica en Culhuacán; y la fundación de Tenochtitlan; el Códice Aubin que conserva la historia de los aztecas; el Códice Ramírez que refiere la peregrinación de los aztecas con la historia de sus dioses, ritos, costumbres y la conquista; y el Códice Mendocino que contiene la historia de la fundación de México, los pueblos dominados tributarios, así como las costumbres familiares. Para la lectura de los códices, en las escuelas se preparaban jóvenes que repetían a coro cada explicación y demostraban devoción por los Tlamatinime (sabios hacedores del documento) o el Xiutlahcuiloque (pintor de años, historiador) y el Tlahcuiloque (pintor de figuras) perfectamente descritos por don Miguel León Portilla. Adjuntos al renglón de códices aparecen también algunos manuscritos, algunos aun celosamente guardados ya que siguen siendo objeto de estudio y son los Anales de Cuautitlán con la leyenda de los soles, el Huehuetlatolli que contiene los consejos de los padres y ancianos, los cantares mexicanos que contiene poesías y los informantes de Sahagún que contiene el poema de Quetzalcóatl. Los cronistas fueron múltiples. Entre los más destacados se encuentran Fray Bernardino de Sahagún, Fray Andrés de Olmos, Fray Francisco Jiménez, Hernando Alvarado Tezozomoc, Fernando de Alva Ixtlixochitl, Juan José Joil, Bartolo Zis, Felipe Guzmán Poma de Ayala, Inca Garcilaso de la Vega, Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo. La literatura náhuatl tiene a la poesía dividida en épica, que narra la peregrinación y las leyendas de la Coyolxauhqui, Coatlicue que son plegarias dirigidas a los dioses Huitzilopochtli, Coatlicue, Tláloc, Xipetotec. Lírica con algún contenido filosófico, representada por Netzahualcóyotl, Nezahualpilli, Cacamatzin y dramática en representaciones teatrales preparadas para las ceremonias, una en honor a Tezcatlipoca o Toxcatl, Necaxipehualiztli o en honor de Xipe y Dialogo de la Flor y el Canto. Por su parte, la prosa fue moralizante y es Huehuetlatolli o Pláticas de los ancianos. En cuanto a la literatura Maya encontramos la poesía dividida en ritual, con Chilam Balam que son escritos proféticos recogidos por el indio Juan José Hoil en Chumayel. Épica, con el Popol-Vuh o libro del Consejo recogido por Fray Francisco Ximenez en Chichicastenango, Guatemala, que narra la formación del mundo, la creación de los primeros pobladores, las aventuras de los gemelos prodigiosos Hunahpú e Ixbalanque y la genealogía de los pueblos que vivieron en la zona. Ahí se muestran similitudes importantes entre la expresión maya y la cristiana. Dramática con Rabinal-Achi, escrita en quiche, descubierta en Guatemala y recogida por el indio Bartolo Zis y que fue considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En lo referente a la literatura inca, la poesía fue épica, con leyendas, y dramática con Ollantay escrito en quechua. El manuscrito perteneció al sacerdote Antonio de Valdez. Es la narración del general de los ejércitos incas de origen humilde. Ahí se relata como a la muerte de Huayna Cápac sus hijos Huáscar y Atahualpa pelearon por el trono ganando el segundo, quien mató al primero, pero Pizarro lo capturó y exigió como rescate un cuarto de oro y dos de plata; cuando los obtuvo, lo mató y coronaron a otro hermano, Manco II, pero éste capitaneo una guerrilla durante diez años. A su muerte lo sucedió un hijo llamado Sayre Túpac el cual fue envenenado. La insurrección continuó silenciosamente durante treinta años. La Conquista siempre estuvo llena de guerras, muertes y traiciones para lograr el poder, pero a pesar de todo no perdió su aspecto amoroso por la literatura. Gran parte de su conocimiento se debe a los evangelizadores.
craveloygalindo@gmail.com


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