Opinión

Piedras Negras, destino y origen a tres lustros de distancia

Piedras Negras, destino y origen a tres lustros de distancia
Periodismo
Julio 31, 2020 20:52 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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De pronto uno voltea y se percata de que el tiempo ha trascurrido con velocidad singular. Los chamacos ya no son infantes y andan por la vida afrontándola como profesionales adultos jóvenes. La gran mayoría de los adultos mayores de entonces ya no están con nosotros, mientras que los no tan jóvenes de entonces acumulamos canas, si tenemos suerte, kilos, años y, dicen algunos, experiencia. En ese contexto han trascurrido los días desde aquel 2 de agosto, pero de hace quince años cuando fue presentado el libro ’Piedras Negras, Destino y Origen. 80 años, una narración para mis nietos’ de la autoría de don Rafael Villarreal Martínez. Acerca de como fue gestado, su contenido y la presentación aquel día, les comentaremos en esta ocasión.
El volumen nace de la memoria y la insistencia. La primera porque el autor frecuentemente, en charlas de familia, narraba acontecimientos que había vivido o sido testigo en su entorno familiar y en el de su pueblo, Piedras Negras, Coahuila. La segunda surge de mencionarle, una y otra vez, que aquello lo dejara plasmado por escrito. Convencerlo llevó varios años, bueno quien finalmente lo logró fue nuestra madre, doña Estela. Y de ahí partió un proceso que le llevó varios años en concluir. El primer problema fue definir si la temática se concretaría estrictamente al entorno familiar o podría añadir algo más. Finalmente, don Rafael decidió que habría de partir del entorno familiar, pero tendría que ubicarlo en el contexto de la población. Y ahí, se va generando que aquello requeriría ir incorporando la vida cotidiana del pueblo y sus personajes a lo largo del tiempo.
Una vez concluido el proceso de elaboración, el siguiente paso era dar a conocer el libro. Dado que no era un asunto de andar buscando apoyos gubernamentales, se tomó la decisión familiar de auspiciarla con recursos propios y para finales del primer semestre de 2005, estaba lista una edición de 500 ejemplares con 203 páginas cada uno. Tras de ello, hubo que explorar un sitio en donde presentarla y se definió que fuera la Casa de la Cultura de Piedras Negras, Coahuila. Eso no hubiera sido factible de concretarse de no haberse contado con el apoyo generoso de quienes entonces estaban al frente de ella, Melva Nelia Martínez Salinas y Carlos Flores Revueltas. De esa manera, la tarde-noche del martes 2 de agosto de 2005 la obra fue presentada ante una audiencia que por mucho rebasaba las expectativas de asistencia esperada, el salón estaba repleto con alrededor de 100 personas. Sobre el evento, en Zócalo, Linda Milán realizó una crónica excelente. Pero hay algunas cosas que aquella tarde-noche no se mencionaron.
Cuando el autor inicia el proceso de escritura, se va percatando de que para armar la narrativa debería de buscar la forma en que amalgamaría la gran heterogeneidad de las personas y sus actividades. En ese momento, entra en un proceso de revisar un lapso que abarcaba tres cuartas partes del Siglo XX y el primer lustro del XXI. Apoyado en su memoria y algunos documentos que formaban parte de sus archivos, va construyendo el escrito. Un primer problema que encontró fue lo limitado de la información de que disponía con respecto al entorno familiar. En la nuestra, como en muchas otras familias, por alguna razón que desconocemos los ancestros no eran dados a recordar a quienes les antecedieron. Cuando don Rafael nos lo comentó, solamente pudimos responderle que con lo que contara narrara los orígenes familiares. Sin embargo, en este escribidor, quien entonces andaba enfrascado en los inicios de sus estudios doctorales de la historia, fue sembrada la semilla de investigar ese pasado, pero entonces no había tiempo para ello. Atendiendo a nuestra sugerencia procedió a elaborar lo referente a la familia y los entornos. En ese apartado, el autor explica el porque del titulo de la obra al narrar como de Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco y Zacatecas arribaron al pueblo familias diversas que con el trascurrir del tiempo habrían de fusionarse en la que él y doña Estela formaron. Pero eso no podía quedarse en una narrativa estática.
