Transparencia política
Erwin Macario
De niño no me di cuenta que, en mi pueblo —San Pedro, Balancán—, el sol salía por el panteón, entre los cerros-sitio arqueológico; y tomaba el camino del río San Pedro Mártir que, de allí, viraba hacia el Usumacinta, su hermano, también nacido en Guatemala; pasaba por las cascadas y pirámides de Reforma y se perdía en la lagunería Susil, Aldán y La Negra, entre Multé y Misicab.
Nuestros muertos, pues, eran llevados al oriente y allí, entre los vestigios mayas, emprendían su camino a la luz eterna.
En San Pedro —mi Comala, de recuerdos y fantasmas, que Homero Calderón identifica con su pueblo natal— el tren —que venía bajando del oeste, de la estación Allende, frente a Coatzacoalcos, rumbo a Yucatán—, también cambiaba de rumbo, hacia el norte, pasando por El Triunfo, Candelaria, Escárcega y Campeche, como el Tren Maya que, al igual que el llamado Tren Rápido del Ferrocarril del Sureste, no se detiene en San Pedro ni en las estaciones entre Tenosique y mi pueblo: Esperanza (o el 20), Mactún, El Águila y El Barí.
Sin embargo, el tren era la vida de San Pedro. En él llegaba la nostalgia del correo, la comida, el hielo (en costales de yute relleno con aserrín), las noticias del Diario de Yucatán y también de periódicos del entonces Distrito Federal, en pacas para envolver los productos de la tienda de don Candelario Macario González, cofundador del pueblo, quien llegó como trabajador en el tendido de las vías.
El tren también sacaba las grandes cosechas de maíz de San Pedro y esa región limítrofe con Guatemala, al sur. Y gracias al tren, desde los tumbos río arriba del San Pedro Mártir, —Tabasco y Guatemala—, bajaban las grandes trozas del oro rojo y otros árboles que continuaban el camino del río, y del sol, o se quedaban en durmientes del ferrocarril. Aunque esto en menor parte.
Pueblo mágico, olvidado, también fue historia. Cuando el guatemalteco Miguel Ydígoras Fuentes, en diciembre de 1958, ordenó ataque aéreo contra pescadores mexicanos, el Ejército de México llegó a San Pedro. La diplomacia de López Mateos (1959) funcionó.
Todo se arregló. La sangre no llegó al río.