Presente lo tengo yo

Palmas a don Ricardo Palma (II)

Palmas a don Ricardo Palma (II)
Periodismo
Julio 27, 2020 18:57 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

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Cosas de mucha sustancia y entidad solía relatar don Ricardo Palma en sus conversaciones. Una vez habló de cierto señor a quien había conocido. Era celoso ese señor, y con frecuencia le demostraba celos a su esposa. La señora protestaba por la desconfianza de su marido. Le gritaba con enojo:

-¡Soy una mujer honrada¡ ¡Muy honrada!

Y respondía con calma el individuo:

-Dios te lo premiará, hija mía, que a mí no me toca recompensar tu honradez, sino castigarte cuando la dejes de tener.

Una vez don Ricardo tuvo polémica con el conde de Bornos, quien en una charla de casino hizo esta temeraria afirmación:

-La mujer de más ciencia sólo es apta para gobernar doce gallinas y un gallo.

-¡Cuidado, señor conde! -dijo Palma-. Más de una mujer conozco yo capaz de gobernar veinticuatro gallinas... y hasta dos gallos.

En la época en que vivió don Ricardo los librepensadores no se despedían diciendo ’adiós’, pues eso alude al Ser Supremo. Decían ’agur’, que es un vocablo usado por los vascuences para despedirse. Palma amonestaba a sus radicales compañeros por esa risible expresión de jacobinismo a ultranza. Les decía:

-Vayan con tiento, amigos. He oído una versión según la cual, como el diablo no puede decir ’Adiós’, dice ’Agur’.

Cuando el gran escritor peruano oía decir que una muchacha había dado un mal pasito decía con gran sentido de la tolerancia, y aun de la caridad cristiana:

-No nos asombre eso. Al fin y al cabo Dios creó a ellas para ellos, y al contrario.

Sabiduría pura es esa, digo yo.

De la historia recogía Palma anécdotas sabrosas. Narró una vez la historia de un cierto presbítero llamado Matías Zapata, que en sus homilías de la misa se metía en cosas de política y tronaba contra José de San Martín.

-¡Qué San Martín ni qué ojo de hacha! -fulminaba el cura-. ¡Martín a secas, que de santo no tiene nada ese bandido!

Triunfó la causa del prócer, y San Martín hizo llamar al padrecito.

-¿Conque le quitó usted una sílaba a mi nombre? -le dijo-. Pues ahora yo le quito una sílaba también al suyo. Sepa que de hoy en adelante ya no se apellida Zapata, sino Pata. Y cuidado, curita, con que se le ocurra firmar una sola vez ’Zapata’. Sépase que ese mismo día lo fusilo.

-Muchas actas de bautizo he visto -aseguraba don Ricardo- firmadas con ese cauteloso nombre: ’Presbítero Matías Pata’.

Y añadía:

-Hasta que llegó al poder Simón Bolívar, que en su niñez había conocido al Padre Matías, le devolvió por decreto el uso de su apellido completo.

A propósito de Bolívar contaba don Ricardo Palma que en su lecho de muerte el Libertador manifestó a sus amigos y familiares:

-Ahora les voy a decir cuáles son los tres más grandes majaderos que en este mundo ha habido. Somos Jesucristo, don Quijote y yo.

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