Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
El ex presidente está saturado de una idea que evidenció durante su mandato, el sexenio anterior: que vino al mundo a realizar movimientos trascendentales, porque su madre se lo dijo.
Remató su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, que su necedad era un atributo o una especie de don especial, porque por eso fue Presidente de México.
Ambas observaciones las tomó demasiado en serio y por ello consideró su existencia, absolutamente convencido, de vital importancia.
Como muchos ex presidentes, puso en marcha un plan, quién sabe desde cuando concebido, de perpetuarse en la presidencia porque, además, también estaba cierto que mucho le debían los gobiernos anteriores, por haberlo despojado del triunfo electoral, principalmente en el año 2006, cuando Felipe Calderón obtuvo el triunfo y esto le provocó rabietas serias, que lo llevaron a realizar un plantón que trastocó la vida de los habitantes de la Ciudad de México.
Antes de su ascenso a la Presidencia por primera vez, Porfirio Díaz había propuesto la no reelección, pero una vez que la asumió se olvidó por completo e inició una jornada que duró 40 años, interrumpida solamente cuando permitió que Manuel González Ortega arribara al cargo, de 1880 a 1884. Con el inicio de la Revolución, en 1910, propuesta por Madero, terminaron las reelecciones con el lema elevado a rango constitucional, Sufragio Efectivo. No reelección.
Álvaro Obregón intentó reelegirse y logró un consenso en el Congreso, que le permitía repetir, pero fue asesinado. Plutarco Elías Calles impuso el Maximato, mediante el cual gobernó el país a través de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez y que fracasó con Lázaro Cárdenas, por haberse rebelado a servirle de comparsa. Después, otros intentaron lo mismo.
Ejemplos: Miguel Alemán buscó la forma de reelegirse, pero abandonó el intento. después Salinas encargó al jefe de la Oficina Presidencial, José Córdoba Montoya, que se desempeñaba como vicepresidente, como se decía en su tiempo, buscar un resquicio constitucional que le permitiera reelegirse y para ello encargó a los constitucionalistas más destacados el asunto. Tampoco logró su sueño.
En 2018, luego de dos intentos anteriores, AMLO llegó finalmente al cargo y se olvidó de todas las promesas formuladas. Entre otras cosas, de un supuesto talante democrático. Pero con engaños de que era demócrata como pocos, urdió una sarta de mentiras que acabaron por engatusar a sus fervientes seguidores, a quienes nunca dejó de hablarles de su delirio por la democracia.
Se ha hablado con profusión de su obediencia al Foro de Sao Paulo, que propone a quienes profesan ideas supuestamente de izquierda y desean convertirse en dictadores, una serie de actos incalificables, pero bastante eficaces, como los que comenzaron a practicarse a partir de 2018, que iniciaron prácticas jamás imaginadas en un mandatario y que acentuaron la confianza de sus partidarios, más que nada, con la dádiva de dinero en efectivo.
Esta estrategia es la base más sólida en donde debe asentarse todo el andamiaje que se utilizará en la conquista. Después, sólo hay que aplicar toda la indecencia avasalladora de las recomendaciones, como la entronización en el poder por medio de la desaparición de instituciones incómodas y con el cambio de una constitución que lo permita sin el mínimo problema.
Enseguida hay que cambiar forzosamente el servicio de las fuerzas armadas y convertirlas en Guardias Pretorianas (o nacionales) al servicio del poder. La oposición es un estorbo y los partidos son utilizados con personas identificadas con los que mandan. Obviamente, el principal objetivo es acaparar el poder para siempre, inclusive con su herencia a los fieles idóneos.
La capacidad importa poco. Lo que cuenta es la fidelidad al verdadero líder, aunque también carezca de aptitudes para gobernar. Por eso hoy, Claudia Sheinbaum es la presidenta de México, fiel y segura servidora del mediocre que la maneja como su títere. Luego entonces, seguro habrá cambio de Constitución.
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