Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Una de las lecciones más importantes que López regaló a su alumna Sheinbaum, fue criticar con el ácido más corrosivo las metas que él mismo tenía en la mente perseguir. Como combatir la corrupción para depositarla en su gabinete y lo peor, en su propia familia, comenzando por sus propios hijos, hermanos primos, sobrinos y amigos.
Y aunque hasta hoy no se sabe nada de que la alumna haga lo mismo en cuanto a familia se refiere, sí se conoce que los demás: gobernadores, diputados, senadores y todo el gabinete, han caído en esas prácticas. La mayoría fue impuesta por el mismo tabasqueño y desde ’endenantes’, como solía decir mi compadre Epifanio, ya tenían esa excelente manía que los sacó de pobres para convertirlos en importantes y muy acaudalados reyezuelos.
La manía de criticar lo que por otro lado ordena para que se haga sin chistar y porque así también conviene a los lacayos, continúa con el gran propósito de llevar a México a la Dictadura cuanto antes, con esa mayoría en el Congreso que no le pertenece y que robó descaradamente. Hoy, todos los morenistas están prestos para acelerar este paso, que dejará a nuestro país en la desgracia, pero no a la clase en el poder, que continuará su viaje a la gloria, mientras los demás bajamos al infierno.
Los que critican esto que escribo se han negado sistemáticamente a creerlo y hasta defienden lo que han comenzado ya a hacer los gobiernos de la tiranía. No han reparado y como van las cosas, no repararán jamás, en que ese viraje les hará un daño irreparable si aún son jóvenes. Y los mayores se niegan a aceptar que sus generaciones futuras, hijos y nietos sufrirán por haber dado su apoyo incondicional al viaje que les organizaron rumbo a las tinieblas.
Acabar con la libertad de expresión es un paso más en ese camino de oprobios y el caparazón con que se arropan nuestras autoridades les vale para desoír las voces de alarma de nuestros mexicanos en guardia para alertar y de las críticas que se dejan escuchar en países muy importantes de nuestro continente y de otras latitudes más alejadas.
La que cumple los encargos suele repetir desde su tribuna mañanera, con una ironía que lastima, inclusive con la voz que hiere por el tono, que los periodistas mienten cuando dicen que el gobierno pretende acabar con ese logro que duró hasta que llegó al máximo poder el hombre enfermo, oriundo de la república de Macuspania. Mientras, la que manda repite con cinismo, que en México hay total libertad de expresión y que ella misma vela por que se mantenga.
Pero lo que hemos visto durante los últimos días la desmiente de cuerpo entero. Comenzó por Puebla, en donde su dueño Alejandro Armenta, echó a andar esa maquinaria que muy pronto llevará a las cárceles del estado a quienes osen decirle sus verdades. Es decir, gobernará, igual que todos en el país, con la espada en la mano para acarrear periodistas a las sombras.
Lo siguió más temprano que tarde la inefable Layda Sansores, a quien se le quemaban las habas desde hace mucho. Intolerante y autoritaria, esta orden le cayó como anillo al dedo. Luego en el norte, Américo Villarreal también está por concretarla y con esto acallará las voces que se levanten por su protección al huachicol fiscal y lo que se dice a voces en cada rincón de nuestro México Lindo y Querido, de sus nexos con las organizaciones criminales.
Chiapas y, en suma, todos los estados gobernados por Morena, ya esmerilan sus dientes para cumplir con la orden y cuando esto suceda —apostamos doble contra sencillo—, el Congreso de la Unión aprobará las reformas a la Ley de Telecomunicaciones. O tal vez antes. El político más repudiado del momento, Gerardo Fernández La Roña, ya obligó al abogado Carlos Velázquez de León, a darle una disculpa pública, luego de un desaguisado en el Aeropuerto.
Y eso que aún no opera la ley mordaza. Esto hace pensar en lo que nos espera, en el futuro ya muy cercano, Incluidos los chairos ciegos y sordos.
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