Opinión

México ante una tercia de píos durante el siglo xx

México ante una tercia de píos durante el siglo xx
Periodismo
Junio 04, 2021 23:27 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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Como lo prometimos al final de la colaboración anterior, en esta revisaremos la forma en que otros tres ciudadanos bajo el nombre de Pío, se relacionaron con nuestro país. Nos referimos a los papas Pío X, Pío XI y Pío XII. Partamos en este repaso breve de cómo sus acciones terrenales impactaron la vida de los mexicanos.
Iniciaremos con Giuseppe Melchiorre Sarto quien, el 4 de agosto de 1903, adoptó el nombre de Pío X para desempeñarse como sucesor de Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, León XIII. En México, se vivían los días de la política de conciliación religiosa establecida por el presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori a partir de la extorsión a que lo sometió el arzobispo de México, Pelagio Antonio De Labastida y Davalos, cuando su sobrina-esposa Delfina Ortega Díaz estaba moribunda. Posteriormente, ese mismo prelado quien trajo a Maximiliano, lo casaría con Carmen Romero Rubio Castellot y desde ese momento, el presidente Díaz mantendría una relación de camaradería con la curia, especialmente con su amigo el obispo de Oaxaca, Eulogio Gillow y Zavalza. En esos días, la iglesia pregonaba la política social planteada, en 1891, por León XIII en la encíclica ’Rerum novarum.’ Si bien las relaciones de la curia con el gobierno eran cordiales, ello no les eximia de quejarse por apetito de ’Los Científicos’ para adquirir propiedades que antes les pertenecieron. Eso, sin embargo, no les impidió apoyar al oaxaqueño mientras, en paralelo, armaban la base de sustentación encaminada a recuperar todas sus canonjías. En ese contexto, entre 1903 y 1909, previa autorización papal, se efectuaron en México cuatro congresos católicos.
El primero de ellos, se efectuó en Puebla, del 20 de febrero al 1 de marzo de 1903, coincidiendo su apertura con los 25 años de la elección de León XIII. Los tópicos fueron: fundación de círculos de obreros católicos; beneficencia; combate al alcoholismo; forma jurídica de los establecimientos de instrucción y beneficencia; prensa católica; problema indígena y como organizar los congresos en el futuro. El segundo, el primero bajo la egida de Pio X, fue realizado, del 4 al 12 de octubre de 1904, en Morelia. La temática giró alrededor de como lograr que todos los obreros tuviesen trabajo y evitar que cayeran en vicios; el análisis de los círculos de obreros católicos; promover la evangelización y civilización de la raza indígena; la asistencia pública y la vacunación infantil. El tercero, del 18 al 29 de octubre de 1906, tuvo como sede Guadalajara. Las materias abordadas transitaron sobre la dignidad de la mujer; la santidad del matrimonio y la familia; aspectos religiosos; la autoridad y las costumbres cristianas; la organización de los obreros, el combate al alcoholismo; la protección de los patrones a los obreros y el derecho de estos al descanso durante el séptimo día; la prensa católica y la educación de niños y jóvenes. El cuarto, se llevó a cabo, entre el 19 y 22 de enero de 1909, en Oaxaca. Las discusiones versaron sobre problemas indígenas; combate a la embriaguez, fomento al deporte; y sobre cómo armonizar las relaciones entre el capital y el trabajo. Asimismo, en 1904 y 1905, se celebraron un par de Congresos Agrícolas Nacionales. Años después, se realizarían las llamadas "dietas" de la Confederación Nacional de Círculos Católicos de Obreros. La primera en la ciudad de México, del 18 al 20 de diciembre de 1911, con el objeto de constituir la Confederación, y la segunda en Zamora, del 19 al 23 de enero de 1913. Pero, recordemos algunas decisiones de Pío X.
