Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Durante el breve tiempo en la Presidencia, la señora Sheinbaum ha dado muestras muy claras de su falta de capacidad para resolver problemas menores y la lógica dice que los de verdad difíciles adoptarían una tendencia a agravarse, hasta no tener solución. No podría ser diferente ahora. Desde su desempeño en cargos anteriores evidenció siempre estar negada para el servicio público, en los que ha sido siempre omisa, hasta con muertos en su haber.
Su actitud asumida frente a los acontecimientos ocurridos en Sinaloa durante los últimos días, a raíz del asesinato de Antonio de Jesús Sarmiento y sus menores hijos, Gael y Alexander, vuelve a exhibir esa negación, ahora apoyada por el desdibujado —¿o es su personalidad monda y lironda? — Ricardo Monreal, quien ofreció el respaldo incondicional al narco gobernador, Rubén Rocha Moya, con palabras que mucho deben costarle creer. O tal vez muy sincero.
Pero no hay tal sinceridad. Sólo un espectáculo teatral para ganar la simpatía de la que hoy tiene el máximo poder, con la finalidad de ser elegido sucesor, porque nada garantiza que el ex Presidente logre imponer su Maximato y asegurar la Presidencia para su hijo, dadas las circunstancias que hoy se viven, frente al Presidente de Estados Unidos, que podrían derivar en sorpresas nada gratas para la familia López Obrador-Beltrán.
Sólo que el considerado otrora inteligente legislador zacatecano, no ha avizorado que la señora quizá trabaja arduamente en la consolidación de descuartizar el Poder Judicial o el último contrapeso que aún persiste, porque también tiene su corazoncito y una vez logrado, cambie la Constitución a capricho para reelegirse ella misma, con una traición a su maestro y guía. Dicen que el que traiciona una vez, traiciona dos veces.
Hoy, la mentira se ha convertido en acción necesaria de gobierno y es utilizada con abuso para deslindarse de responsabilidades de primer orden, como el caso de Sinaloa que ocupa este espacio, en donde la ciudadanía se volcó en las calles, no para exigir, sino para pedir a las altas autoridades su intervención, debido al desbordamiento de la violencia desde hace ya casi cinco meses, sin visos de que la situación mejore un poco, aunque sea.
Pero la señora recurrió a una salida tan burda, que muchos tradujeron en un verdadero insulto para la inteligencia de quienes han vivido envueltos en balaceras de muchas horas y sin encontrar un hálito de tranquilidad, para dedicarse a sus labores cotidianas sin temor a ser alcanzados por una bala perdida o por una mente desquiciada ansiosa de matar por placer.
Habla de su amor al pueblo, pero en los hechos le niega su respaldo y prefiere darlo a quien causa el gravísimo problema de violencia o al gobernador Rocha Moya, con argumentos pueriles, como eso de creer en la democracia, no en el autoritarismo Y por qué no aplicar su autoridad para acabar con la intranquilidad llevada a límites intolerantes sólo para engendrar la pregunta: ¿Qué les sabe este señor, no solo a ella, sino también a su padre político?
Manifestó que el papel del gobierno federal es colaborar con las autoridades locales y no imponer decisiones, como lo hacían los gobiernos priistas del pasado. ¡Ya quisieran los sinaloenses gobiernos como esos! No porque fueran santos. Sino porque quitaban gobernadores para bien de sus ciudadanos. Verbigracia, en el estado de Guerrero. ¿Pero por qué sí aboga a favor de todos los abusos contra el Poder Judicial, en una abierta actitud contradictoria? Por una razón muy sencilla: no piensa para decir. Dice para pensar.
¿En que se traduce su actitud de benevolencia con el impresentable Rocha Moya, quien desde la Ciudad de México habla de paz en el estado que dizque gobierna mientras se llena de balas y de sangre? Es la pregunta que se han formulado muchos, desde que fue detenido el Mayo Zambada. Hay otra respuesta disparatada. Incongruente: lo que ahí ocurre es por culpa de estados Unidos, por haber detenido al capo de capos y no avisar a nuestro gobierno.
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