Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Es obvio que Donald Trump está empecinado en mantener lo más posiblemente preocupados a sus vecinos, Canadá y México. Desde la primera vez que fue Presidente de Estados Unidos, utilizó a nuestro país, primero como factor decisivo de su campaña para arribar al cargo y ya en funciones, para atizar constantemente la hoguera y mantener su popularidad rumbo a la reelección.
No logró su cometido, pero con su triunfo que le permite regresar en enero próximo, ha ideado todo lo que puede causar alarma, aunque ahora no para reelegirse, porque ya no puede. Más bien para pasar a la historia como el más preocupado en mantener el bienestar de sus habitantes en el más alto nivel y así dejar la impresión de que quienes no le dieron su voto lo necesitan.
Los mecanismos ideados en Estados Unidos para evitar sorpresas como en otros países, en donde un mandatario puede cambiarlos a voluntad o de manera tramposa, como ocurrió en Venezuela y ahora en México, para permitir al que gobierna perpetuarse y adueñarse de todos los organismos que sirven de contrapeso en cualquier democracia, son bastante sólidos. Por ello, no podemos pensar que Trump piensa hacer esto mismo, a pesar de su comprobado populismo.
Hace unos días reveló su propósito anexionista, como en los viejos tiempos y declaró que Canadá y México deben ser integrados como estados más de Estados Unidos, debido a la cantidad de dinero con la que su país subsidia a ambas naciones cada año. Igual que subsidia a muchos países del mundo. A su vecino de más al norte, con 100 mil millones de dólares al año y a nuestra patria con 300 mil millones, manifestó en una entrevista con NBC News.
Pues que de una buena vez anexe a toda América Latina, a la cual subsidia con casi 700 mil millones de dólares y con ello haga una extensión a la Doctrina Monroe, resumida en la expresión: América para los Americanos, dada a conocer por el Presidente John Quincy Adams en 1823, pero ideada por el ya ex Presidente entonces, James Monroe.
Nuestra Mandataria respondió lo de siempre: que ’México es un país libre, soberano e independiente’. Olvidó que cuando quiere, Estados Unidos no tiene empacho en invadir a quien se le pega la gana e inclusive hacer justicia a su manera, como ha ocurrido con otros países del mundo y en nuestro continente. Verbigracia, con Panamá, cuando sus soldados fueron por el dictador, Manuel Antonio Noriega, acusado de narcotráfico, por órdenes de George Bush padre.
En México hay demasiados elementos para hacer actos de simulación, parecidos a los que ocurrieron antes de la captura y si emitir alardes con la idea anexionista sólo se trata de alarmar, puede tratarse de algo muy serio, si el vecino envía por el expresidente, por el mismo motivo, de acuerdo con las revelaciones que ya hace el Mayo Zambada, respecto a las campañas que le financió.
La incómoda periodista Anabel Hernández, ha relatado en las entrevistas que ha dado en diversos medios, que en esas acciones también está involucrada nuestra Primera Mandataria. Además, la presencia de policías encubiertos del vecino país han sido más que sobradas desde hace muchas décadas. Las investigaciones de Kiki Camarena, representante de la DEA, contra el narcotráfico, le significaron su asesinato. ¿Cuál soberanía e independencia?
Pero si la amenaza intervencionista y anexionista se realizara, los primeros en bailar de alegría serían precisamente los chairos o los enamorados del ex presidente y de la heredera, por ser quienes suelen viajar hasta de ’mojados’ al territorio del norte, en busca de mejores condiciones de vida. Si de veras México se convirtiera en un estado más, aquí mismo, sin moverse mucho, encontrarían las oportunidades que hoy no tienen.
Hay que tener presente que la Doctrina Monroe, que fue bien aceptada por muchos gobiernos latinoamericanos, no fue precisamente lo que esperaban. Sino que convirtió a todo este extenso territorio en su patio trasero en el que, hasta la fecha, pueden tirar todo lo que le estorba. Todo su desperdicio.
ariosruiz@gmail.com