Mientras, en México, sus empleados andaban vendiéndose como promotores de la libertad y el mejoramiento social, en Roma, don Giussepe emitía, en 1907, la encíclica ’Pascendi Dominici Gregis sobre la Doctrina de los Modernistas.’ En ella, aprobaba la censura de escritos que disintieran con los puntos de vista de la iglesia, lo cual en términos llanos significaba agachar la cabeza y repetir ‘si patroncito.’ Además de esto, no aceptaba que nadie se entrometiera en sus decisiones a la hora de los nombramientos. El 29 de marzo de 1908, fallece el arzobispo de México, Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera, lo cual generó una lucha por influir en su sucesor. Lo mismo se hicieron llegar regalos generosos a Roma que abundaron las descalificaciones a los candidatos. El presidente Díaz Mori estimó tener la fuerza suficiente para imponer a su gallo. Sabedor, sin embargo, que su amigo Gillow y Zavalza estaba vetado en Roma, decidió apoyar al arzobispo de Yucatán, Martín Tritschler y Córdova. No obstante, los favores que Díaz había realizado a la curia, a la hora del nombramiento, Pío X optó por seleccionar al obispo de León, José Mora y Del Río (2 de diciembre de 1908-22 de abril de 1928). Este sería el primer de los tres nombramientos de ese nivel que el ciudadano Sarto realizaría en favor de personas que detendrían el desarrollo y crecimiento del país, lo cual explicaremos en unos párrafos más adelante. La segunda designación recaería en Leopoldo Ruiz y Flores como arzobispo de Morelia (27 de noviembre de 1911-12 de diciembre, 1941). El tercer miembro de este grupo sería Francisco Orozco y Jiménez como arzobispo de Guadalajara (9 de febrero de 1913-18 febrero de 1936).
Durante esos años, un jesuita francés, Bernard Bergoend, en respuesta a la solicitud de católicos de Guadalajara, desarrolló un proyecto para crear una organización católica sociopolítica que trabajaría para combatir la pobreza y la injusticia. Los católicos consideraron que la acción política era la única forma de revertir tales condiciones. La jerarquía católica, sin embargo, decidió esperar un tiempo para incorporarse abiertamente a la política. Después de todo, ’gracias a la política de reconciliación, se estima que, entre 1874 y 1910, el valor de las propiedades eclesiásticas aumentó de 50 a 100 millones de pesos.’ Entonces, el 99 por ciento de una población de 15 millones era católica atendida en 22 diócesis y ocho arzobispados. En ese contexto, el 24 de agosto de 1910, el papa Pío X declara a la Virgen de Guadalupe como Patrona de América.
De manera no oficial, la iglesia católica apoyó la séptima reelección del presidente Diaz, pero tan pronto los resultados eran cuestionados por el contrincante, Francisco Ygnacio Madero González, empezaron a olvidarse de su antiguo benefactor y buscaron como dar el salto sin sufrir raspaduras. El clero tenía dudas sobre el coahuilense debido a que, en el Plan de San Luis, defendía la reforma agraria y las cuestiones educativas mismas que consideraban socialistas. Estos factores animaron a los católicos a participar abiertamente en política lo cual se materializó el 11 de mayo de 1911 cuando se crea el Partido Católico Nacional (PCN).
Los tiempos estaban bien medidos, dos semanas después renunciaría el presidente Díaz Mori. Con resistencias apoyarían la candidatura de Madero quien ya como presidente, en las elecciones de octubre de 1912, permitió el juego democrático libre y el PCN se alzó con una buena cantidad de victorias, incluidas cuatro gubernaturas. Creyeron que la hora del retorno había llegado y encontraron un católico ferviente, Victoriano Huerta, como su vehículo. Cuando asesinó al presidente Madero, los periódicos católicos callaron la nota, dos días después, el arzobispo Mora Del Río celebró un Te Deum. Asimismo, existen documentos que muestran el intercambio de comunicados que sostuvieron este último, Gillow y Zavala y el arzobispo de Puebla, José Ramon Ibarra y González con el secretario de gobernación de Huerta, Aureliano Urrutia Sandoval, en los cuales demandaban pagos por el apoyo otorgado. Ante el crimen, desde Roma, el 24 de febrero llegaba una nota anunciando que el jefe de todos ellos, Pío X, se mostraba impresionado por la muerte de Madero y Pino Suarez, estaba intranquilo por la situación en México, además de mencionarse que ’en el Vaticano se opina que ’esa situación es el resultado de la separación entre la iglesia y el estado.’ Para que no hubiera duda del contubernio, el 17 de abril de 1913, se anunció que el clero daría veinte millones de pesos al gobierno de Huerta. Ante el descaro, al día siguiente, Mora Del Río salió a desmentir la nota, pero estableció que cada sacerdote en lo individual podría contribuir con lo que deseara para ayudar a Huerta. ¿Alguna duda sobre la bendición otorgada? El 20 de agosto de 1914, los días de Pío X por estos rumbos concluyeron. Ello no paró las acciones que se cocinaban desde inicios del Siglo XX. En el brasero, seguiría vivo el fuego durante los ocho años siguientes cuando la curia, encabezada por Giacomo della Chiesa, Benedicto XV, hizo todo lo posible por impedir que el presidente Venustiano Carranza Garza delineara el proyecto de lo que sería el Estado Mexicano Moderno. El papa atacó directamente a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 contra la cual arremeterían con fuerza mayor durante la década de los 1920s.
