Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Ser la primera presidenta en la historia (como le gusta que la llamen, al punto de cambiar la Constitución para que esto sea posible sin equivocaciones y después de que un analista la llamó ignorante por hacerse llamar Presidenta, con A), no ha significado nada extraordinario en la señora Sheinbaum.
Todo lo contrario. Lo único que ha revelado es que se trata de la continuidad de un presidente que, desde algún lugar desconocido, aún gobierna.
Así fue concebida y fabricada como si se tratara de una figura moldeable como el barro.
Para quienes lanzaron todas las loas en su favor, que debió aceptar con mucha honra y mostrar en consecuencia sus dotes muy personales en la aplicación de nuevas estrategias de buena gobernanza, en menos de dos semanas de iniciar su nueva función, quedó plenamente desdibujada y a merced de la obvia observación de la ciudadanía pensante, que no para de criticarla.
De inmediato, ésta reconoció al álter ego del expresidente, que dicta la pauta que él mismo aplicó durante su gobierno errático, pero aparentemente dadivoso o engañosamente generoso con la repartición de dinero en efectivo cada dos meses, lo que le permitió conservar su aprobación entre los ancianos más necesitados del país, que ignorantes y lastimosamente lo defienden.
Hasta hoy y después de más de un mes en su ejercicio gubernamental, no ha presentado algo digno de tomarse en cuenta por su inocultable tino. Sólo se ha dedicado a replicar lo más exactamente posible, las acciones de su antecesor, quien solía exculpar la corrupción de sus funcionarios con un ’yo confío en él’, en claro espaldarazo a las fechorías escandalosas en que se veían inmersos. Por ejemplo, el saqueo a Segalmex, el más grande de la historia del país.
Con más razón a sus hijos, envueltos en actos tan deleznables, como la venta de balastro inservible y gasolina adulterada para el Tren Maya. Después de descubiertos, dijo que ’ya quisiera ser el acusador tan limpio como ellos y luego sin preocupación, volvieron a vender huachicol de pésima calidad, a precio muy alto, para esa misma obra, destructora de una selva tan importante para México.
Con ese ejemplo, la señora también exoneró de toda culpa al pernicioso gobernador de Morena, en el estado de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, responsable de las matazones que diariamente se dan en ese territorio, en donde los criminales ejercen el mando principal y a pesar de los claros indicios de su contubernio con uno de los grupos reinantes.
En lugar de apartarlo del cargo e iniciar una investigación, para aclarar los hechos con precisión, lo exculpó.
La nociva gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, protectora de narcotraficantes de la entidad, recibió el mismo trato salvador.
La Presidenta dijo que tiene todo su apoyo, después de ser cuestionada sobre el asesinato de Alejandro Arcos, presidente municipal de Chilpancingo. No dijo que instruiría para dar con los asesinos. Más bien profirió una burla para la familia y para los guerrerenses: "Se le va a apoyar (a la mandataria) en todo lo que requiera".
Y mientras 11 cuerpos de desaparecidos con antelación, fueron encontrados desmembrados, la señora cantaba a dueto con un conocido cantante y su padre la ponderaba con sus amigos, a quienes preguntaba a gritos: ’¿qué tal canta mi hija? En el mejor y elocuente acto de absoluto desgobierno y desvergüenza.
Hay muchos otros casos. El más reciente de exoneración, es el que protagonizó la señora Alicia Bárcena, secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales, de quien resaltó su importante trayectoria en el servicio público y a quien denominó ejemplar. Señaló que está orgullosa de que sea parte de su equipo.
Con la anuencia de esta ejemplar colaboradora, su empleado Martín Alonso Borrego Llorente desposó a otro hombre en una celebración en el Museo Nacional de Arte.
Cuando se descubrió el acontecimiento, la funcionaria y el afortunado esposo lo negaron, pero luego acabaron por aceptar el hecho. De inmediato, la Presidenta se apresuró a exaltar su trayectoria, con fines absolutorios.
ariosruiz@gmail.com