Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Las declaraciones de Adán Augusto López Hernández, presidente de Coordinación Política del Senado, corresponden nada menos que a un político cínico y desmemoriado, como todos los morenistas que abrevaron en las enseñanzas de un maestro vengativo y corrupto, que tuvo que buscar un escondite para prevenir cualquier desenlace en su contra, por toda la estela de delitos, hasta de lesa humanidad, que dejó en el país que gobernó y aún gobierna.
Dichas expresiones pretenden hacer notar despreocupación y firmeza en el que sabe que tiene en su contra señalamientos de consentidor y hasta de mismo jefe de la Barredora.
Consisten, como siempre, en ataques a gobiernos del pasado, para deslindar a la administración anterior, de la conducción de nuestro país al precipicio, en donde su llamado hermano dejó una podredumbre que ya comenzó a brotar de manera escandalosa.
A tal grado han llegado sus desplantes, que ya hay quien lo pone a competir con su homólogo Gerardo Fernández Noroña, no sólo en el Senado, sino también en eso de evidenciar que su ego es magnífico inquilino de la mentalidad de un hombre que no merecemos los mexicanos, por pertenecer a una nueva especie de seres dotados de una grandeza sin igual o al revés de lo que en realidad son y que su egolatría se niega a admitir.
En una entrevista reciente sobre los hechos que hoy han desnudado la abrumadora corrupción a la que ha sido conducido México en sólo siete años, primero habló de la grandeza de Morena y luego propuso que se investiguen los hechos que hoy tienen en jaque a la Marina, institución que durante su existencia acumuló fama bien ganada de respetable y caída hoy en un abismo de corrupción que no encuentra fin, pero que no debilita el movimiento de la 4T.
Pide una investigación que el gobierno completo no iniciaría jamás, porque los indicios conducen al mismo estado en que nació el que propone y para ser más precisos, al vecino en el que se encuentra la finca deslumbrante del principal sospechoso, en la que seguramente no pone un pie, porque cada día surgen más señales de su desastrosa participación en cientos de delitos graves.
Si nadie inició una investigación en su contra por haber consentido como gobernador de Tabasco a su propio secretario de Seguridad, jefe de la banda huachicolera conocida como La Barredora, menos se realizará en contra del hombre que lo empoderó, igual que a cientos de políticos que tienen esa deuda, encabezados por quien hoy se encuentra en la cima del poder.
Luego recordó muy bien los actos de corrupción ejercidos en el pasado, tanto por el PRI como del PAN y llamó de memoria corta el ejercicio que algunos mexicanos hacen. Pero curiosamente olvidó los más recientes que él mismo vivió y en este momento vive y como si tratara de justificar, mencionó que ’el huachicol es en realidad contrabando de combustibles, un fenómeno que, dijo, también ocurre con otros productos que ingresan al país bajo simulaciones’.
Lo que hoy vivimos en este país en donde cada día se acentúan las desgracias, no queremos sus interpretaciones. Sino investigaciones profundas que lleven a los responsables a un castigo con todo el rigor que las decenas de casos demandan. Desgraciadamente vivimos, desde hace siete años, en un país que se transformó, pero para mal, en el que a menudo se escuchan exoneraciones a los delincuentes de Morena desde el alto escalón de la Presidencia.
El senador es capaz de recordar la corrupción del pasado. Pero no lo es para recordar ni lo que en esta misma semana hemos visto en materia de delitos de altísimo impacto, como los que han escenificado funcionarios de la Marina, cuya investigación apenas deja ver la cima del iceberg y en la que forzosamente hay toda una maraña de implicidades en la que participan empresarios, personal de Pemex y muchos políticos hoy enriquecidos por esa actividad.
La situación se volvió gansteril, con asesinatos de involucrados que pueden ocasionar serios dolores de cabeza. Todavía habremos de ver mucho más.
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