Tapachula en la memoria: 29 semblanzas y una casa que despierta
Alberto Carbot
La Casa Chiapas en la Ciudad de México reabre sus espacios con la presentación del reciente libro del promotor cultural y economista Rafael Molina Matus, realizado con recursos propios; es la primera actividad cultural del renovado recinto tras años de letargo TAPACHULA EN LA MEMORIA: VEINTINUEVE SEMBLANZAS Y UNA CASA QUE DESPIERTA La presentación del libro ’Personajes populares de Tapachula (1940–1960)’ inauguró este sábado las actividades culturales en la recién rehabilitada Casa Chiapas en la Ciudad de México, aunque sin verdadero apoyo institucional para su realización. Rafael Molina Matus, autor de la obra, reconstruye la memoria urbana de la Tapachula de mediados del siglo XX a través de 29 semblanzas basadas en personajes reales.
El economista y promotor cultural financió íntegramente la edición y la logística del evento.
Aun así, los ejemplares se agotaron y el público respondió con entusiasmo.
El libro abre el debate sobre la necesidad de que la representación chiapaneca recupere su papel como promotora activa de la cultura del estado Alberto Carbot La puerta de la Casa Chiapas se abrió sin ceremonia. No hubo lista de invitados, cortes de listón ni discursos oficiales, como ocurrió hace dos meses cuando fue reinaugurada por el gobernador Eduardo Ramírez, con la presencia de varios funcionarios de la actual administración. Este sábado, la presentación de Personajes populares de Tapachula (1940–1960) fue sólo la señal discreta de que el edificio —tras años de silencio, filtraciones y desuso—, había reanudado actividades para recibir a quienes aún creen en la cultura como un acto de resistencia. En ese ambiente, sin pompa, pero con dignidad, Rafael Molina Matus —en compañía de Marco Antonio Orozco Zuart y Adriana Molina Gonzalez¬—, presentó el libro que él mismo financió y trabajó con paciencia de artesano. El evento fue conducido por Isabel Mandujano Alonso y estuvo amenizado por el grupo "Los Muchachos". La casa, ubicada en Toledo 22, Colonia Juárez, es un inmueble restaurado y agradable, dijo al inicio de nuestra charla, y luego añadió sin dramatismos: ’Sin embargo, por el momento, todo corre por cuenta del autor’. Esa frase resume el estado actual del recinto: una instalación rehabilitada, pero sin vida institucional. Una piel nueva sobre un organismo que aún no despierta por completo. Sin embargo, el libro de Molina Matus —y su presentación—, quebró la inercia. Fue el primer evento cultural desde su reapertura y, quizá sin proponérselo, abrió una conversación necesaria: ¿cuál debe ser la función de la Casa Chiapas en la ciudad más grande del país? Rafael Molina Matus, autor de la obra, reconstruye la memoria urbana de la Tapachula de mediados del siglo XX El origen de su libro se remonta a 2019, cuando la Escuela Secundaria Preparatoria y Normal de Tapachula ’Miguel Alemán Valdés’ celebró su centenario. El director de la institución organizó una semana cultural y pidió a varios egresados que compartieran su experiencia con los estudiantes. Molina Matus recibió la invitación a través de su amigo Felipe Arellano. Su primera intención fue hablar de uno de sus trabajos previos, Vocablos, modismos y barbarismos del Xoconochco —como se le denominaba en Náhuatl a la región del Soconusco—,¬ pero algo ocurrió cuando vio el auditorio repleto de jóvenes. ’Pensé que estaban cansados de escuchar lo mismo que oyen en clase’, relató. En ese momento decidió modificar su plan y hablar sobre los personajes que marcaron la vida cotidiana de la Tapachula de su juventud; intuyó que otro discurso académico sería una pérdida de tiempo. Optó entonces por algo más vivo: las historias de la ciudad que él conoció. Comenzó a hablar de figuras entrañables —como el Chinampón, la Choreja, la Tinona y la Chiveta—, y percibió que los jóvenes escuchaban con interés creciente. Cuando les preguntó si deseaban que continuara, todos levantaron la mano. Ese gesto inesperado se convirtió en el motor del libro. ’Me dio gusto y me animó’, recuerda. De aquella visita salió con once semblanzas y la necesidad de ampliar el retrato. Lo que siguió fue una investigación paciente: consultar nombres con amigos, confirmar recuerdos con familiares y reconstruir escenas a partir de la memoria colectiva. Tapachula volvió