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Periodismo
Diciembre 04, 2017 01:04 hrs.
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Fernando Irala › diarioalmomento.com

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Llega el sexenio a su ocaso.
Le queda un año escaso de vida, pero a partir del destape del candidato del partido en el poder y la definición del resto de los personajes que disputarán la Presidencia, el actual gobernante y su régimen comienzan a eclipsarse.
Es también, esta vez, el eclipse de los partidos políticos tradicionales, tocados en México y en el mundo por las transformaciones sociales, las nuevas formas de pensar y actuar de las generaciones jóvenes, y por la inmediatez de la comunicación y la interacción en las redes sociales.
Pese a que nos gobierna aún uno de los partidos más viejos en el planeta, esta ocasión el PRI no tuvo siquiera la posibilidad de postular a uno de los suyos.
Con el desgaste tricolor y el que ha acumulado Peña Nieto en este lustro, no es nada fácil que ganen, pero la nominación de un típico priísta hubiera asegurado desde ahora su derrota. Postularon a Meade, y con ello hicieron lo mejor que podían intentar.
Meade no es de aquí ni de allá, y si bien un primer resultado es que ahora sus adversarios quieren endilgarle los pecados de acá y de acullá, sus cualidades personales y su perfil como funcionario público le darán una amplia posibilidad de crecimiento.
En otros frentes no están mejor. El que nos han querido vender con el nombre de "Ciudadano" es de entrada la incapacidad de los partidos que lo conforman de ganar nada por sí mismos. Si se ponen de acuerdo tal vez serán una opción viable, pero la dificultad no radica tanto en convencer a los votantes, sino en ponerse de acuerdo entre ellos y nominar a un candidato atractivo.
Morena, la opción que por el momento lidera las encuestas, no es realmente un partido. Es el membrete de un solo hombre, es la plataforma de Andrés Manuel. Pero más que competidores de gran peso, López Obrador tiene otros enemigos de cuidado: su soberbia, su incapacidad para respetar al oponente, su lengua que vitupera y lo traiciona.
De manera que esta elección tendrá el sello del desfondamiento de los partidos políticos. Aunque si gana Morena, estaremos ante el renacimiento de un nuevo partido único, tal vez. Que ni será tan nuevo. En realidad las raíces morenistas, sus principales cuadros, se formaron en el priísmo de hace medio
Siglo, y en la visión del mundo de una centuria atrás.

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