El 6 de febrero de 1922, Ambrogio Damiano Achille Ratti, fue investido como el papa Pío XI. México, bajo el liderazgo de Álvaro Obregón Salido, se encontraba inmerso en la tercera etapa, la de cimentación, del Estado Mexicano Moderno. La curia mexicana, liderada por Orozco Jiménez y Mora Del Río, hacia hasta lo imposible por detener el proceso. Su brazo armado, los jesuitas, en ocasiones diversas atentaron en contra de la vida del presidente Obregón. A pesar de que continuó con su labor de zapa soliviantando el fervor espiritual, la curia católica no pudo detener la marcha de la nación. En diciembre de 1924, accede al poder el estadista Plutarco Elías Calles Campuzano quien inicia la erección del edificio que albergaria al Estado Mexicano Moderno. Al ver que aquello empezaba a tomar forma, la clerecía decidió que era el momento de apostar al todo o nada. Cuando, en 1926, el estadista sonorense resuelve poner en practica lo establecido en la Constitución de 1917 con respecto a la religión y sus miembros, la alta jerarquía católica arremetió en contra de quienes estaban comprometidos por llevarnos hacia el futuro y no en retrasar el reloj de la historia.
El 3 de julio de 1926, se abrió ’fuego sagrado’ en contra del gobierno mexicano desde el Colegio Pío Latinoamericano el cual, en 1905, Pío X se los entregó perpetuamente a los jesuitas para que lo dirigieran. Ahí, Pío XI dirigió un discurso a los estudiantes en el cual condenó las políticas implantadas por los dirigentes mexicanos. Al día siguiente, la oficina de asuntos externos del Vaticano envió una carta a todos los diplomáticos de las naciones que le reconocían personalidad jurídica, así como a cada uno de los integrantes de la iglesia católica en el mundo, en la cual condenaban y denunciaban como enemigo de la religión católica al estadista mexicano, Elías Calles. Como respuesta el gobernante mexicano emitió reformas al Código Penal. Se señalaban penas a quienes desobedecieran las reglas establecidas en materia religiosa y acerca de cuál debería de ser el comportamiento de los sacerdotes como ciudadanos. Estas regulaciones fueron publicadas, por pura coincidencia, en una fecha con aromas revolucionarios franceses, el 14 de julio de 1926. Era obligatorio que cada ministro de culto fuera a registrarse en las oficinas del gobierno de la municipalidad más cercana a la cual residía. Ello entraría en efecto a partir del primero de agosto de ese año.
El 25 de julio de 1926, ocho arzobispos y veintinueve obispos mexicanos firmaban, previa aprobación papal, una Carta Pastoral. Tras de invocar la preocupación de Pío XI por la situación prevaleciente en México, procedieron a recordar que desde 1917, el papa Benedicto XV, se opuso a la Constitución Mexicana, algo que había sido ratificado por Pío XI en su Carta Apostólica del 2 de febrero de 1926. A continuación, señalaban que ahora se ’…vulnera[n] los derechos divinos [¿?] de la Iglesia, encomendados a nuestra custodia; es tan contraria al derecho natural, que no sólo asienta como base primordial de la civilización la libertad religiosa, sino que positivamente prescribe la obligación individual y social de dar culto a Dios; es tan opuesta según la opinión de eminentes jurisconsultos católicos y no católicos, al derecho constitucional mexicano, que, ante semejante violación de valores morales tan sagrados, no cabe ya de nuestra parte condescendencia ninguna. Sería para nosotros un crimen tolerar tal situación: y no quisiéramos que en el tribunal de Dios nos viniese a la memoria aquel tardío lamento del Profeta: ‘Vae mihi, quia tacui.’ ‘Ay de mí, porque callé.’’ Pero ya en plena carrera no paraban e insistían en que eran los emisarios directos del Gran Arquitecto, mientras hacían preguntas diversas. ’¿Quién no ve que convertir actos prescritos o aconsejados por Dios y, por tanto, santísimos, actos amparados por todas las legislaciones de los pueblos cultos, actos que durante siglos han sido el alma y la vida de la Nación mexicana...? ¿Quién no ve, decimos, que convertir tales actos en delitos, dignos de pena, por cierto, más rigurosos que las impuestas a los crímenes contra la moral en general, contra la vida, contra la propiedad y demás derechos de los ciudadanos; es un agravio verdaderamente inaudito que el último Decreto del Ejecutivo infiere a los derechos divinos, [¿?] al derecho natural y a los intereses más caros y sagrados de la nacionalidad mexicana?’ Sabían que el gobierno mexicano no iba a complacerlos y procedieron en consecuencia.