a aparecerle en detalles: el parque central, las calles de tierra, los mercados y el ir y venir de personajes que formaban parte de una geografía humana irrepetible. El resultado fueron veintinueve historias que abarcan dos décadas, de 1940 a 1960, cuando la ciudad todavía permitía ver varias veces al mismo personaje en distintos lugares, como si todos fueran vecinos de una misma cuadra. A casi todos los conoció en persona. Sólo hay una excepción: María Herrán, ’la Niña Herrán’, muerta en un tiroteo durante una toma de posesión municipal. Ella quedó inscrita en la memoria de Tapachula como la adolescente que cayó durante el violento episodio del 31 de diciembre de 1946, conocido como el Treintayunazo. Tenía catorce años y encabezaba, con una bandera entre las manos, a un grupo que se dirigía al Palacio Municipal para impedir una toma de posesión disputada. Los disparos provinieron de la azotea y la primera en recibirlos fue ella. Su muerte abrupta convirtió a la ’Niña Herrán’ en símbolo de una generación que vivió de cerca la tensión política de la época y que vio cómo una jornada festiva se transformó en tragedia. Desde entonces, su nombre aparece ligado a la memoria cívica de la ciudad. ’Mi madre narró tantas veces ese episodio que decidí honrarla incluyéndola en el libro’, comenta. La obra, publicada por la editorial Herencia Mexicana de Tuxtla Gutiérrez, tuvo que ser costeada por el propio autor. ’En Chiapas hoy no hay apoyo para estos proyectos’, explica. ’Las convocatorias fallan año tras año y nunca te publican nada’. Recuerda que sólo en una administración —la de Juan Carlos Cal y Mayor, al frente de Coneculta—, se lograron publicar cerca de cuatrocientos títulos. ’Antes y después no ha habido nada comparable’. —Aun así, el libro tuvo buena recepción. —Sí. Llevé ejemplares para venta directa y se agotaron. El precio fue accesible —cien pesos—, porque mi intención no era recuperar una inversión, sino difundir el trabajo. Incluso faltaron ejemplares para algunas personas interesadas. —¿Cuántos textos reúne esta edición? —Son veintinueve semblanzas distribuidas en 104 páginas. En varios casos incluí fotografías: vehículos, escenas urbanas y retratos que ayudan a recrear la época. —¿Podría convertirse en un libro electrónico? —Lo he considerado. Me interesa explorar Amazon y otras plataformas para que quienes viven fuera de Chiapas —migrantes, descendientes y estudiosos de la frontera sur—, puedan acceder al material. —Tienes siete libros publicados. ¿Este trabajo marca una nueva etapa? —Sí. Aunque soy economista de formación, egresado de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN), la escritura ha sido un ejercicio constante desde mi jubilación. He publicado obras sobre lengua regional, fraseología cinematográfica, historia y curiosidades onomásticas. Este proyecto quizá sea el que más vínculo emocional tiene con mi juventud en Tapachula. Rafael Molina Matus construyó una trayectoria amplia dentro del sector público y de la vida gremial. Fue secretario privado del gobernador Juan Sabines Gutiérrez, dirigió el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, participó activamente en el Colegio Nacional de Economistas y en la Liga de Economistas Revolucionarios, y más tarde presidió asociaciones civiles vinculadas al IPN en Chiapas. Esa experiencia técnica convivió con su inclinación por la cultura, una afición que lo llevó a investigar, ordenar testimonios y escribir sobre el entorno que lo formó. En Personajes populares de Tapachula (1940–1960), esa mirada se despliega en veintinueve semblanzas que capturan a figuras reconocidas por varias generaciones. Además de los protagonistas ya mencionados, el libro retrata a Joaquín ’El Taquero’, el Nevero, Sirenita, el Señor Rivero, el doctor y literato Alfonso Díaz Bullard, el Maestro Becerra, el Chaca Chaca, Pepe ’El Judas’, Abraham Carballo y el Aguilita, entre otros. Cada uno aparece con rasgos puntuales: oficios, hábitos, frases, manías y anécdotas que formaron parte de la vida diaria de una ciudad entonces pequeña, donde el encuentro cotidiano era parte del tejido social. Ese mosaico es la base emocional y documental de la obra. La portada —un dibujo en grafito realizado por Valeria Murillo Molina—, muestra la silueta de una mujer sentada, vista de espaldas, con el torso erguido y