Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
La Presidenta con A, Claudia Sheinbaum, decidió no acudir a los funerales del Papa Francisco. Para muchos mexicanos, el mejor en la historia de 2000 año de haberse instituido la representación de la iglesia católica en una persona. Una lluvia de críticas se desató por esta razón y por haber enviado en su lugar a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez.
Lo anterior confirma la absoluta falta de sensibilidad política de la señora porque, además de constituir una falta de afecto a la investidura de uno de los líderes más conocido y querido del mundo y porque México es un pueblo eminentemente católico, significaba una oportunidad dorada para entrevistarse, aunque fuera por tres minutos, con Donald Trump y con algunos otros mandatarios, con una carga ligera de solicitudes. Tan ligera como las palabras.
No es lo mismo querer entrevistarse con el Presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca o donde tendría que decidir él mismo, que de manera casual y sin la rigidez de los protocolos. Además, así es como se presenta la oportunidad de caer bien, porque aparentemente, todo resulta fortuito. Hasta la risa que muchas veces mueve una circunstancia inesperada. Allí mismo hubiera tenido la oportunidad de trabar una cita.
Pero envió a una señora que no tiene la mínima personalidad para acercarse al magnate y que está en un cargo importante, no por méritos demostrados en el quehacer público. Sino porque su antiguo patrón cuando cuidaba a sus hijos, la puso allí, igual que dio nombramientos a diestro y siniestro a otros incompetentes. Seguramente, evitarán inclusive su encuentro.
¿Cuál es uno de los ingredientes más importantes de un político? Pues la sensibilidad. Sin esta facultad, ese político no puede usar siquiera el nombre del puesto que desempeña. Es tan necesaria, que ayuda en momentos como los que utiliza nuestra Presidenta, recurrentes por tener que enfrentar a supuestos periodistas todas las mañanas, pero con el ingrediente de que sus conferencias se transmiten por canales de televisión y por redes sociales.
En el micrófono tiene que contestar preguntas, aunque sean sembradas. Pero no tiene la oportunidad de preguntar a ningún asesor cuando desconoce los temas. Cuando se trata de una respuesta de algún asunto económico o jurídico, por ejemplo, contesta lo que le viene a la cabeza y siempre algún disparate. Luego vienen las críticas y sus rabietas y quejas porque la critican.
En esta ocasión, por su ausencia en el Vaticano, sostuvo que, si hubiera acudido, de todos modos, no aguantaría en este momento la andanada de ataques, de murmuraciones, de burlas. Pero con toda seguridad no hubiera pasado nada de lo que piensa. Tal vez hasta los millones de mexicanos que no votaron por ella le hubieran aplaudido el gesto.
Eso sí, fue a tomarse la foto cuando era candidata y descubrió que su opositora Xóchitl Gálvez acudiría a lo mismo. Se movieron influencias y le ganó la delantera, de la que presumió en el micrófono mañanero porque la recepción fue en un lugar, para ella más importante que el que el altísimo representante de la iglesia destino para recibir a la contrincante, como si esta acción hubiera tenido algún valor en el ánimo del humilde Santo Padre.
También refirió que igual que el ex Presidente López, trataría de viajar lo menos posible al extranjero, debido a que en México hay muchos asuntos qué atender y las visitas diplomáticas pueden ser atendidas por integrantes de su gabinete. Sólo que lo que aquí ocurre duerme el sueño de los justos, porque en lugar de ser resueltos los problemas, cada día se agravan más.
Ahí tenemos uno. Solo uno que no se resolverá por decisión del gobierno de México: la ola criminal impuesta por las hordas de narcotraficantes, por más que se anuncian operativos con decomisos importantes y detención de decenas de desconocidos. Esas acciones, hasta el momento, no han menguado un ápice el problema. Vayan a la provincia y constaten.
La respuesta inclusive se refiere de manera inconsciente a sus limitaciones en la gobernanza, cuya agenda le es dictada desde quién sabe que madriguera en la que se esconde el maestro. ¿Por qué tendría que imitarlo hasta en sus decisiones de no viajar al extranjero? Aquel prefería quedarse en palacio, simplemente porque sus complejos y miedos le impedían viajar.
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