’En la imposibilidad de continuar ejerciendo el Ministerio Sagrado según las condiciones impuestas por el Decreto citado, después de haber consultado a Nuestro Santísimo Padre, Su Santidad Pío XI, y obtenida su aprobación, ordenamos que, desde el día 31 de julio del presente año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspenda en todos los templos de la República, el culto público que exija la intervención del sacerdote.’ Eso sí, después se encargaron de propagar, y convencer a los crédulos poco cuidadosos, que el cierre de templos fue obra del estadista ’diabólico’ Elías Calles. Lo que sí efectuaron las autoridades mexicanas fue tomar el control de los edificios destinados al culto religioso, ya que estos eran propiedad de la nación, pero nunca los cerraron o prohibieron que los mismos católicos acudieran a ellos cuando quisieran. La jerarquía católica mexicana, enfurecida, y los miembros rabiosos de la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa en México (LNDLR), llamaron a la población para que boicoteara el consumo de bienes. Esperaban el apoyo de Roma, pero Pío XI no aprobó el plan y en su lugar recomendó oraciones en público y buscar nuevas formas para solucionar el problema. A la vez, designó el 1 de agosto como el día para que, en todo el mundo, se elevaran oraciones pidiendo por la conclusión de la ’persecución’ que el gobierno mexicano llevaba en contra de los católicos. Tras asestar el golpe, los prelados buscaron suavizarlo. El 21 de agosto de 1926, los obispos Leopoldo Ruiz y Flores (Michoacán) y Pascual Díaz y Barreto (Tabasco) buscaron persuadir al estadista Elías Calles que olvidara las medidas implantadas y los dejara operar a su libre albedrío. La respuesta fue un no aderezado con florituras legales y algunas precisiones históricas sobre el comportamiento de la iglesia en el pasado. El escenario quedaba listo para eventos mayores.
A principios de septiembre, en los EUA, el Consejo Supremo de los Caballeros de Colón solicitaba al presidente Calvin Coolidge la intervención armada para someter al gobierno mexicano. La réplica fue un no rotundo. Para mediados de octubre ya se encontraban en Roma los obispos José María González y Valencia (Durango), Emeterio Valverde y Téllez, (León) y Gerardo Méndez Del Río (Tehuantepec) quienes ofrecieron al ciudadano Ratti, su versión de la situación imperante. Después de ello, el máximo jerarca católico quedó convencido de que la única alternativa disponible era la confrontación directa con el gobierno mexicano. El 11 de noviembre de 1926, Pío XI publicó la encíclica papal Iniquis Afflictisque, en la cual aparte de desaprobar lo establecido en la Constitución Mexicana, ensalzaba las acciones de los Caballeros de Colón, pero sobre todo las realizadas por los integrantes de la LNDLR. En ese documento, el papa alababa a todos los católicos quienes se oponían al gobierno mexicano, porque en lugar de evadirlo buscaban el peligro y aun se regocijaban por sufrir la persecución de los, que él llamaba, enemigos de la iglesia. Con eso en las alforjas, el 26 de noviembre, los miembros de la LNDLR fueron a pedir el aval de los obispos mexicanos para irse a pelear acompañados de sacerdotes que les dieran apoyo espiritual. El 30 de noviembre, en medio de retruécanos verbales, les autorizaron ambas cosas. A partir de ahí a echar bala y asesinar a quien no compartiera su visión religiosa y pues ni modo que del otro lado permanecieran impávidos y aquello derivó en lo que fue la reyerta cristera que provocó la muerte de 100 mil mexicanos y perdidas pecuniarias por millones. En medio de todo eso, aún quedaban seres no fanáticos e inteligentes, uno de ellos era el sacerdote paulista John J. Burke quien a instancias del mejor embajador estadounidense que hayamos tenido, Dwight Whitney Morrow, se entrevistó, en abril de 1928, durante seis horas con el estadista Elías Calles. Parecía que, por fin, habría de terminar aquello. Burke sometió una propuesta a los obispos mexicanos exiliados en San Antonio, Texas y estos aceptaron reunirse con las autoridades en México, lo cual se dio el 17 de mayo de 1928. De ahí salieron con un acuerdo para concluir el conflicto, pero faltaba la aprobación de Roma. Cuando se esperaba esta fuera positiva y rápida, al parecer Pío XI aun no llenaba la cuota de sangre y calló. Estaba muy ocupado alabando al Duce Mussolini, (ese si era un católico bondadoso, no un hereje como Elías Calles), con quien negociaba los Tratados de Letrán. Dos meses después, un fanático católico asesinaba al presidente electo Obregón Salido y adiós acuerdos. En febrero de 1929, Ratti obtuvo la prueba de que el Duce le era fiel cuando firmó la creación del Estado Vaticano. Entonces, volteó hacia México y el 21 de junio de 1929, el presidente Emilio Portes Gil y la curia católica firmaron el Modus Vivendi con el cual se concluía la reyerta, pero no el coraje de los fanáticos cristeros en contra de Pío XI a quien acusaban de vender el movimiento. Aun le quedaban a Pio XI acciones por realizar con respecto a México.