Con prosa sencilla, alejada de rebuscamientos, don Rafael nos lleva, como nuestro hermano Juan Antonio mencionara aquella tarde-noche de la presentación, ’a reconocernos en el pasado como la única posibilidad de comprobar que hemos vivido. [De que] somos nuestro pasado, un pasado irremediablemente irrepetible. Sin él, no existimos, nos desmoronamos, nos volvemos polvo, [carecemos de esencia…]’
Bajo la premisa anterior, el autor nos hace recorrer en el imaginario las calles, las plazas, y todos aquellos sitios que nos parecen irreconocibles de un Piedras Negras que hoy evoca añoranza y romanticismo. Con una narrativa bien balanceada, nos recuerda momentos gratos y sinsabores, rememorando algunos pasajes de la cara sucia de la ciudad como aquel robo primero de un banco cometido por jóvenes pertenecientes a familias respetables del pueblo. Sin caer en lo prosaico, también, hace que el lector se adentre en los sitios que entonces eran conocidos como ’non santos,’ lugares conocidos por todos los miembros de su generación, aun cuando algunos, después, negaran elevando plegarias y agitando sahumerios. Por supuesto que a lo largo de la obra no podían quedar de lado los relatos de sucesos que lo mismo provocan la sonrisa o bien la carcajada abierta, sin que ello conlleve que el escrito pierda seriedad.
De su vida narra nos lleva a su infancia en donde su sitio de juegos era la Plaza Juárez, ahí en donde hoy se ubica la Universidad Autónoma de Piedras Negras. Por esos mismos rumbos, evoca aquel lugar en donde llegaban los carretones a herrar los caballos, en lo que nos dice, asemejaba una estampa del viejo oeste. Mientras nos describe lo que era su entorno de vivencias, lo que él llama su barrio, nos recuerda su incursión primera como líder cuando convocó a sus compañeros del sexto año, en la Escuela Modelo, para escaparse, y no acudir a clases, un viernes por la tarde e irse al río.
En lo que hoy nos parecería un acto reprobable, al regresar el lunes a la escuela, el maestro procedió a ’premiarlo’ con moras y membrillos guardándose de los frutos, simplemente con las ramas de ambos. Para completar el regalo, en casa le esperaba una ración de cuero. Muy gratamente recuerda a sus maestros en la Escuela Secundaria Benito Juárez y lo mucho que le dolió no poder continuar estudiando para convertir en realidad su sueño de ser médico. Ahí, la vida le da un vuelco y empieza su andar por la vida.
En esa vida hubo de todo lo que puede haber entre la sima y la cima. Sin detenerse, el autor acepta cuanto le perjudicó haber logrado el éxito a edad temprana sin estar preparado para ello. Conoció como los ’amigos’ abundaban y de pronto se evaporaban cuando ya nada había que ofrecerles. Esa fue una lección que tuvo a bien inculcarnos a sus hijos desde edad temprana. Por ello, cuando el éxito le llegó, durante la edad adulta, fue inmune al halago y la lambisconería. Mucho le había costado sobreponerse a los fracasos, a los cuales les dedica varias paginas en el relato. Pero en medio de todo eso, el autor nos lleva a enterarnos de eventos y personajes para muchos desconocidos u olvidados, se encarga de darles voz y hacer presente su accionar diario.
En su recorrido por aquel Piedras Negras del ayer, nos hace recordar como se involucró en la actividad periodística, convirtiéndose en el creador de la crónica deportiva en el pueblo. Nos relata sus aventuras en el medio taurino, en donde un día soñó convertirse en torero hasta que una becerra lo volvió a la realidad tras un par de actuaciones, lo cual no le quitó el gusto por la tauromaquia. Carente de facultades físicas para destacar en los deportes, lo mismo se convirtió en el impulsor de su hermano Manuel Francisco, sobrado de ellas, que se dio a la tarea de organizar el beisbol otoñal en Piedras Negras que, junto con otros, revivir el baloncesto.
También nos narra como vivió la política a nivel local y estatal, fuera y dentro de ella. Nos expresa la admiración profunda que sentía por el coahuilense más ilustre del México posrevolucionario, Manuel Pérez Treviño a quien tuvo oportunidad de conocer personalmente y de quien nunca dejó de resaltar su sencillez y capacidad intelectual. Asimismo, se expresa en términos laudatorios del gobernador Oscar Flores Tapia, el hombre que transformara Coahuila durante los años finales de los 1970s y principios de los 1980s. En igual forma, reconoce la gran capacidad política del gobernador José De Las Fuentes Rodríguez.
Acerca de sus años como servidor público, nos comenta sobre algunas de las situaciones vividas y la forma como muchas de las obras que le cambiaron la cara al pueblo pasaron por la administración adecuada que él hizo de los recursos públicos. Eso, le permitió ver cristalizados muchos sueños que en otros tiempos no tuvieron el apoyo de las autoridades respectivas.
Uno de los grandes aciertos de ’Piedras Negras, Destino y Origen’ fue que nunca tuvo como objetivo ser proclamada como aquella obra que narrara la historia del pueblo, ni mucho menos la que buscara plantear grandes tesis literarias. Fue, acéptenlo o no, la primera obra acerca del pasado del pueblo en donde el autor no lo aborda desde una perspectiva de los grandes acontecimientos y las figuras históricas prominentes que por ahí pasaron. Su objetivo fue rescatar la cotidianeidad con todos aquellos personajes que con su accionar diario contribuyeron a la transformación de lo que finalmente acabó convertido en la ciudad que hoy es.