las piernas recogidas. El trazo es limpio, de sombras suaves, y concentra la atención en la figura sin distracciones. No ilustra literalmente los relatos, pero coincide con su espíritu: la memoria como presencia insinuada, como figura que se reconstruye desde el recuerdo. Esa pieza, sumada a las fotografías internas, sostiene el carácter testimonial del libro. —¿Planeas una segunda parte? —No sobre personajes posteriores a 1960, porque ya no viví en Tapachula; desde hace muchos años radico en Tuxtla Gutiérrez, en Berriozábal. Pero sí quiero desarrollar una obra similar dedicada a personajes deportivos de la misma época: apodos, historias breves, figuras que marcaron la vida cotidiana de la ciudad. —¿Qué esperas que genere este libro? —Que los jóvenes conozcan a quienes formaron parte de la vida social de Tapachula. No fueron próceres ni autoridades, pero sí rostros visibles del entorno urbano. Para quienes vivimos aquellos años, su recuerdo forma parte de nuestra identidad; para las nuevas generaciones, puede ser una ventana a un pasado que se difuminó. Necesaria una verdadera presencia instituciona en Casa Chiapas Sobre la representación de Chiapas en la Ciudad de México, su comentario es objetivo: ’La Casa Chiapas únicamente nos facilitó el espacio’. A pesar de ello, la presentación fue un éxito. Los ejemplares se agotaron y el precio permitió que estudiantes, maestros y asistentes se llevaran un fragmento impreso de esa Tapachula que ya no existe. La Casa Chiapas en la Ciudad de México reabre sus espacios con la presentación del reciente libro del promotor cultural A sus ochenta años, el autor conserva el entusiasmo creativo. Tiene siete libros publicados, que van del ensayo a la crónica lingüística y regional: Salvemos a la Serpiente, Vocablos, modismos y barbarismos del Xoconochco, Fraseología cinematográfica I y II, Poliancetodario chiapaneco, Chiapanecos en la Reforma y Apuntemos los andamiajes del alma. Ya trabaja en uno más: una recopilación de los nombres completos —y casi siempre ignorados—, de personajes históricos. La idea le surgió al notar que figuras como Julio Verne o Guadalupe Victoria aparecen constantemente en versión abreviada. Pero Personajes populares de Tapachula posee un valor distinto. ’No es un ejercicio libresco ni una colección anecdótica; es un intento por salvar del olvido a quienes dieron color, ritmo e identidad a una ciudad fronteriza que creció demasiado rápido. Son parte de la memoria colectiva’, afirma. ’No son próceres, pero todos dejamos algo en la vida de los demás’. Los asistentes a la presentación confirmaron esa idea. Algunos excompañeros de secundaria participaron en la sesión de preguntas y recordaron, con emoción, escenas de una época que se desvanece. La Casa Chiapas fue ese día un lugar lleno de música, de voces y de una vitalidad que la representación del estado no veía desde hacía años, aunque casi la totalidad de los gastos y la logística corrió a cargo del autor. Aun así, no se victimiza. Dice que la casa es hermosa y vale la pena visitarla; pero también señala que, para cumplir su función, necesita más que buena voluntad: requiere un programa, un presupuesto y un equipo. El primer evento de esta nueva etapa —la presentación de su libro—, deja abierta una pregunta: ¿será Casa Chiapas un simple salón de usos múltiples o recuperará su vocación como puente cultural del estado en la capital? El texto de Molina Matus, sin quererlo, obliga a plantear esa discusión. Para muchos lectores, su libro será una vuelta a la infancia; para otros, la revelación de una Tapachula que nunca conocieron; para todos, un testimonio de cómo la historia vive también en los márgenes. Al terminar nuestra conversación, el autor menciona una frase que resume su espíritu: ’En tanto tenga cabeza para pensar, voy a seguir escribiendo’ —me dice. Mientras, él rescata la memoria de personajes olvidados, la Casa Chiapas intenta recordar su propia razón de ser. Este sábado, la casa encendió sus luces y, aunque la estructura institucional aún no despierta del todo, alguien ya dio el primer paso.
El texto original de este artículo fue publicado por la Agencia Quadratín en la siguiente dirección: https://mexico.quadratin.com.mx/tapachula-en-la-memoria-29-semblanzas-y-una-casa-que-despierta/
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