A Pascual Díaz Barreto lo elevaría a arzobispo de México el 25 de junio de 1929 cargo que ocuparía hasta el 19 de mayo de 1936. Para sustituirlo, nombró el 20 de mayo de 1937 a Luis María Martínez y Rodríguez quien estaría ahí hasta el 9 de febrero de 1956. Otro nombramiento fue el del cristero, ’Pepe Dinamita,’ José Garibi y Rivera, quien el 12 de agosto de 1936, sustituiría como arzobispo de Guadalajara al cerebro mayor de la cristiada, Francisco Orozco y Jiménez. Mas tarde, el 15 de diciembre de 1958, Garibi se convertiría en el primer cardenal mexicano. Aparte de estos nombramientos, Pío XI emitió un par de encíclicas sobre México. Una fue ’Acerba Animi. Sobre la persecución de la iglesia en México…’ (19 septiembre, 1932). Esta se relacionaba con las acciones que, en contra de católicos, Tomas Garrido Canabal ejecutaba en Tabasco. La otra fue Firmissimam Constantiam. Sobre la situación religiosa en México… (28 marzo, 1937), la cual era básicamente una critica a las acciones del gobierno del presidente Cárdenas Del Río quien no hacia participe a la curia de las acciones que no necesariamente se apegaban al modelo católico tradicional. Pío XI concluyó su encargo el 10 de febrero de 1939.
El 2 de marzo de 1939, Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli adoptaría el nombre de Pío XII. Este personaje, hasta nuestros días, es más recordado por su cercanía con la bestia austriaca y las dudas sobre si lo apoyó o no a la hora de ejecutar sus actos deleznables en contra de los judíos. La relación entre la iglesia católica y el gobierno de México, salvo algunas diferencias durante su mandato fue tranquila. Ambos bandos ya vivían plenamente al amparo del Modus Vivendi y no se enfrentaban. Salvo algunas desavenencias nimias por actos de los presidentes Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés, no hubo más. Con los presidentes Adolfo Ruiz Cortines y don Adolfo López Mateos las relaciones no se tensaron. El 12 de octubre de 1945, emitió un radio mensaje a los mexicanos con motivo del 50 aniversario de la coronación de la Virgen de Guadalupe. En materia de nombramientos, realizó los de cuatro arzobispos, Miguel Darío Miranda y Gómez (México) quien, en 1969, seria elevado a cardenal; Manuel Pío López Estrada (Xalapa), Octaviano Márquez y Toriz (Puebla); y Guillermo Tritschler Córdova (Monterrey). Asimismo, designó a diez obispos entre los que destacan Ernesto Corripio Ahumada quien después, en 1979, fue investido como cardenal y Sergio Méndez Arceo. Pío XII concluiría sus días el 9 de octubre 1958.
Así concluimos un repaso apretado sobre siete ciudadanos italianos que al amparo del nombre de Pío poco bueno dejaron a nuestro país, especialmente tres a quienes no les importó bañar en sangre al país. Pío IX bendijo una invasión para tratar de impedir el nacimiento de la Nación. Pío X actuó a trasmano para evitar el avance y sus ’muchachitos’ apoyaron al golpista. Pío XI promovió irse a echar bala y así evitar la instauración del Estado Mexicano Moderno. Para nuestra fortuna, ante ellos, México contó con tres líderes de estatura superior: Benito Pablo Juárez García, Venustiano Carranza Garza y Plutarco Elías Calles Campuzano. Nunca debemos de olvidarlo.vimarisch53@hotmail.com
Añadido (21.22.71) Mañana 6 de junio hay que ir a votar. Recordemos, está en juego la clase de país que deseamos para las próximas dos décadas.

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