Como es natural, la obra generó comentarios, la mayoría de ellos positivos y encomiables. En ocasiones la critica se centró en apuntar que era necesario precisar tal o cual situación o bien haciéndole notar que le había faltado mencionar esta o aquella persona o circunstancia. En otras, sin embargo, no faltaron los comentarios descalificadores o bien aquellos que sentían que lo mencionado sobre tal o cual personaje local del pasado le tumbaba el oropel con que algunos lo habían revestido. Nada de lo mencionado en la obra carece de sustento, ahí se abordan situaciones sobre seres humanos con positivos y negativos, ni siquiera el autor se guarda de aceptar sus errores y fracasos, mucho menos iba a andar barnizando el accionar de otros. Dado que algunos pusieron en duda su capacidad para escribir, cinco años después de la primera, publicó el volumen ’Piedras Negras, Destino y Origen. Personajes, Sitios y Recuerdos.’ No seria sino hasta cuatro años después cuando las autoridades decidieron reconocer la aportación de don Rafael a la historia de la cotidianeidad nigropetrense.
A principios de enero de 2014, el hoy extinto, Fernando Purón Johnston, quien entonces se desempeñaba como presidente municipal de Piedras Negras, decidió nombrarlo miembro de Consejo de Historiadores de Piedras Negras, un gesto que don Rafael, doña Estela y el resto de su familia apreciamos mucho. Sin embargo, él siempre sostuvo que no podía investirse como historiador dado que no poseía los grados académicos que esa especialidad demanda. Él era, simplemente, un narrador de los eventos que le habían tocado presenciar a lo largo de su vida, o, apuntamos nosotros, bien podía haber citado al poeta español, León Felipe Camino cuando escribía aquello de ’...yo no se muchas cosas es verdad, digo tan solo lo que he visto...’
Como aparece en la contraportada del libro, ’Piedras Negras, Destino y Origen, es la narración que hace don Rafael de sus primeros 80 años vividos en su pueblo amado. Un día, se dio cuenta de que los nietos habían llegado uno a uno y quiso regalarles lo mas preciado que tenía: su memoria. Don Rafael, un hombre recio, un hombre curtido por la vida, se percató de que en sus manos tenia un corazón para mostrar, por eso se puso a escribir de ese Piedras Negras perdido en la memoria, ese Piedras Negras que desemboca en este Piedras Negras de hoy. Por eso, nos invita a caminar a su lado, recorrer las calles, las casas, los lugares amados y los prohibidos, encontrarnos con los viejos amigos. Irnos al rio, regresar a la escuela, sentarnos a la mesa y empezara a crecer, a ser los hombres y mujeres que somos hoy en día. Aquí en estos renglones, estamos todos, ustedes y nosotros, mas que una fotografía, este libro es un espejo que nos rejuvenece, es un corazón hecho de palabras, que no se cansa de andar y vive para siempre.
El contenido de este libro publicado hace quince años podría sintetizarse en lo que, en otro texto que nada tiene que ver con este, escribiera el más grande escritor latinoamericano del Siglo XX, Jorge Luis Borges Acevedo: ’Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo.’ Y nosotros agregaríamos, en el caso de esa realidad nigropetrense hay quienes se niegan a aceptar el valor de un escrito que con su sola presencia determinó la estatura de cada uno. Debemos enfatizar que, hasta el momento, no ha existido otro habitante de Piedras Negras, Coahuila quien viviera la historia de su pueblo como lo hizo don Rafael Villarreal Martínez, y que la haya plasmado en dos libros para compartirlos con su familia, sus amigos y conciudadanos. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1) Ya sabíamos que se carecían de fondos, lo afirmó el antiguo secretario de hacienda. Sin embargo, nunca llegamos a imaginarnos que las cosas andaban tan mal como para ofertar las pantaletas...que nadie compró.
Añadido (2) ¿Quién les habrá hecho creer que, en esa poza de inmundicias, encontraran seres impolutos para vigilar la adquisición de medicamentos?
Añadido (3) ¿A cambio de esos dos votos, les prometieron presidir, a partir de septiembre, la Cámara de Diputados? En caso de que la respuesta sea sí, hay otra pregunta: ¿Les cumplirán?
Añadido (4) Para quienes, como este escribidor, dedicamos, durante muchos años, buena parte del tiempo libre en andar hurgando en busca de libros que paliaran nuestra ignorancia o bien CDs con música que acompañara a la lectura, es muy triste es enterarse de que el sitio original de la Librería Gandhi, en la CDMX, cerrara sus puertas.

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