Presente lo tengo

Tres cuartos

Tres cuartos
Periodismo
Julio 13, 2020 17:11 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

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Los otomíes no quieren llamarse ya otomíes.

Son como los tarascos, que no quieren llamarse ya tarascos. Al parecer esta palabra, tarasco, en lengua purépecha significa ’suegro’. Los españoles llamaban a los indios de Michoacán ’tarascos’, suegros, como queriendo decir que estaban gozando a sus hijas, y eso era para los indígenas un gran desdoro. Así, los decendientes de aquella raza de indios de aventajada estatura y tez muy clara no gustan ahora de ser llamados ’tarascos’, sino ’purépechas’. Algunos, para mayor distinción, le añaden una hache a la palabra y ponen ’puréhpechas’.

Los otomíes, por su parte, afirman que ese nombre les fue dado por los aztecas, y que es un calificativo de denostación, peyorativo. La voz ’otomí’ significaría algo así como salvaje, rudo, necio, tonto o ignorante. Algo de ese concepto llegó hasta nuestros tiempos: la palabra ’otomía’ la oí usar en la Ciudad de México, en mis tiempos de estudiante, como sinónimo de grosería o salvajada: ’Ese muchacho no sirve más que para hacer otomías’.

Por eso los otomíes ya no quieren llamarse así, sino ’ñañús’ o ’ñahñús’, palabra que quiere decir ’los que hablan por las narices’. La lengua otomí, en efecto, lengua viva en la cual se expresa todavía mucha gente, es una lengua nasal. Quienes la hablan parecen emitir la mayor parte de los sonidos por la nariz. Y sin embargo no se oye mal; antes bien esa característica hace del ñañú una lengua recia, parecida, según me sonó a mí, a la que hablan en los Estados Unidos los navajos.

Los ñañús viven principalmente en el Estado de Hidalgo. En Pachuca di una conferencia para ellos. Fui presentado en su lengua, y aunque casi todos los que la hablan conocen también el español hubo traductores para aquellos que no entienden esta lengua. Muy buenos traductores deben haber sido, pues todos los presentes seguían con atención profunda mi discurso y estallaban en sonoras y jubilosas carcajadas al escuchar los cuentos con que suelo ilustrar mis peroratas. Bella experiencia fue ese trato mío con los ñañús, que debo al Consejo Supremo de ese noble pueblo.

Personas muy buenas, cordiales y educadas, son los ñañús y sus descendientes, con un sentido de la sencillez y la naturalidad que nada más los grandes señores mexicanos deben haber tenido. Uno de ellos, profesionista culto, me narró una experiencia que tuvo cuando, muchacho todavía, empezó a conocer otro mundo a más del suyo. Me dice que fue invitado a ir a la Capital en compañía de personas de mucho timbre y nota, políticos importantes del Estado. Preocupado, con temor de incurrir en alguna inconveniencia, se propuso imitar en todo a esos señores, hacer lo que ellos hicieran para no incurrir en algún desliz. A lo hora de comer fueron a un restorán lujoso.

-¿Qué van a tomar los señores?

-A mí tráigame un vodka tonic.

-¿Y a usted, joven?

-Lo mismo.

-¿Algo antes de su platillo principal?

-Yo quiero una ensalada de tocino y berro.

-¿Y usted, joven?

-Lo mismo.

-¿De plato fuerte?

-Un filete. Tres cuartos, por favor.

-¿Y usted, joven?

-Lo mismo.

-¿Tres cuartos también?

-No. Tres cuartos se me hace mucho. Tráigame un medio kilo nada más.

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