Postigo
José García Sánchez
Si la batalla que se libra en Nuevo León con origen electoral definiría el contrapeso de Morena centrado entre el PRI y el PAN; la represión desatada por el actual presidente municipal Adrián de la Garza, coloca al tricolor fuera de la contienda por ser un partido de oposición competitivo.
El PRI y el PAN pelean ser la oposición real de Morena en las actividades políticas. Su postura como partido político no se enfrentan a Morena sino a López Obrador. Sin embargo, si no hubiera surgido el pleito de la entrega de los dos municipios más importantes de Nuevo León al PRI, hubiera sido posible una cohesión entre ambos partidos, incluso una alianza legislativa para detener a Morena.
Si a alguien beneficia este pelito por las presidencias municipales de Monterrey y Guadalupe en Nuevo León es a Morena. Este partido saca de la jugada como oposición a ambos, los observa cómo se deshacen desde sus trincheras en ruinas y se consolida como partido en el poder.
La decisión del presidente municipal de Monterrey, Adrián de la Garza, de echar a andar a la fuerza pública contra los panistas, marcó la derrota definitiva del PRI, un partido acostumbrado a arreglar sus conflictos con la represión policiaca.
El problema entre PAN y PRI deja al margen al gobernador, quien impulsado electoralmente de manera independiente se encuentra sin pertrechos de organización para resguardarlo. Es decir, la figura de Jaime Rodríguez Calderón es totalmente de adorno, mientras la disputa entre los partidos opositores luchan por convertirse en el contrapeso del gobierno federal.
Rodríguez Calderón es el gran perdedor en este pleito entre los partidos, porque el destino político de más de la tercera parte de la población del estado está en juego y él está afuera.
Sin un partido que lo cobije y con el desprecio generalizado de los nuevoleoneses, El Bronco está destinado a la renuncia el próximo octubre, a mitad de su mandato. Mientras tanto, PRI y PAN deberán cumplir una doble tarea: reconstruirse como prioridad y tomar la estafeta de partido opositor importante en la vida política de México. En esto no hay tercer lugar.
El Bronco debe pagar 20 millones de pesos al INE desde hace semanas. No se les puede restar a su partido porque carece de esta característica y considera que esa cantidad el instituto se la va a condonar. Está equivocado como lo estuvo a lo largo de su remedo de campaña electoral.
El PAN y el PRI en Nuevo León, en una competencia de estrategias parecen definir ese liderazgo de la oposición. El factor determinante fue la represión, una herramienta propia del PRI, que, en su desesperación, utiliza como un anuncio de lo que ha sido, es y será.
La orden de desalojar a los panistas de la explanada de la Plaza de Armas de Monterrey, seguramente vino de un priísta, saber quién da lo mismo. El hecho es que le resta puntos al tricolor sin que haya puntos de más para el PAN, que no sabe qué hacer en un ejercicio social, propio de la oposición, cuyo desarrollo desconoce, la manifestación, el plantón, la protesta social.
La represión social sinónimo de violación a los derechos humanos, identifica al PRI, lo ha identificado desde hace años. Basta con recordar a Díaz Ordaz, Jueves de Corpus Christi, San Mateo Atenco, Ayotzinapa, Tlatlaya, palabras que identifican al PRI, por eso va a la zaga y lo seguirá estando hasta que no se plagie a sí mismo.
