Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Con su decisión de abandonar la candidatura a la Presidencia de México y regresar a ocupar el cargo de gobernador de Nuevo León, Samuel García exhibió su inmadurez política.
Su prurito de servir al Ejecutivo para restar a la oposición votos de la clase media. Su ambición inclusive de convertirse en Primer Mandatario en un descuido, gracias a las dotes de influencer de su esposa.
Su irresponsabilidad ante el caos creado en su estado por el interinato y muchos otros problemas que hoy ponen en riesgo la legitimidad de su gobierno.
Evidenció además que su participación en el proceso electoral obedecía a servir a dos patrones, ejercicio para los que claramente fue contratado. Uno, al Presidente de México y otro, al de Movimiento Ciudadano, partido que lo cobija. Solicitaría licencia de seis meses y después de ese plazo de medir fuerzas reales, regresaría al gobierno de Nuevo León.
Su vertiginoso paso en campaña presidencial no le auguró nada bueno. Ni siquiera el beneplácito de la ciudadanía que vota. Fue considerado como un arribista servidor del gobierno y los méritos en las redes sociales, tanto de su pareja como suyos, brillaron por su ausencia. No es lo mismo aspirar a un cargo de elección popular por la Presidencia de un país, que por un estado.
Demostró lo que hace algunos años me decía un joven brillante, licenciado en Derecho, hoy con maestrías y doctorados. Que estos galardones sólo operan para el adorno ante los demás, pero que en realidad no sirven de nada. Con ellos, la inteligencia no crece. La visión del mundo continúa igual y los problemas se resuelven con capacidades que se tienen, aunque no existan títulos.
Los doctorados presumidos por Samuel no le dieron una visión panorámica de lo que hoy enfrenta con su regreso al gobierno de Nuevo León. Ahora tiene serios problemas de indefinición legal para volver a retomar el gobierno de esa entidad del norte, que revuelve sobre la seguridad de ser gobernador en funciones o si está en operación su licencia para dejar el cargo seis meses.
Ayer, nada menos, se habló seriamente de que podría caer en desacato, al acudir como gobernador a la reconstrucción de un puente vehicular en la carretera Colombia, porque la Suprema Corte y el Congreso local reconocen a Luis Enrique Orozco Suárez como gobernador interino, elegido por PRI, PAN y PRD. Aunque no pertenece a ningún partido, es afecto al Revolucionario Institucional.
El Congreso local confirmó que la solicitud de licencia para ausentarse de su función como gobernador se mantiene en efecto, después de invalidar la suspensión previamente otorgada que le permitía mantenerse en el puesto.
Las autoridades locales como las federales han emitido juicios en contra de la nueva intención de Samuel García, quien pretende ahora que nada pasó y por ello podría regresar ’a casa’. La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, prevé desechar y declarar infundada su queja y también de su partido, contra el Congreso neoleonés, por presuntamente incumplir la sentencia en que se ordenó designar a un nuevo mandatario.
Esa inmadurez política mantiene ahora a Samuel García en vilo. De acuerdo a los juicios emitidos por las autoridades, El Congreso designó sustituto en tiempo y forma. Por lo tanto, la protesta no tiene razón de ser.
Originalmente, Samuel alegó que su licencia era un derecho. Ahora que la tiene también se hizo del riesgo de abandonar definitivamente y no por sólo seis meses, el gobierno que lo convirtió en figura política, dados los hechos que su inexperiencia le ocultó, cuyos efectos son hoy una realidad que las autoridades judiciales y electorales han comenzado a juzgar y a condenar.
¿Y quién podría saltar a su rescate? Hasta hoy, sólo la candidata de Morena ha hecho notar que no está de acuerdo con el nombramiento de un gobernador interino ajeno a Movimiento Ciudadano. ¿Pero quién es ella para impedir lo que el Congreso de un estado libre y soberano decida?
Por otro lado, el Presidente está peleado a morir con los medios judiciales.
ariosruiz@gmail.com