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¿Por qué la derecha sigue viva en México?

¿Por qué la derecha sigue viva en México?
Política
Junio 02, 2025 21:43 hrs.
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Luis Manuel Arce Isaac › tabloiderevista.com

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Los tres partidos de derecha que más puñetazos han recibido en los últimos ocho años son el Revolución Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), cuyas estructuras nacionales han perdido tanta masa corporal que esos perros callejeros que deambulan por las calles y parques con el esqueleto afuera, están obesos al lado de ellos
La derecha en México está más golpeada que un saco viejo de boxeo en un gimnasio de barrio aunque sigue colgado del techo y no cae, pero lo interesante en este caso es que quienes les dan con toda fuerza tampoco quieren que caiga porque se quedarían como en la nada, sin la posibilidad de opciones si fuese necesario.
Los tres partidos de derecha que más puñetazos han recibido en los últimos ocho años son el Revolución Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), cuyas estructuras nacionales han perdido tanta masa corporal que esos perros callejeros que deambulan por las calles y parques con el esqueleto afuera, están obesos al lado de ellos.

Pero no caen, siguen ladrando, y lo hacen de tal manera que dan la falsa impresión de tener acumulada suficiente energía para recuperar preferencias. Es lo que podría denominarse síndrome de la perseverancia inmutable, y es una característica de los partidos políticos que la ven como una cualidad esencial para el éxito en sus propósitos de mantenerse en la cima de la ola y no como patadas de ahogado, que es la mera verdad.

De esos tres partidos, el PRD ya desapareció por su ambivalencia ideológica, su inestabilidad de principios y objetivos, su falta de credibilidad y una excesiva corrupción que sepultó para siempre los propósitos revolucionarios e innovadores que en algún momento de la historia reciente mexicana entusiasmó a muchos por la forma patriótica de proyectarse.
Con el PAN ha sucedido todo lo contrario, pues nació en las postrimerías de la todavía efervescencia de un México insurgente parido por la Revolución de 1910, precisamente como contraparte de ese movimiento social a un año y medio después de la nacionalización del petróleo por parte de Lázaro Cárdenas, y con el claro objetivo de impedir su concreción, enfrentándose con todo su poder económico al PRI, contraproducentemente su actual aliado.
El PAN nunca fue un gran partido desde el punto de vista de su militancia y de su poder ejecutivo real en la división geopolítica del Estado, pero sí en lo económico-financiero y en sus relaciones con las fuerzas más conservadoras del universo. Pero logró una gran fuerza y protagonismo nacional cuando rompió la saga de casi un siglo de dominio continuo del gobierno por parte del PRI, y ganó sus primeras elecciones en 2006 con el entonces ex presidente de la Coca Cola en México para América Latina, Vicente Fox, ahora gran cacique de la marihuana según sus adversarios.
Fue su mejor momento porque llegó a ganar con una alta votación y marcó el final del monopolio ejercido por el PRI cuando ya este había dejado atrás sus principios fundacionales y Carlos Salinas de Gortari había convertido al partido y al gobierno, en un nido de ratas. No significa que Fox fue mejor ni menos corrupto que los anteriores priìstas, sino todo lo contrario, pero era una nueva cara, y como llegaba desde el dinero y con dinero, pues se pensaba que no tuviera necesidad de tener mucho más, pero era un equívoco.
Fox fue el artífice del robo de la presidencia ganada por Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2006 para imponer con trampas a su relevo del PAN Felipe Calderón Hinojosa quien convirtió el poder en un narco gobierno como se pudo comprobar años más tarde con el juicio de Genaro García Luna, su secretario de Seguridad Nacional involucrado con el cartel de Sinaloa y los traficantes de armas estadounidenses.
Con Calderón el PAN siguió su camino al infierno y no pudo superar al candidato del PRI, el fatídico Enrique Peña Nieto a quien la historia no le ha pasado factura por el asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa ni la entrega de PEMEX a empresas de Estados Unidos y España, pero su enorme corrupció hundió más al partido en su propio légamo en los comcios de julio de 2018 cuando Amlo arrasó virtualmente en todos los niveles estructurales del Estado y el PRI quedó tambaleándose tanto en el gobierno federal, de los estados, lmunicipales y el Congreso, y apenas quedó en sus manos y en las del PAN, el Poder Judicial.
Amlo hizo el mejor gobierno de México en la post revolución comparado solo con los de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateo quien en 1960 nacionalizó la industria eléctrica. Fue conocido como el presidente constructor por antonomasia con grandes obras de desarrollo que cumplen el propósito de convertir a la nación en la décima economía más grande del mundo. El PRI salió más aplastado que una cucaracha de la contienda y, como el PRD, casi a punto de desaparecer, pero sigue ladrando a pesar del enorme descrédito de su liderazgo en crisis irreversible.
Entonces ¿por qué no han llegado al piso el PAN y el PRI? Hay muchas explicaciones, unas más aceptables que otras, y todas en dependencia de quien las explica, pero la más común y bastante razonable es la que asume que si bien el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) virtualmente desarticuló a los partidos de oposición y en estos momentos los está dejando sin su último bastión, el Poder Judicial, no lo ha podido hacer –ni parece ser su intención- con el poder económico.
En tal sentido hay contradicciones dialécticas hacia el interior de Morena respecto de su ideología de izquierda y sus objetivos desarrollistas pragmáticos que requieren una participación importante del capital privado, venga del lado que venga, y en ese rejuego los equilibrios nacionales son factores de obligatoria atención. La libre escogencia o como llaman ahora, posicionamiento partidista o de naturaleza similar, son claves para mantener una determinada unidad dentro de la diversidad. Morena estimula a la oposición en ese sentido, aunque al mismo tiempo la combate como es su obligación.
Morena, aclaró en muchas ocasiones Amlo, y repite la presidenta Claudia Sheinbaum, no busca una administración unívoca sino participativa y el equilibrio político faccional ayuda mientras prevalezca el diálogo y la oposición constructiva, que es lo más difícil de lograr en particular cuando el nivel de los debates parlamentarios es tan evidentemente bajo y la derecha mexicana sigue careciendo de una identidad grupal asumida, lo cual le ha hecho fracasar en todos sus intentos de alianzas que, lejos de unirlos, los ha arrastrado a la quiebra.
Como dicen algunos analistas, la derecha en México aparece como un archipiélago de grupos políticos contradictorios y antagónicos que batallan entre sí y contra el gobierno por intereses que a la mayoría del electorado no le avienen más que un pepino. Pero eso no va solo contra la derecha, sino para todo el espectro político e ideológico, porque la izquierda no está exenta de la valoración de la gente de a pie que exige atención por parte de sus gobernantes a quienes les dan un apoyo crítico.
Tanto es así que los razonamientos para votar por algún candidato a lo que sea no se rigen tanto por los partidos y sus tendencias a los que pertenecen, como por el cambio de las circunstancias en las que viven o la defensa de estas si son las convenientes. En muchas ocasiones no miran tanto la filiación del candidato como la confianza de que este hará el cambio que exigen, o que defenderá hasta con las uñas el régimen del que depende su seguridad y la de su familia.
En México, se comprobó con la alta votación de la presidenta Claudia, la gente prefirió masivamente la continuidad que encarnaba la que se convertiría en la primera mujer en dirigir los destinos de la nación, y los más de treinta millones que así lo hicieron no fue solamente porque ella fuera o no de izquierda, sino porque juró mantener el cambio que tanto les beneficiaba y al cual no estaban dispuestas a renunciar, sobre todo con la garantía que les daba de construir un segundo piso de la IV Transformación.

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