Concatenaciones
Fernando Irala
Desde su campaña, el inicio de su mandato, y ahora cada vez que se inicia alguna ronda de renegociación del Tratado de Libre Comercio, el señor Trump --quien no se ha dado cuenta de lo que significa ocupar el puesto de Presidente de los Estados Unidos-- se manifiesta contra el acuerdo comercial y asevera que sería mejor salirse de él.
En su campaña electoral y al inicio de su mandato generó incertidumbre. Ahora, después de varias rondas de negociación en que la que el mismo numerito vuelve a repetirse, sus andanadas más bien aburren, y recuerdan aquel cuento de Pedro y el Lobo, en que el pastor por diversión asustaba a los habitantes del pueblo con la supuesta presencia de la fiera, hasta que éstos se cansaron, con el resultado de que cuando aquel animal carnicero realmente apareció, nadie creyó en las voces de alerta del personaje.
A estas alturas, las balandronadas pronunciadas por Trump tienen menos efecto cada vez. Y si bien es cierto que aún subsiste la posibilidad de que finalmente los norteamericanos abandonen el Tratado, los pasados nueve meses han servido para que en la sociedad y en la economía mexicana haya una especie de vacuna ante la eventualidad de que el TLC desaparezca.
El instrumento ha demostrado ser útil para la región, en una época en que en el mundo entero las naciones más prósperas buscan cómo liberalizar sus mercados e impulsar el comercio y la integración productiva.
Ya hemos visto a Trump, sin embargo, caminar rumbo al aislamiento de su país, contra todas las tendencias actuales del planeta. Lo mismo ha abandonado el Acuerdo de París, para combatir el cambio climático, que la UNESCO, la organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, o el acuerdo Transpacífico, el último intento emprendido por Obama para frenar la carrera de los chinos para convertirse en la superpotencia del siglo XXI.
Frente a estos despropósitos, abandonar el TLC será apenas una pinta más en el muy manchado traje que a estas alturas cubre al mandatario estadounidense.
A nadie beneficiará ese abandono; los tres países de la región sufrirán pérdidas y trastornos, empezando por los Estados Unidos, la economía más grande pero la más decadente en la zona. Eso por supuesto, ni lo entiende ni le importa a Trump, un hombre al que sólo le interesa su ego monumental, y que piensa que a base de desplantes y manotazos es posible gobernar al mundo.
Muy tarde se darán cuenta, él y quienes lo eligieron, que no es así.
