Opinión

Tenemos con qué, pero no queremos, ¿Por Qué?

Tenemos con qué, pero no queremos, ¿Por Qué?
Política
Enero 30, 2023 23:02 hrs.
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Raúl De La Rosa › diarioalmomento.com

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Cuarta de cuatro partes

Si queda clarísimo que el daño que ejerce nuestro estilo de vida (modo de producción y consumo capitalista) a la Madre Tierra es global y multifactorial; y que cada vez tenemos menos tiempo para ejecutar los cambios graduales a ese estilo de vida con mayor prontitud, porque los casi insignificantes ajustes son muy, muy, muy lentos, es evidente que el uso de las ciencias y las tecnologías para el consumo y bienestar material ha sido irracional y ecocida, pero también en las ciencias y tecnologías, usadas con racionalidad y sustentabilidad, está nuestra respuesta a los problemas de la biósfera que nos hemos dado.

La herramienta llamada Evaluación del Impacto Ambiental (EIA), debe ser usada en consciencia y convicción, tanto del presente como del futuro inmediato y de largo plazo. Y es que con 8 mil millones de seres humanos que ya somos en el planeta Tierra, inundados culturalmente del consumo irracional, deberían hacer que nuestra ecuación: I=PAT; fuera inolvidablemente "un antes" de todo nuestro quehacer humano:
I es Impacto Ambiental causado por la acción irresponsable del ser humano;
P es la población humana, muy grande y en continuo crecimiento;
A es el crecimiento económico y riqueza per cápita en continuo aumento; y
T es la aplicación de la tecnología que agota y contamina los recursos naturales.
Esa fórmula se debería considerar por sobre cualquier otra consideración económica o política, para que antes de hacer cualquier acción humana nueva o revisar las ya hechas en nombre del bienestar humano, se tenga como prioridad vertebral el equilibrio ambiental natural, es decir, se haga caso a la Evaluación del Impacto Ambiental (EIA).

Además, tenemos que entender que el costo, por ejemplo, de poseer y usar las redes sociales, tal y como se usan hoy en día, sólo ha derivado en un mayor consumo de energía, un mayor desperdicio y una mayor contaminación ambiental por el consumo irracional de las redes sociales, que a su vez obliga a una mayor depredación de los recursos naturales de la Madre Tierra.

Nuestro empeño por fuentes de energías más allá de las obtenidas por restos fósiles o la fusión nuclear, son en verdad, una rareza y también acaban alterando nuestros hábitats. Es decir, no trabajamos lo suficiente en las ciencias básicas o naturales, que nos permitirían ser mucho más certeros en diferenciar claramente crecimiento económico, de desarrollo social sustentable. Así, seríamos más rápidos en generar tecnologías compatibles con el medio ambiente y no únicamente como detonantes de un crecimiento económico indeterminado e inconsciente.

No se deben desarrollar tecnologías sin valores humanos, sin amor, sin fraternidad, sin sustentabilidad. Es decir, sin habernos preguntado si lo que hacemos es lo correcto al largo plazo. Un gran ejemplo de hacer tecnologías irresponsablemente, lo fueron la adición de tetraetilo de plomo a la gasolina para evitar los "golpes" (ignición espontánea de combustible) en los motores de combustión interna, y los Clorofluorocarburos (CFC), ambos desarrollados por Thomas Midgley. Y en ambos casos, al corto plazo se mostró lo ecocida de sus efectos.

Y en contrario, es decir, en el desarrollo de ciencias y tecnologías para la sustentabilidad están los descubridores de la amenaza que suponía el uso de los CFC:
a) el químico gringo, F. Sherwood Rowland, de la Universidad de California, EEUU,
b) el químico mexico-gringo Mario J. Molina del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), EEUU, y,
c) el neerlandés Paul Crutzen, del Instituto Max Planck de Química de Mainz, Alemania.

Los tres fueron los artífices de éstos descubrimientos por los que el 11 de Octubre de 1995 recibieron el Premio Nobel de Química en reconocimiento por sus investigaciones en éste campo.

Así pues, podemos concluir que como consecuencia de hacer ciencia y desarrollar tecnologías, está el claro ejemplo del problema de los CFC y cómo se desarrolló y se resolvió el conflicto, que se encuentra registrado en el libro "Miles de millones" de Carl Sagan (capítulo 10: "Falta un pedazo de cielo").

Sin embargo, la absoluta irresponsabilidad se presenta con la existencia de otros expertos que contrajeron la hipótesis de la acción de los CFC sobre el ozono, es decir, la minimizaron. Un ejemplo es el libro de Rogelio Maduro y Ralph Schauerhammer, "The Holes in the Ozone Scare," publicado en 1992 por 21st Century Science Associates. ISBN 0-9628134-0-0. Éste libro divulgativo tuvo en su momento, múltiples contestaciones a sus argumentos en artículos de revistas científicas de alto prestigio internacional, que demostraban que los argumentos de quienes minivizaban el daño de los CFC, simplemente no correspondían a la verdad, ya que no se correspondían con las evidencias aparecidas en contra de los CFC en una gran cantidad de artículos de revistas científicas (revisados y contrastados). La última gran revisión de los conocimientos sobre el agujero de la capa de ozono fue redactado y revisado por unos 300 científicos y y se presentó en Ginebra, Suiza, el 16 de Septiembre del año 2010, con motivo del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono de la ONU.

Todo ello significa que debemos contestarnos aquella vieja pregunta que se empezó a hacer el ser humano al concluir la Segunda Guerra Mundial, después de haber estallado dos bombas nucleares sobre poblaciones humanas en Japón: _Ciencia, ¿para qué?_ De la respuesta depende la sustentabilidad o el ecocidio, y sus consecuencias en la vida del planeta Tierra.

Sí, tenemos con qué resolver la problemática de ecocidio que nos hemos dado a través de las ciencias y las tecnologías, y lo tenemos precisamente en las mismas ciencias y tecnologías, solo que debemos desarrollarlas para la sustentabilidad, dejando el atropocentrismo y asimilando que somos sólo una forma de vida más en la Madre Tierra. Una forma de vida muy afortunada por haber desarrollado un bienestar social, pero que no puede seguirse basando en un estilo de vida depredador de la biósfera.

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